El crimen de un joven sería la prueba de que los transas aterrorizan a los barrios con asesinatos


La familia y los allegados de Franco Agüero sostienen que fue ultimado por trabajar en contra de las drogas en El Sifón. Los policías piensan que se trató de un homicidio en ocasión de robo. Un especialista advierte sobre el crecimiento de la violencia en los caseríos de la periferia de la capital.

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MUCHAS DUDAS. Para los investigadores, el homicidio de Jorge “Chino” Alemán también estaría vinculado a una disputa territorial por drogas. la gaceta / foto de antonio ferroni
Franco Agüero tenía 21 años y toda una vida por delante. Hace casi dos años, cuando dejó de consumir pasta base, nació de nuevo. Y esa fuerza que sintió al liberarse de las gruesas cadenas que lo ataban a la droga y a los transas, lo movilizó a salvar a sus amigos primero y a todo aquel que requiera de ayuda después. Se unió a la Hermandad de los Barrios y, desde ese lugar, comenzó a recorrer las calles del barrio El Sifón, no para comprar “porquería”, sino para ayudar a sus pares. Esa tarea le generó muchísimos enemigos. Vivió sus últimos días amenazado. Lo mataron el 13 de julio en el sur de la capital.
“Es todo muy raro. A mí hijo no le quisieron robar nada. Hay algo extraño detrás de todo esto. Tenemos miedo porque, si hablo lo que pienso o lo que me dijeron, me matarán otro hijo”, dijo aterrada Norma Comán, la madre de Agüero. Ella sabe que su vida corre peligro, no por sus palabras, sino por la tarea que realiza: liberar a los chicos de las adicciones.
Los policías creen que fue un homicidio en ocasión de robo. “Franquito”, como lo conocían todos, viajaba de acompañante en una moto. Fueron detenidos por tres jóvenes que, según la pista que manejan, intentaron robarle el rodado. El joven intentó huir, pero no pudo evitar que lo lastimaran en una de sus piernas con un arma blanca que le provocó la muerte. “Franquito” murió desangrado, sin recibir ayuda. Su compañero huyó y no se sabe qué fue de él en ese momento. “Es hasta llamativo lo que hizo el dueño de la moto. Lo dejó tirado. Por eso no sabemos bien qué paso”, aseguró Comán.
Su padre, en base al relato de sus amigos, identificó a tres jóvenes como los autores del hecho. Personal de la división Homicidios allanó una casa en busca de dos hermanos, pero no los encontró. Los policías fueron hasta la seccional 8° para buscar datos del tercero y allí les avisaron que estaba detenido por otro crimen, el de César López.
A este joven, de 23 años, lo mataron apuñalándolo en el pecho en el barrio San Miguel, también en el sur de la ciudad. Esta víctima habría tenido serios problemas de adicciones y, al parecer, habría sido ultimado porque no había cancelado la deuda que lo ligaba al transa de la zona.
El caso quedó en manos de la fiscala Adriana Giannoni, quien espera reunir pistas y pruebas para insistir con esta versión.
Similitudes
Los barrios más pobres de Villa 9 de Julio, La Costanera, La Bombilla, El Sifón, y algunos sectores del Alejandro Heredia, 11 de Marzo y Manantial Sur (lugar donde se alojó a vecinos de las zonas mencionadas) se parecen mucho, a pesar de que no son cercanos. Sus calles forman un laberinto de barro y agua estancada. La pobreza se ve en cada rincón y el miedo no se percibe, sino que está ahí. El terror está personificado: son los transas y sus soldaditos quienes imponen su poder.
“La situación es extrema. Los tipos ya no cuidan. Si tienen que ajusticiar a alguien por el dominio territorial o por un ajuste de cuentas, lo hace sin problemas. La situación se está tornando cada más violenta y lo más grave es que no veo que haya un techo”, dijo Emilio Mustafá, psicólogo social que conoce muy bien esos lugares.
En los barrios, los transas, para ejercer su poder, contratan soldaditos para que vigilen y detecten la presencia de algún extraño, lleven y traigan la droga de un quiosco a otro, obliguen a ejercer la prostitución a las adictas para que paguen sus deudas y lastimen o maten a los que no pagan las sustancias que les compran. “El problema es que la mayoría de esos chicos son adictos y no tienen ningún tipo de freno. Antes te amenazaban con ‘te voy a hacer cagar’, ahora es ‘te voy a meter un tiro’. Y lo más grave es que lo cumplen. Ese es el nivel de degradación social que existe en esas zona de la ciudad. Me preocupa porque no vemos un techo”, advirtió Mustafá.
Máxima pobreza
En esos barrios la pobreza se nota en cada rincón. Mustafá sostiene que no ve algo así desde 2001. “Lo digo por la cantidad de gente que asiste a los comedores que tenemos en todos los barrios. La única diferencia que existe con aquellos años es que ahora el consumo de paco está muy difundido”, agregó Mustafá.
En esos caseríos los vecinos viven aterrados. Los transas, ante la nula presencia policial, se han transformado en los amos y señores. “Mire maestro, no quiero hablar. Si lo hago, mañana me balean la casa y, quizás, hasta me matan”, explicó Luciana. “Acá es simple: todo está bien si nadie se mete con su negocio. Pero ellos llegan a sospechar que vos tenés que ver con la Policía o saben que los buchoneaste, y la vas a pasar tan mal que te tendrás que ir”, agregó, hablando muy despacito para que nadie la escuchara.
“Acá todas las noches se escuchan disparos y todos los días nos enteramos de que hubo un herido o un muerto. Ya no nos soprende nada porque los que venden droga hacen lo que quieren en los barrios”, comentó Marcos González, habitante del 11 de Marzo.
En El Sifón el miedo es más fuerte aún. Los habitantes aseguran que el Clan Acevedo, que está sospechado de estar detrás del crimen de “Franquito”, tienen más poder de fuego que la misma Policía. “Siempre escuchamos las mismas versiones. Ellos venden y después anda a la caza de los que no les pagan. No tienen problemas en mandar a sus soldaditos a lastimar o a matar gente. Soñamos que algún día estos tipos se vayan del barrio y se pueda vivir en paz”, concluyó Luciano García.

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