La comedia y la tragedia, en un museo que se sale de sus límites


Llegó a Proa una muestra con obras de la colección del Museo de Arte del Siglo XXI, el Maxxi de Roma, que propone reflexionar sobre el nuevo rol de las instituciones en este milenio
LA NACION
SÁBADO 19 DE MARZO DE 2016
Detalle de la instalación ¿Dónde está nuestro lugar?, de Ilya y Emilia Kabakov (2003)
Detalle de la instalación ¿Dónde está nuestro lugar?, de Ilya y Emilia Kabakov (2003).Foto:Santiago Cichero / AFV
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Dos enormes pares de pies, de un hombre y una mujer vestidos con ropa elegante, ocupan casi toda la sala. También asoman desde el techo los marcos dorados de las pinturas que supuestamente observa esa pareja, cuyo cuerpo excede la capacidad de la habitación. Más abajo, al nivel de nuestras cabezas, se exhiben fotografías en blanco y negro con escenas de la vida cultural rusa del siglo pasado, acompañadas por textos poéticos. Y en el piso se abren grietas que dejan ver paisajes lejanos, como desde un avión.
¿Dónde está nuestro lugar? se titula la instalación de Ilya y Emilia Kabakov. Con su imponente escala y múltiples niveles de lectura, sintetiza la idea central de Arte en escena, muestra que se inaugura hoy, a las 17, en Fundación Proa. Reúne 26 obras de la colección del Museo de Arte del Siglo XXI (Maxxi, con sede en Roma) y es una de las principales citas que tiene para las próximas horas la agenda de La Boca.
"La pieza de los Kabakov abarca tres dimensiones, pero también tres escalas temporales (pasado, presente y futuro) y tres lenguajes (pintura, fotografía y paisaje tridimensional)", señala a LA NACION en una visita exclusiva Anna Mattirolo, curadora de la exposición, que dirigió el Maxxi hasta el año pasado. Igual de amplia debe ser, según ella, la misión de los museos que buscan recrear su rol para adaptarse a las exigencias del nuevo milenio. "El museo cambia como la sociedad, que se está transformando profundamente -agregó-. Sobre todo en Europa, donde hay un gran flujo de migrantes. Ya no es una caja blanca, un espacio cerrado, sino un camino que se abre a la ciudad."
Ese concepto fue tenido en cuenta por la arquitecta angloiraquí Zaha Hadid, autora del proyecto que ganó el codiciado premio RIBA Stirling al convertir un antiguo complejo militar de 27.000 metros cuadrados, ubicado en el céntrico barrio de Flaminio, en una usina cultural multidisciplinaria. Desde su inauguración, en 2010, el foco del Maxxi estuvo puesto en la innovación, la experimentación y el diálogo entre las artes visuales y la arquitectura. Tiene una colección de unas 400 obras de artistas de todo el mundo, realizadas durante las últimas cinco décadas, y un archivo que abarca más de 5000 documentos producidos por 60 arquitectos desde el siglo XX.
¿Por qué se llama entonces museo del siglo XXI? "Porque todos estos artistas influyeron sobre la cultura actual", observó Margherita Guccione, directora del área de Arquitectura.
Un ejemplo, según Mattirolo, es Estatua (figura reclinada), instalación realizada en 1979 por Gino De Dominicis, que sólo muestra un sombrero y un par de sandalias. El cuerpo queda librado a la imaginación del espectador. "Se trata de un importante pintor, escultor y performer que seguramente influyó, con su ironía y su forma de abordar la relación del hombre con la muerte y la naturaleza, sobre la obra de Maurizio Cattelan."
De este último, conocido por esculturas realistas como la que representó a Juan Pablo II aplastado por un meteorito, se exhibe en Proa el registro fotográfico de una performance presentada en 1999 en la Bienal de Venecia, en la que un faquir era enterrado en la arena; sólo quedaban fuera sus manos unidas, como si estuviera orando o suplicando.
La tragedia y la comedia se combinan en esta muestra a la que se accede cruzando un telón, y que permite al público identificarse con distintos personajes. En sintonía con los nuevos tiempos y con Las Meninas, de Velázquez, pintura maestra del siglo XVII que ya invitaba al espectador a completar la obra, Grazia Toderi propone en su videoinstalación Random ocupar un lugar protagónico sobre el escenario del teatro Massimo de Palermo. "Los límites entre museo y teatro se diluyen cada vez más -observó Guccione-. El museo sale de sus límites e invade otras instituciones y la ciudad, el espacio público."

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