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CRISIS EN LA CAPITAL En la zona sur, cada vez que llueve no queda otra que rezar


Los vecinos de Jujuy al 4.600 sufrieron tantas veces las inundaciones que ya perdieron la cuenta de las cosas que les llevó el agua.

CONTENCIÓN. Nilda levantó una tapia para evitar que entre agua a su casa. la gaceta / fotos de Inés Quinteros Orio
Con las primeras gotas algunos echan mano al rosario. Otros comienzan a poner lo más alto posible todas esas cosas que, ya aprendieron, se arruinan con el agua. Todos esperan que sea un chaparrón aislado, que por esa vez la lluvia no se ensañe con la zona. Se trata de la historia de los vecinos que viven el verano tucumano como un infierno, y no precisamente por el calor.

Quizás ellos no lo sepan, pero vivir en las últimas cuadras de la avenida Jujuy significa hacerlo en la zona más baja de la capital tucumana. Por esta misma razón el aplastamiento de un caño en la calle Eudoro Aráoz generó una inmensa perdida cloacal en Jujuy y Olleros. El agua fluye hacia abajo y el sistema de desagüe no da abasto.

El infierno acuático
“Todavía tengo agua en el fondo”, asegura Eduardo Contreras al tiempo que invita a pasar a LA GACETA. Efectivamente, una suerte de laguna confirma que las inundaciones del 23 de diciembre y de la primera semana de enero fueron duras.

“Hasta ahora no vino nadie. No hay respuestas. Dieron colchones, pero eso no es lo que quiere la gente. Necesitamos un mejor sistema de drenaje. Al canal lo terminamos limpiando nosotros”, añade. Luego señala dos casas de las cercanías: “esa gente se fue. Se cansó de perder cosas, como todos nosotros. En estas inundaciones nosotros perdimos toda la mercadería que teníamos en la casa”.

Al lado de Contreras se encuentra Claudio Oscar Pérez. Trabajan juntos y viven cerca. Pérez tiene su casa en La Rioja al 4.500 desde hace cinco años. “Siempre me inundé -indica-. Perdí infinidad de colchones. En diciembre tuvimos medio metro de agua adentro de las casas”.

Algunas viviendas más al norte, Dante Alzogaray invita a pasar mientras muestra un frasco en el que encerró a un alacrán que lo visitó ayer a la mañana. La humedad los atrae. “También tenemos víboras y ratas cuando llueve”, detalla.

Alzogaray cuenta que en las últimas semanas perdió electrodomésticos, colchones, muebles, ropa y libros. Va a ser difícil reponer todo eso, supone. Trabaja de pintor y enero no es el mes de mayor demanda. Recuerda que durante la última inundación, su mujer y su hija de 15 años se sentaron afuera, angustiadas, porque ya no sabían de qué manera salvar las cosas.

Como si las malas noticias no fueran suficientes, los Alzogaray muestran un módulo que les hicieron en los últimos meses. El techo se está cayendo. Hay cables cerca del piso, en el nivel al que llega el agua cuando la tormenta arrecia. Hasta sus tres perros, que se salvaron del agua subidos a las sillas de la familia, se dan cuenta de que está mal hecho.

El cansancio de esta situación venció a Nilda Anchava. El dinero no le sobra pero lo tuvo que invertir en una tapia en el frente de su casa y una escalera que servirán de contención... si el agua no supera los 80 centímetros. “Nosotros sabemos que si llueve, esa noche no dormimos. El año pasado estuvieron todos tan ocupados con las elecciones que nadie se acordó de darnos una solución”, dice. Su hermano, Juan Luis, que vive al lado, está volviendo de EDET. El 24 de diciembre estuvieron 14 horas sin luz y se le quemaron los dos televisores. Una no muy feliz Navidad.

Las explicaciones 
Consultada por LA GACETA, la Sociedad Aguas del Tucumán explicó que este tema depende de la Municipalidad. En tanto, autoridades de la secretaría municipal de Obras Públicas pidieron postergar la entrevista por algunos días para dar respuestas detalladas.

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