EL DRAMA DE LA ADICCIÓN Iba a entrar en la Fazenda pero el “paco” lo consumió


Todo el barrio El Sifón se unió al cortejo por la muerte de Horacio, un chico de 18 años que se suicidó el domingo. Una familia con 10 hijos.
 
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- DOLIDOS. El entierro terminó, pero sus amigos no se mueven de allí, de donde Horacio no saldrá más. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.
Magena Valentié
LA GACETA
"Cuando muere un adicto, los 'transas' hacen tiros para despedir al cliente"
Dos o tres tiros al aire anuncian la partida del cortejo fúnebre. “Ya es una costumbre, así despiden ellos a su mejor cliente”, explica con los ojos enrojecidos Irma Monroy, una de las referentes del barrio El Sifón, donde el domingo por la mañana, a eso de las 8, Horacio Zamorano de 18 años, decidió matarse. No han pasado ni dos meses desde que esos mismos vecinos que ayer enterraron al adolescente estaban en la plazoleta Mitre gritando con pancartas que se termine la droga en la provincia. Decían que ya eran cinco los chicos que habían muerto por causas relacionadas con el “paco”. Ahora son seis. Sin contar los de La Costanera ni los de otros barrios ni los casos que no se publican.

El cortejo era interminable. Las camionetas iban atestadas de mujeres, hombres y hasta niños, parados para caber dentro de las cajas. Las motos eran cerca de cien, con tres o cuatro pasajeros apretados. Cada uno empuñando su ramillete de flores arrancado de algún jardín. Y adelante, en el furgón, el cajón tapado con la camiseta de Atlético. Lo seguía su madre, Mercedes Zamorano, en un auto destartalado. Cuando llegó al cementerio del Norte tuvieron que sostenerla entre dos para que pudiera caminar hasta la fosa. Estaban sus diez hijos; el papá de Horacio, Guillermo Lucena, vecinos y psicólogos y voluntarios de los distintos programas de prevención y asistencia a los adictos que trabajan en la zona.

Había muchísimos adolescentes, entre amigos, primos y compañeros del taller de albañilería del proyecto Avanzar, donde Horacio iba por las noches. Ahí también estabaDébora, desconsolada. “No me explico cómo pudo pasar... ¡Estaba tan bien... no había consumido nada!” Ella estuvo con Horacio y otros amigos conversando y bromeando hasta las 7.30, media hora antes de que el adolescente decidiera caminar hasta el frente de su casa, entrar al baldío de la esquina y colgarse del árbol. “Pero si estábamos sentados afuera, jodiendo con el celular, riéndonos -se lamenta-. Venía del baile, porque no lo habían dejado entrar, porque no figuraba en la lista”.

Fátima Gallardo es una de las que más lo llora. A los gritos. Podría haber sido su hijo. Pero no lo es porque Horacio no dejaba que Piti, su amigo inseparable, dejara el tratamiento en el Obarrio. “Mi hijo ya no quería ir porque dice que le han cambiado las pastillas y le hacían mal, no quiere tomar nada. Y hoy, justo hoy, Horacio lo iba a acompañar al hospital”. Ahí se quiebra y ya no puede hablar. De sus seis hijos, cuatro consumen “paco”. Piti, el mejor amigo de Horacio, se había colgado hace tres semanas pero lograron rescatarlo a tiempo.

Beatriz Carnero, en cambio, no llora. Ella también tiene dos hijos con problemas de adicciones, pero está en el rol de “asistencia y ayuda a los demás”. Trabaja para la Fazenda de la Esperanza en el barrio La Costanera y también en El Sifón. Ella es de Yerba Buena. “A Horacio lo estaba preparando para que entre en la Fazenda, junto con su amigo Piti, pero no nos dio tiempo. Horacio ya estuvo un mes en la Fazenda de Córdoba, pero se había vuelto porque no se acostumbraba y decía que ahora iba a hacer de nuevo el camino junto a su amigo”.

A comienzos del mes pasado, se publicó sobre la muerte de Oscar Jiménez , quien recibió un tiro en una finca cercana al barrio “130 viviendas”, donde viven familias trasladadas de la Costanera. En julio llegó a haber un fallecimiento por semana a causa de la droga. Cada vez más recursos se destinan a programas contra la drogadicción. Pero del lado contrario el trabajo pareciera ser más eficiente. Carnero cuenta que había preparado tres meses a un joven (El Monito, presente en el entierro) para entrar a la Fazenda de La Rioja. “La noche anterior al viaje, lo buscamos por todos lados. No aparecía el Monito. Al día siguiente me lo cruzo al transa -cuenta-. Me mira y me dice: todo lo que vos has hecho engordar en tres meses al Monito te lo voy a hacer bajar en un solo día”.

"Estaba bien, se estaba recuperando"

El fallecimiento de Horacio Zamorano dejó helados no sólo a los vecinos del barrio Juan Pablo II sino también al equipo de psicólogos que lo atendía. “Andaba bien. Se estaba recuperando, no estaba consumiendo sustancias tóxicas y asistía a todos los talleres y a los grupos terapéuticos. Lo que ocurrió es que tuvo una recaída, que es común, pero no esperábamos este desenlace”, explicó consternado el director de Prevención de las Adicciones de la Provincia, Lucas Haurigot Posse. “Para el cuerpo de psicólogos que está trabajando en ese barrio también es un gran golpe”, reconoció el psicólogo.

La dirección provincial no cuenta con estadísticas de decesos relacionados con la drogadicción. Pero ante la muerte del joven de 18 años decidió levantar una red de contención, para reforzar el programa y evitar que los casos se multipliquen.

En el barrio más conocido como El Sifón (zona Asunción al 1.800 y Colombia) funcionan varios programas provinciales y no gubernamentales de promoción social y prevención contra la droga. Al frente del barrio se encuentra el Hospital Juan M. Obarrio y la Dirección de Prevención de las Adicciones trabaja en el territorio con los chicos y sus familias con un equipo de cuatro profesionales. A su vez el programa Avanzar hace foco en la inserción laboral con talleres de albañilería y técnica del automotor.

Hourigot Posse contó que levantó una red de contención terapéutica en el barrio, donde se atienden a unos 20 jóvenes con problemas de adicciones. También se articula con el Servicio al Suicida del Siprosa que funciona en el hospital Padilla.

“Si hasta ahora estábamos trabajando tres días a la semana desde hoy vamos a ir todos los días al barrio. Vamos a reforzar la cantidad de profesionales y también a monitorear a la familia y a los chicos individualmente”, afirmó.

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