La brutal realidad de Nairobi, primera escala de la gira del Papa


Kenia
Las calles de la capital keniana son tierra del delito y de niñas obligadas a prostituirse, además de una legión de chicos abandonados, a los que la sociedad llama "basura". Mirá las fotos.

Primera escala del papa Francisco en su gira --la más peligrosa de su pontificado, dicen-- por Africa: Nairobi. 
El papá pisó una ciudad donde la realidad es brutal. Las calles de la capital keniana son tierra del delito con armas y de niñas obligadas a prostituirse y de una legión de chicos, que deambulan y “vuelan” con tarros de pegamento hasta quedarse ciegos.
Ya con la visita de Barack Obama, en julio, las autoridades de Nairobi trataron de ocultar el rostro más escabroso de la ciudad. Pero la realidad es desbordante.
A los chicos de la calles los llaman “chokora” (“basura” en suajili) y viven hacinados y ajenos a la sociedad keniana, que trata de esconder la vergüenza de tener a cerca de 40.000 menores hambrientos en la capital, la mayoría sin familia y adictos al pegamento, según Unicef.
En el centro de Mlango Kubwa, un suburbio en el este de Nairobi hayun gran basurero donde los más jóvenes pasan las nochesacurrucados, unos juntos a otros, para protegerse de palizas y abusos sexuales.
“Esa imagen muestra claramente la visión que la sociedad tiene de ellos... como ‘chokora’. Ése es el nombre que usan para ellos”, afirman desde una ONG.
Pero hay más. Hay delincuencia y prostitución. Y la pobreza reina.
Cerca de dos millones de personas viven en villas miseriaalrededor de Nairobi.
“Cada semana hay un tiroteo, un robo y un asesinato. Cada segundo del día hay un crimen serio”, dice un policía, citado por el Daily Mail.
La policía tiene mala fama, con lo cual los crímenes en general nunca se reportan. Y muchas mujeres jóvenes admiten que no pueden mantener a sus hijos si no es a través de la prostitución.
Y a pesar de que Nairobi es el epicentro del boom económico de Africa Oriental, miles de chicos y chicas está forzados a vivir a años luz de esa realidad, para vivir la propia entre la delicuencia y la prostitución.

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