El running, un deporte de mujeres


Se calzan las zapatillas para compaginar la vida laboral con la maternidad y el deporte. Quieren verse bien y sentirse sanas. Los organizadores de carreras han debido hasta triplicar las categorías femeninas. Y ellas se han largado a conquistar las carreras de ultrafondo. Análisis de un fenómeno que no para de crecer. ¡Abran paso!

AGUSTINA ABALSA. El camino que conduce a Horco Molle. LA GACETA / FOTO DE JUAN PABLO SÁNCHEZ NOLI.  |  Ampliar  (1 de 5 fotos)
Soledad Nucci
LA GACETA

Tu cabeza es el límite, Agustina. Son las dos de la tarde. En el camino que serpentea hacia Horco Molle, en la ciudad de Yerba Buena, el sol fulgura en el pavimento. Agustina Abalsa -34 años, cardióloga- quiere completar sus habituales 12 kilómetros en una hora con 10 minutos. De modo que ignora el calor que la calcina y corre. Corre y corre. El running se ha transformado en un fenómeno del que las mujeres se han apropiado.

Las habrán visto. Algunas salen temprano, por la mañana. Otras se deshidratan a la siesta, como Agustina. Y hay quienes doblegan al cansancio por la noche. Parecen locas, ¿no? Se les caen las uñas de los pies. Les salen ampollas. Se acalambran. Se lesionan las rodillas. Sienten puntadas en el estómago. Sufren. Y entonces, ¿para qué lo hacen?

- Correr es mi cable a tierra. Me relaja. Yo no entreno, sólo corro. Es decir, no sigo ningún plan. Pero me verás todos los días. Soy constante. En los tiempos en que hacía guardia en el hospital, volvía destruida: igual me ponía las zapatillas -cuenta Agustina, quien en dos ocasiones cruzó la cordillera de Los Andes, en una de las maratones más extremas del país.

- Necesito correr tanto como el oxígeno que respiro. Es un estilo de vida. Dejo a los chicos en el colegio y me voy a trotar. Ni loca me quedo dormir la siesta, aunque esté cansada. Cuando uno corre, cambia la definición de lo imposible. Día a día, se mueve el límite -añadeCecilia Merino -40 años, abogada, dueña de un spa, esposa y madre de tres niños-.

Uno podría bromear y decir que Cecilia corre para escapar de esas obligaciones. Pero en vez de eso -explica ella- el running le ha permitido conciliar sus facetas laboral, maternal y deportiva. “Tuve tres partos divinos. Creo que la gimnasia colaboró con ello”, apunta. En unas semanas, correrá la maratón de Buenos Aires, y tiempo atrás lo hizo en Madrid y en Río de Janeiro.

La lucha de las féminas para que el tiempo les alcance atraviesa el discurso de la mayoría. Cuando Natalia Habib tuvo su primer hijo, pensaba que se acababa su amorío con el deporte. Hoy tiene dos, y hace unos meses estuvo en La Pampa, en una competencia de 200 kilómetros.


- Trabajo nueve horas por día. Y cuando vuelvo a casa, me encuentro con los chicos y sus tareas, con la lista del supermercado, con los turnos en los médicos y con un montón de impedimentos. Pese a ello, salgo a correr -relata Natalia (41 años, farmacéutica, doctora en bioquímica y docente en la Universidad Nacional de Tucumán y en el colegio San Patricio).

Tenemos piernas

Cambio de escena. Estamos en la Perón, una avenida transformada por los ciudadanos en un corredor deportivo. A diario, los 6,5 kilómetros de la autovía lucen atestados de gente que camina, corre o anda en bicicleta. Celina Biazzo -34 años, entrenadora y maratonista- comanda a uno de esos grupos de piernas inquietas.

En sus clases para principiantes, saca a las alumnas a caminar. Aunque las discípulas todavía no lo saben, en unas semanas se largarán a correr. Y al cabo, les sobrará una siesta para emprender una travesía de ida y de vuelta hacia las cumbres de San Javier.

- Siempre digo que nací para esto... me sale de adentro. Supongo que eso les ocurre a otras mujeres. El running es hoy una práctica netamente femenina. Empiezan caminando y terminan trotando.


La fonoaudióloga y corredora María Eugenia Gallardo (31 años) da cuenta de los dichos de la colega. El año pasado, acabó primera en su categoría y segunda en la general, en una competencia de 80 kilómetros en Córdoba. “Cuando empecé, me creía incapaz de trotar tres cuadras seguidas. Pero todo llega con el tiempo”, dice.

¿Para qué han empezado las mujeres a calzarse las zapatillas? Si esta vez se le pregunta a María Eugenia, contesta que para adelgazar, para mejorar la salud, para hacer amigos, para relajarse y para ser felices. “Correr hace bien”, resume, en coincidencia con el resto de las entrevistadas.

Trotar para vivir

La resistencia de las mujeres -eso de lo que María Eugenia hace gala- es otra de las razones que explican este fenómeno. Algo insospechado hace unos 50 años, cuando las damas tenían prohibido participar en maratones de larga distancia.

Féliz Paz Posse -de Eco Aconquija- cuenta que en las últimas competencias que ha organizado debió aumentar las categorías femeninas. Enseguida, aporta números que acreditan sus dichos: para la carrera Tucumán Ultra Trail Run, la participación femenina ronda el 30 %. Se correrá a fines de septiembre en Raco, con un recorrido máximo de 40 kilómetros. “Las chicas obtienen buenos resultados, incluso en las competiciones de ultrafondo”, agrega.

En general, en las escuelas de trekking -que en este municipio se cuentan de a decenas- hasta un 80 % de los inscriptos corresponde al género femenino. La edad promedio de las atletas va desde los 25 años hasta los 48 años. Marcelo Fabián Villagra y Sergio “Perro” Acuña -dos entrenadores de la ciudad pedemontana- dicen que esa franja etaria se amplía cada vez más, en ambos sentidos. “Pese a que tienen más obligaciones que los hombres, son regulares y se entrenan con rigurosidad”, apuntan.

En definitiva, el running se ha convertido en un deporte de mujeres que no para de crecer. Es que -como dicen ellas- correr es una manera de sentirse vivo. De cruzar metas. De gritarle al mundo que aquí estamos. Porque cada kilómetro que queda atrás, a cada instante que la mente le dice al cuerpo que no se detenga, renacemos. Tu cabeza es el límite.

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