No he llegado tan lejos
| sólo para sentarme a la orilla del camino |
| y estallar en llanto |
podría haber llorado en casa
| sin una jornada de tantas espinas |
No he extendido mis alas
| tan ancho sólo para verme hacinado en las esquinas |
| ante la mera mención de tormentas |
A aquellos que escuchan sobre golpes militares
| y rumores de contienda civil |
| incendios de breñas y malas cosechas en casa |
| y vienen a mí buscando temores y lágrimas |
Debiera decir que estoy cansado
| muy cansado |
| cansado de toda devoción a la muerte y al moribundo |
Yo también he escuchado acerca de
| todos los incendios de breñas |
| las súbitas muertes |
| y violentos discursos |
He escuchado acerca de
| todos los puestos vacíos del mercado |
| las hoyas de cocina todas llenas de recuerdos y ceniza |
Y estoy cansado de
| todos esos ruidos de |
| condolencias de aquellos que |
| aman desdeñar la rabia del hambre |
| inclinan su cabeza y dan vuelta a casa |
| preocupándose y por siempre preocupándose |
| por el sobrepeso y la dieta especial para perros y gatos |
Como un huérfano encallado
| en los estercoleros de los propietarios de la tierra |
Guardaré mis penas para mi mismo
| doblándolas con infinito cuidado |
| tomando los plegados dolores dibujos en círculo |
| en rededor de ocultos espacios donde quietas |
| echan raíces nuestras esperanzas aún |
| en esta hora de finito caos |
Aquellos que enviaron sus trajes funerarios
| al lavandero |
| aguardando a los de las pompas fúnebres |
| cargando nuestro cadáver con gran despliegue |
Déjalos que esperen a la próxima y a la próxima
| estación para mirar cuan bien crecen los niños nativos |
| crecen los frutos e incluso las flores |
| de la podredumbre más matinal de los sueños |
En tanto
estoy cansado
cansado de todas las condolencias de cocodrilos.
Kofi Anyidoho
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