Las preocupaciones y la presión hacen engordar


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CUIDEMOS LA DIETA. Lo mejor es comer frutas y muchas verduras.
“Hay dos tipos de estrés: uno agudo, que se dispara de golpe, como cuando tenemos un accidente o sufrimos un asalto. Estas situaciones nos hacen adelgazar. Pero cuando el estrés es crónico, por la acumulación de los problemas del año, engordamos porque provoca un desequilibrio interno que hace que se mantengan los niveles de cortisol en sangre, y que no se autorregule como ocurre normalmente. El cortisol no deja que se metabolice bien la glucosa y eso hace que aumenten los niveles de insulina y que se acumule grasa intraabdominal. En resumen, nos hace engordar”, explica el doctor Víctor Gallo, jefe del Servicio de Nutrición del Hospital del Niño Jesús y vicepresidente de la Sociedad de Obesidad de Tucumán
El especialista advierte que los nervios repercuten directamente en el estómago, porque el tubo digestivo también contiene células nerviosas como las del cerebro. Están interconectadas. Por eso cuando un chico tiene que rendir una materia y está nervioso le pueda dar diarrea o dolor abdominal, grafica. “A tal punto están conectadas que ahora se está viendo que hay enfermedades degenerativas que creíamos que eran del cerebro, y no, parece que comienzan en el tubo digestivo y terminan en el cerebro como el Mal de Parkinson”, dice.
Diciembre es un mes fatal para el estómago y para los nervios. A las típicas comilonas de fin de año se les suman los cierre de proyectos laborales. La gente ingiere comidas hipercalóricas, que no son apropiadas para nuestro clima, advierte Gallo. Propone:
1) Consumir comidas frescas, que nos den menos calor, como frutas de estación y verduras.
2) No abusar de las carnes (vaca, pollo y pescado). La porción diaria es de 200 gramos, lo que entra en el tamaño de la mano.
3) Hacer cuatro comidas al día, no más, salvo en el caso de deportistas o niños: en ese caso se aumenta una colación.

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