La Señorita María Inés:
Historia de una maestra normal
29 Sep 2017 1
Apostado en la puerta de la Escuela Normal Juan Bautista Alberdi, aquel primer día de clases de Marzo del 49, Oscar Emilio Sarrulle, anteojos, pelada incipiente, adusto el porte, no se parecía en nada a la postal del príncipe salvador de los cuentos de Disney.
Sin embargo para María Inés Iramain, el profesor Sarrulle, fue eso y mucho más.
¡Qué felicidad tenerla de alumna! Me dijo ni bien me vio entrar! Suba, sus compañeras la están esperando.
Y así, por el poder de estas cinco palabras, esta adolescente alta, muy alta, y tímida, muy tímida, sintió que por primera vez existía para alguien en el, hasta entonces, universo escolar.
En tiempos de mi escolaridad, era común que en algunas instituciones los maestros o directivos tratasen, algunas veces, de manera hostil a los alumnos y como yo era muy tímida esa situación me hacía sufrir mucho. Nunca hubiese creído que siendo tan tímida me esperase una vida como la que tuve ¡Que feliz he sido!!
Las cosas marcharon tan bien para la nobel alumna normal que en el ciclo lectivo siguiente y con su flamante título de maestra normal en la mano, su profesora de prácticas le propuso un reemplazo en un primer grado.
P-A :PA, M-A: MA…..separar consonantes y vocales para luego unirlas en sílabas fue durante años, el método de lecto-escritura tallado en piedra. Listo. Y así andábamos por aquí en Tucumán y por el mundo hasta el día en que la señorita María Inés desembarcó en el aula en su carácter de maestra suplente.
¡Fue una gloria!! ¡Había 36 niños en el aula! ¡Qué felicidad!!! me cuenta sentada en el comedor de su casa en donde ha desplegado una artillería de fotos y papeles, como mapas de tesoros, que se alternan con el amoroso té que ha preparado para ambas.
Yo era recién recibida y reemplazante pero intuí que la cosa no iba por ahí y sin pedir permiso se me ocurrió una nueva manera de enseñar a leer.
¡Chicos! ¿Quieren que inventemos una poesía? Les propuse. Ellos entusiasmados aceptaron. En realidad yo ya tenía la poesía lista e incluí las sílabas esenciales que tenían que aprender, y así los induje a su “creación”. Luego traje un gran pliego con la poesía escrita y a partir de ahí, de la poesía llegamos a los versos y luego a las palabras para terminar en las sílabas.
Para el mes de Julio los alumnos de la señorita Iramain de Noble ya habían aprendido a leer.
Entusiasmada con los progresos, la joven ideó igualmente un sistema de aprendizaje de matemáticas basado en la vida: Les pedí que juntasen palitos y tapitas y que les pidiesen a las mamas que les hiciesen bolsitas para guardarlos en un estante del aula. Yo les pedía que saquen o pongan los elementos en un círculo y que los cuenten luego. ¿Saben lo que hicieron? Les preguntaba luego. Una operación matemática.
Y así fue como a comienzo de los años 50, en una escuela de un lugar relativamente perdido en el mundo como San Miguel de Tucumán, una maestra Sarmientina, supo ver desde las trincheras de tiza y pizarrón, lo que sesudos filósofos del lenguaje descubrieron en la solemnidad de sus laboratorios, 20 años más tarde: Ni Chomsky ni Saussure, ni Jacobson: la señorita María Inés, encontró la manera de que aprendiesen a leer y a escribir con un método totalmente revolucionario. Y natural. Método Global y Matemática Moderna fueron los nombres que les pusieron los académicos muchos años mas tarde a lo que ella llamaba simplemente poner a los alumnos en el centro de la reflexión y enseñarles con amor.
¿Cómo encontró ese método?
Fue Dios. Dice mientras señala con el dedo al cielo.
¿Qué es para usted enseñar?
Es conducir al chico para que aprenda. El tiene que llegar al conocimiento solo. El componente afectivo es fundamental. Todo se consigue con amor. Me lo dice desde la claridad de sus ojos tiernos y entiendo que la frase esta encarnada en su vida.
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