El Herrero y el Perro Un Herrero tenía un Perro que no hacía sino comer, dormir y estarse echado; de la casa jamás tuvo cuidado. Levantábase sólo a mesa puesta; entonces con gran fiesta al dueño se acercaba, con perrunas caricias lo halagaba, mostrando de cariño mil excesos por pillar las piltrafas y los huesos. -He llegado a notar, le dijo el Amo, que, aunque nunca te llamo a la mesa, te llegas prontamente; en la fragua jamás te vi presente, y yo me maravillo de que, no dispertándote el martillo, te desveles al ruido de mis dientes. Anda, anda, poltrón; no es bien que cuentes que el Amo, hecho un gañán y sin reposo, te mantiene a lo conde muy ocios El Perro le responde: -¿Qué más tiene que yo cualquiera conde? Para no trabajar debo al destino haber nacido Perro y no pollino. -Pues, señor conde, fuera de mi casa; verás en las demás lo que te pasa. En efecto, salió a probar fortuna y las casas anduvo de una en una. Allí le hacen servir de centinela y que pase la noche toda en vela,