Detectan un trastorno de chicos en grandes: el déficit de atención
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Hallazgo a partir de dos estudios con pacientes en Inglaterra y Brasil
Hasta el momento, se pensaba que afectaba sólo a los niños. En el país, se diagnostica cada vez más en adultos.
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Son despistados y cometen errores en las tareas por la distracción. Sienten algún ruido y ya se desconcentran. Pierden objetos con facilidad. No escuchan cuando se les habla directamente. Postergan obligaciones. Les cuesta organizarse y planificar. Hablan mucho. No pueden esperar un turno de habla e interrumpen. Su impulsividad los torna explosivos. Así “funcionan” los adultos con el trastorno por déficit de atención. Hasta ahora se lo consideraba como un problema de la infancia, pero dos estudios científicos que se realizaron en Inglaterra y en Brasil revelaron que el desorden también se puede desarrollar después de los 18 años.
Los trabajos fueron publicados recientemente en la prestigiosa revista de psiquiatría de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA Psychiatry). En el estudio de investigadores del King´s College de Londres, Inglaterra, se identificó que un 67,5% de 166 pacientes había tenido un inicio tardío del trastorno por déficit de atención. El trabajo incluyó a 2.040 participantes de un estudio de gemelos. Además, en el Hospital de Clínicas de Porto Alegre, en Brasil, se analizó a 5.249 personas, nacidas en 1993, a las que se le hizo un seguimiento en diferentes edades. Allí, se encontró que el 85% de los mayores de 18 años que tenían el déficit no lo habían desarrollado durante su infancia.
Ambos estudios “proponen un cambio paradigmático en la comprensión del trastorno por déficit de atención con hiperactividad. No sólo concluyen que puede desarrollarse en la adultez sino que podrían ser dos síndromes distintos”, escribieron en el editorial de la revista Stephen Faraone y Joseph Biederman, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, en EE.UU. Sostienen que, a partir de los resultados, será necesaria más investigación.
En la Argentina, aún no hay algún estudio que corrobore los hallazgos, pero Claudio Michanié, jefe de la sección niños y adolescentes del departamento de psiquiatría del Cemic, comentó a Clarín que en el país hay más casos de adultos con el déficit de atención. “Generalmente, se desarrollan como secuelas de traumatismo de cráneo, por haber recibido altas dosis de quimioterapia, por secuelas de la adicción a drogas de abuso”, afirmó. Igualmente, el mayor porcentaje de adultos que se diagnostica con el trastorno ya tenían los síntomas durante su niñez o su adolescencia. A veces los padres también tienen el desorden sin diagnosticar y no lo perciben en sus hijos”, resaltó Michanié.
Se estima que el 4,5% de la población adulta puede desarrollar el trastorno. “Es bastante más frecuente de lo que se supone, y está subdiagnosticado. En los adultos, el trastorno no se manifiesta con mucha hiperactividad como pasa en los chicos”, advirtió Alicia Lischinsky, directora del departamento de neuropsiquiatría del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), que brindará un taller para profesionales a fin de mes. “Se trata de un desorden altamente hereditario. Muchos lo ignoran o lo desconocen. Basta ver la cantidad de personas que no logran concretar objetivos en la vida por padecer este desorden. Pero su calidad de vida puede mejorar cuando son adecuadamente diagnosticados y tratados. El tratamiento no siempre implica medicación”, agregó Lischinsky.
El desorden ha sido uno de los más polémicos durante las últimas dos décadas. Hay diferentes factores de riesgo. Por ejemplo, se sabe que el consumo de cigarrillo en las embarazadas aumenta tres veces el riesgo de tener hijos con el trastorno por déficit de atención. Pero algunos expertos han cuestionado el tratamiento: se ha difundido el consenso de Forum Infancias que alertó que se medicaba a los chicos innecesariamente, sin tener en cuenta los problemas de sus familiares y su contexto.
En los adultos, se debe hacer una evaluación de cada paciente e indicar terapia cognitiva-conductual, un entrenamiento para mejorar la concentración, y la práctica de meditación “mindfulness”. Requiere de paciencia y disciplina del paciente. Los celulares inteligentes pueden ayudar también los calendarios, las listas de tareas, y otras aplicaciones que ayudan a organizarse mejor.
“La opción de recetar fármacos es el último recurso del tratamiento”, aclaró la psiquiatra de Ineco. Según Michanié, se pueden indicar medicamentos como metilfenidato, atomoxetina, bupropión, y suplementos con chía o con aceite de pescado, que contribuyen a la mejoría de los pacientes, aunque requieren de control periódico.
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