El fracaso dejó de ser tabú y ya se habla de sus beneficios


Tendencia
Dicen que el error no es el problema, sino cómo se reacciona ante él. 

Estamos habituados a ésta fórmula: los éxitos se muestran -se ponen o se fingen en Facebook y en el currículum-, los fracasos se barren bajo la alfombra. Sabemos de la "Pulga" del interior que se convirtió en el mejor futbolista del mundo pero no sabemos nada de los cientos de miles de chicos que cada día fracasan en el mismo intento. Sin embargo, una nueva tendencia mundial empezó a poner el ojo en la anatomía del fracaso. Así, sostienen que fracasar está dejando de ser un tabú y que ya es considerado una de las claves del éxito.
Ya hay decenas de charlas TED que en vez de impulsar a triunfar abordan temas como “el éxito del fracaso” o “las claves para fallar con éxito”. Ya hay multinacionales, como Unilever, que organizan jornadas llamadas #EldíaqueMetíLaPata, para que los jefes les muestren al resto que es mejor intentar y pifiar que quedarse cómodos en el lugar de siempre. A principios de mes, además, en el Centro Cultural San Martín se hizo un evento llamado “Fuckup Nights” (que ya pasó por 53 países) cuyo eje fue éste: tres emprendedores contaron sus historias de fracaso "para quitarle el tabú al fracaso, reconvertir su connotación negativa y presentarlo como una herramienta de aprendizaje”, cuenta a Clarín Hernán Schuster, el co-organizador.
Alejandro Melamed, especialista en Recursos Humanos, explica: “Por lo general, cuando fracasamos en algo -un proyecto económico, una relación, un examen, una dieta-, nuestra reacción es poner excusas, culpar a otros, mentir. Muchas veces nos paralizamos, negamos, nos rendimos o sentimos pánico. El problema entonces, no es equivocarnos sino cómo reaccionamos ante ese error. Se llama la ley del 10/90: el 10% es aquello que nos pasa, el 90% es lo que hacemos con lo que nos pasa. Un fracaso sumado a una reacción inapropiada es un error al cuadrado”.  
Fue la reacción que muchos tenían cuando se equivocaban lo que llevó a Miguel Fontaiña a crear un taller gratuito en el Hospital Pirovano llamado “¿No me puedo equivocar?: “Hay temas que aparecen muy seguido en los encuentros: adultos que hicieron que sus hijos estudiaran lo que ellos querían y crearon un hijo fracasado pero con título, alguien que se casó y no pudo reconocer que no estaba enamorado, alguien que intentó varias dietas y, como fracasó varias veces, cree que ya nunca podrá bajar de peso. Lo que veo es una gran dificultad para aprender de los fracasos. El tema es que si te autoengañás, si te contás una película, el error no sirvió para nada”.
La lógica “qué felices somos todos” en Facebook es parte de esa cultura exitista. “Nadie te habla de todas las parejas que tuvo hasta llegar a su mujer. Con los nuevos emprendimientos pasa lo mismo. Supongamos que alguien quiere abrirse su propio local: un bar, un vivero, lo que sea. Bueno, el 70% de las empresas que se crean muere al año, pero sólo conocemos las que triunfan. Por eso muchas multinacionales quieren mostrar que los líderes también se equivocaron. Esto porque ven que los empleados tienen tan baja tolerancia al error que no toman riesgos: piensan que si lo hacen y fracasan los van a penalizar”, sigue Schuster.
Así, si uno deja de fumar y vuelve, si abandona la tesis, si da mal el examen de manejo, si otra vez la cita nos dejó plantados, tiene dos caminos. “Fracaso es errar y repetir la misma fórmula”, dice Schuster. Melamed agrega: “Cuando se puede capitalizar el fracaso, en cambio, aparece la resiliencia, que es la capacidad de superar la adversidad y encima, salir fortalecidos. Inma Puig, la directora de Relaciones Humanas del Barcelona, dice que el éxito anestesia y te hace perder el contacto con la realidad. Yo creo que el fracaso, en cambio, permite darnos un baño de humildad, ver quién nos ayuda en las malas, escuchar más a los otros, replantear nuestras metas, ayuda a recalcular los caminos y enseña cómo sostenerse en esas situaciones”. 

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