Argentina es una pasión de familia


Con planificación y esfuerzo, algunos hinchas cumplieron el deseo de sus hijos: ir juntos al Mundial.

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BONAERENSES. Santiago Cocucci llegó desde Palermo con su mujer y sus hijos. GUILLERMO MONTI / ENVIADO ESPECIAL
“Papá, mamá… ¿me llevan al Mundial?” La pregunta se escucha en miles de hogares. Todos quieren decir que sí, porque al pedido suele acompañarlo alguna carita irresistible, como la que ponía el Gato con Botas en “Shrek 2”. Pero no es fácil. Además de la época de clases, de las complicaciones logísticas, de todo lo que implica mover a una familia a miles de kilómetros de distancia –al otro lado del planeta, para ser precisos-, más que del corazón la respuesta sale del bolsillo. Aún así, más allá del dólar que galopa hacia un horizonte incierto hay quienes cerraron los ojos, apretaron los puños y dijeron ¡vamos! Por eso, la previa de Argentina-Islandia en el Spartak Stadium se vistió de alegría familiar. Los privilegiados siguen siendo los niños.
“Yo soy de El Huecú, un pueblito de 2.000 habitantes en plena cordillera”, dice Carolina. “Y yo de Neuquén capital”, agrega Mariano. Los Ceballos, que son anestesiólogos, no están solos. En los cochecitos duermen, ajenas al carnaval albiceleste que las rodea, Eugenia (3 años) y Evangelina (1). Emilia (5) se la pasa saltando a la vuelta. Mariano lo explica: “estuve en el partido con Bélgica, en el Mundial de Brasil, y cuando volví le dije a Carolina ‘al próximo vamos todos’. ¡Y cumplí!” ¿Cómo se portaron las nenas en el viaje? “De 10”, afirman.
Andrés Maglione es profesor de tenis (y manda un saludo para su programa, “Mundo Pádel”). A Brasil había llevado a su hijo Agustín, pero esta vez le tocó a Matías, que se la pasa mandándole fotos a su hermano. Estaban junto a los Castillo: papá Juan Sebastián y sus hijos, Sebastián y Bautista. Muy cerca, recostados y buscando sombra, se instaló un grupo por demás heterogéneo: Javier Molina y Sabrina Sánchez, con los chicos Marc y Martín, un amigo búlgaro (Stefan Dragolov) y Lautaro, hermano de Sabrina. Son oriundos de Mar del Plata y de Tandil, pero viven en Palma de Mallorca.
Patricio Vargas trabaja en la industria petrolera; Jessica Graneros es contadora. Llegaron a Moscú con el pequeño Ignacio. “Ella me acompaña en esta locura”, revela Patricio. A su lado, la familia López despliega una bandera con el escudo de DIVE (Deporte Infantil Villa Elisa). Allí juegan tres pequeños apasionados del fútbol: Facundo (11), Pilar (8) y Matías (6). Tanto amor por la pelota justifica el viaje, subrayan los padres, Sebastián y Andrea. “El fútbol nos lleva a todos lados”, enfatizan.
Planificación
Gai y Jonathan Guerstein se mueven de acá para allá en sus sillas de ruedas. Se sacan fotos con todo el mundo, felices con la camiseta de argentina en la piel. “La idea de venir a Moscú la tuvo Gai”, explica su papá, Julio Guerstein, que es agricultor. Noemí sonríe para la foto junto a sus hijos. “Es el único partido de Argentina que vamos a ver, no podemos movernos mucho por la cuestión logística –dice Julio-. Armar este viaje nos llevó un año de preparación”.
“Es un sueño, había que hacerlo”, exclama Santiago Cocucci, llegado desde el porteño barrio de Palermo junto a Fernanda y los chicos, Gaspar (9) y Lara (7). La misma emoción –y el mismo argumento- despliega el misionero Diego Mayuli, abrazando a Álvaro (16) y a Tomás (10). Viajaron con Ignacio Larzábal, un amigo nefrólogo. Los cuatro recorrieron un largo camino desde Posadas hasta Moscú.
Empanadas for export
“¿A qué me dedico? Vendo empanadas tucumanas en Fort Lauderdale. Me fui a Estados Unidos hace dos años. Las prepara un amigo tucumano, Fernando García Nielsen”, destaca Fabio Dimare, quien comparte esta aventura con su hijo, Santino.
Pero, si de bebés se trata, el récord en el Spartak lo tiene Noé Ríos. En sus brazos, mientras toma la mamadera, reposa María Paz, de dos meses. “Somos empleados, venimos de Comodoro Rivadavia –cuenta Joana-. La verdad es que la nena se porta perfecto. Es más, a nosotros nos afectó el jet lag y ella no tiene problemas con la hora. Duerme todo el día”. En Chubut quedaron, con los abuelos, los otros hijos de la pareja. “Dicen que no nos extrañan”, cuenta Joana.
Fernando Prats y Nora, llegados desde Castelar (Buenos Aires), saben cumplir con las promesas. Lola (7) quería conocer la torre Eiffel y ya le dieron con el gusto. Valentín (9) soñaba con el Mundial y aquí está. Queda Lucas (21), que es fanático del animé y de la cultura nipona. Pues bien, desde Rusia, los Prats volarán directo a Japón.
Juegos Olímpicos, Mundiales de básquet, Mundiales de fútbol… Nicolás Mastrovitohace cuentas. Fanático de los deportes, enumera los acontecimientos que presenció. Claro que está en familia, con Noelia y Francisco (4). A él lo ayuda viajar en esta época. “Tengo una panadería en Santa Clara del Mar –explica-. Cuando termina el verano se apagan las ventas”.
Agostina Mencia (9) tiene un currículum futbolero envidiable. Vio las finales de las dos últimas ediciones de la Copa América (en Chile y en Estados Unidos), pasó por el Fan Fest del Mundial de Brasil y ahora está lista para vivir Rusia 2018. Papá y mamá, Carlos Mencia y Yamila, saben darle con el gusto. El grupo se completa con José Enrique, que abraza a Agostina, un talismán que parece asegurar el camino de Argentina a las finales.
Y no podía faltar una familia tucumana. La encabeza “Tato” Rodríguez, y a su lado sonríen Santiago (14) y Tomás (10). La felicidad de los chicos es doble: por estar en Moscú y por los saludos que les mandan a sus compañeros del colegio San Ignacio de Loyola. “Entramos al sorteo de la FIFA en octubre y nos tocó”, apunta “Tato” con una sonrisa gigante. De inmediato, los tres despliegan una bandera de San Martín. Eso sí: “Tato” tiene la albirroja pegada al cuerpo, pero encima luce la celeste y blanca. La pasión argentina no se negocia.

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