¿Quién era el niño que descansa en la tumba más visitada del cementerio de la Santa Cruz?


La cruel muerte de un chico de 6 años despertó la devoción por un “santito popular” y es considerado "un niño milagroso y protector de los estudiantes". Conocé su historia.

Hace 8 Hs 622
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El asesinato de Pedrito Sanhueso a los 6 años, el domingo 19 de mayo de 1963, hace 44 años, astilló los corazones de miles de salteños que hoy lo consideran "un niño milagroso, protector de los estudiantes".
En aquel entonces, los familiares de sus compañeritos de curso de la ex Escuela 383, hoy Nº 4.638 Fray Luis Beltrán, dejaron una placa al pie de una estatuilla de un angelito, que reza: “no conoció padres, a los 6 años subió a los cielos mártir y víctima de un monstruo humano. Rogad a Dios por su alma inocente. No lo olvidaremos más".
Desde ese entonces, y hasta hoy, el hijo de Ángela Sanhueso y del jefe del Destacamento Policial de la Estación Gobernador Solá, del Ramal C-14, comisario Julián Barbosa, es considerado como “protector de los estudiantes”.
De las diferentes partes de la tumba, cuelgan rosarios de todos colores, títulos universitarios y hasta vestidos de casamiento. Las paredes del improvisado mausoleo -donde descansa el cuerpo- esta garabateado con pedidos al milagroso niño.
Más de 70 placas de bronce y ciento de juguetes cubren el interior del tinglado-mausoleo. De la misma manera, se hacen presentes a los ojos de los visitantes ofrendas que el tiempo no pudo desgastar.
Su cruel asesinato
Fue su primo Pablo Copa, un mecánico de 20 años, quien lo vejó y lo golpeó hasta creerlo muerto. Llevó el cuerpo hasta un aljibe en la cortada de ladrillos "Robledo" y lo tiró.
Con el agua, Pedrito volvió del desmayo. Copa buscó un palo largo y lo hundió hasta ahogarlo. El asesino negó todo pero fue detenido con su madre Purísima Copa. Ella había encontrado dos camisas ensangrentadas de su hijo y calló ante la Policía. El crimen fue en el barrio El Milagro, a metros del canal "tinkunaku" donde se hizo una gruta que al tiempo se rodeó de viviendas.
Según cuentan las crónicas de la época, Pablo Copa y su madre fueron absueltos por el beneficio de la duda, aunque estuvieron presos tres años a la espera del juicio.

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