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Y un día nació la FILVA: libros y más libros frente al Océano Pacífico


En esta primera edición, la Feria independiente e Internacional del Libro de Valparaíso dejó en claro que tiene todo para consolidarse. Varios representantes de la edición independiente latinoamericana estuvieron allí los días 21, 22 y 23 de diciembre. Crónica de una maratón a pura literatura
Afiche promocional de la FILVA
Afiche promocional de la FILVA
En ningún país es fácil organizar una nueva feria internacional del libro, habitualmente las fechas se encuentran tomadas a lo largo del año y las cámaras o fundaciones que las organizan se ciñen a un riguroso calendario. El año que recién pasó las Jornadas Profesionales de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se toparon nuevamente con las de la Feria Internacional de Bogotá, y algunos libros de editoriales extranjeras en vez de llegar a Buenos Aires llegaron a Bogotá. Cosas que pasan, dijeron en ese momento algunos editores extranjeros, a lo que observaron algunos que estos son los errores que pueden ocurrir cuando dos eventos se superponen. De ahí la complejidad de crear una nueva instancia.
A comienzos del 2017 la poeta y gestora cultural chilena Gladys González tuvo la idea de crear la Feria Internacional del Libro de Valparaíso (FILVA), pero recién la tercera semana de diciembre pasado eso se consolidó y se llevó a cabo. Valparaíso, ciudad declarada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, carecía de una feria, y González, atenta a esta carencia y con una experiencia como organizadora de eventos literarios, se dio cuenta de esto y empezó a darle forma a la iniciativa. Los primeros problemas suelen ser financieros: cómo hacerla, con qué dinero. Como el país trasandino tiene una institucionalidad cultural que apoya la organización y creación de ferias, postuló a un subsidio; no se lo ganó, pero de todos modos creyó que se podía hacer de un modo mixto: por un lado, con el apoyo del municipio, de la embajada de Argentina en Chile (Argentina sería el país invitado), del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y, por otro lado, autogestionado, con el aporte de las editoriales chilenas que alquilaban un stand. "Nunca dudé en hacer esta feria", dice González, "pero luego de hacerla me di cuenta de que fue mucho trabajo. Y ahora en vez de descansar estoy pensando en cómo hacer la que sigue".
Francisco Garamona
Francisco Garamona
La FILVA, que sus iniciales recuerdan al FILBA que desde hace unos años organiza la fundación del mismo nombre, arrancó el jueves 21 de diciembre con una delegación argentina importante de editores, que en su mayoría también son escritores: Mariano Blatt (Blatt & Ríos), Marina Yuszczuk (Rosa Iceberg, que sólo publica mujeres), Paula Brecciaroli (Conejos), Francisco Garamona y Nicolás Moguilevsky (Mansalva), Víctor Malumián (Godot), Marcos Almada (Alto Pogo) y Marcos Gras (Santos Locos). En total, cerca de veinte editoriales independientes argentinas y casi ochenta chilenas estaban a disposición del público porteño de Valparaíso, y quizá ésta fue su característica: fue una feria internacional de editoriales independientes, muy similar a la Feria de Editores, que en junio realizó la gente de Godot. "Yo vengo de la edición independiente y nunca se me pasó por la cabeza invitar a Planeta o Random House", explica González, "la idea siempre fue que dialogara la edición independiente, que los sellos se pusieran en contacto, y de hecho, creo que sin la experiencia de esta feria jamás podrían haber dialogado, o al menos habría sido más difícil".
Al final fueron cien expositores, pero el primer día más allá del programa, que era muy interesante y rico en actividades, había que ver si se vendían libros, es decir, si el público se entusiasmaba y acompañaba la oferta cultural. "El primer día arrancó flojo y pensamos que iba a ser un desastre", cuenta Garamona, "pero a la tarde empezamos a vender y esa venta fue en progresión. No nos quejamos, al contrario, vendimos gran parte de lo que trajimos, el resto lo dejamos en la distribuidora para que circule en Chile, un país que siempre he pensado que es un país hermano. Mansalva ha publicado a varios autores chilenos". Malumián, que al igual que Garamona ha visitado Chile y conoce perfectamente la realidad de la edición independiente chilena, destacó en todo momento el hecho político de que la feria se hiciera en las condiciones que la organizadora lo planteó: "Desde ese punto de vista la venta la entendimos como accesoria". Observación a la que se sumó Marcos Almada, que además es uno de los referentes de La Coop, la cooperativa que agrupa a casi quince pequeños sellos argentinos, y que en poco tiempo ha asistido a varias ferias internacionales de Latinoamérica: Guadalajara, La Paz, Lima.
Mariano Blatt
Mariano Blatt
La FILVA comenzaba a las once de la mañana y se prolongaba hasta las nueve de la noche en Plaza Sotomayor, frente a la Armada de Chile, a un costado del edificio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a metros de la vorágine de la actividad portuaria y del monumento a los Héroes de la Guerra del Pacífico. El recinto estaba cerrado con una carpa blanca, que a ciertas horas de la tarde castigaba con su calor tanto a expositores como a público general. Había un escenario donde se turnaban lecturas, charlas sobre temas muy diversos, talleres gratuitos y presentaciones de libros. En el edificio del Consejo Nacional también se realizaban actividades, aunque los expositores estaban bajo la carpa. Quizá lo que sucedió el primer día era parte del desacostumbramiento de una ciudad a este tipo de feria. Sin embargo, nunca dejó de fluir público. Entre las actividades más interesantes se contó una mesa de edición y autogestión en Argentina, Chile y Latinoamérica, una lectura de poetas chilenos y argentinos, otra mesa sobre literatura, género y autobiografía y los talleres que siempre atrajeron gente. Además todas las noches, a eso de las diez, había lecturas de poesía en el emblemático bar La Playa. Por espíritu, el FILVA se parecía mucho al Festival Internacional de Poesía de Rosario, donde las actividades del día siempre siguen en bares durante la noche. Aunque quizá como muy pocas veces una feria incluyó tan bien al país invitado.
El otro atractivo era el paisaje natural de Valparaíso, que no sólo es la privilegiada vista del Océano Pacífico, que siempre está presente, sino por la serie de cerros, que funcionan como barrios, casi cincuenta que compiten –por decirlo así– por ser el mejor; aquí vive la mayoría de la gente: San Juan, Cárcel, Barón, Mariposas, Cordillera, Placeres, Alegre, Concepción y Playa Ancha, sólo por nombrar algunos. Las actividades sucedían a los pies de los cerros Alegre y Concepción, los invitados estaban alojados ahí, por lo que tuvieron la oportunidad de recorrerlos, probar a precios razonables su gastronomía tan característica en pescados y frutos del mar. Como las distancias no son largas y las lecturas de la noche no eran obligatorias, se podía hacer esto fácilmente.
Ciudad de Valparaíso
Ciudad de Valparaíso
La FILVA confirma que cuando se abre una oferta cultural en una ciudad que lo está pidiendo, aunque no necesariamente a gritos (en este punto hay que saber leer la realidad), la respuesta suele ser buena. Por eso todo lo que haga de aquí en adelante la organización será ganancia. Aún no está definido el próximo país invitado, pero no sería raro que la organización escogiera otro país fronterizo, lo que confirmaría que el evento está muy bien pensado. Habría que determinar de qué manera las editoriales argentinas que participaron en esta primera edición se integrarían a futuro y cómo se involucraría de modo más activo la municipalidad, cuyo alcalde, Jorge Sharp, es uno de los jóvenes líderes de los movimientos estudiantiles del 2011. Valparaíso tiene todo para consolidar esta feria.

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