Algo pasó con nuestro léxico y nunca nos avisaron


Por Jorge Álvarez. Miércoles 18 de Mayo 2016
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foto de katamaniacos.com
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  Algo nos pasó en las últimas dos décadas y alteró nuestro léxico. No fue de un día para el otro. Pero dejamos de llamar a las cosas por su nombre. Antes el que compraba zapatillas para convertirse en un émulo de Forrest Gump era porque le gustaba correr. Y era un corredor, alguien que no se conformaba con trotar. Así de simple.
  Hoy, en cambio, es un runner. Sigamos. Si se sentó en un restorán alguna vez en la vida, como supongo, habrá visto la carta tratando de dar con lo más barato. Pasa las páginas y no deja de sorprenderse por los platos que ofrecen al comensal.
  Mira azorado el “Grillade de porc sauce charcutière” y busca alguien con cara de francés. Pero no hay nadie que se parezca a Gerard Depardieu en sus alrededores. Entonces levanta la mano y llama al mozo. Con el dedo le señala el plato. Y el tipo no duda un instante: “es chancho a la parrilla con una salsa”.
  Entonces ¿por qué complicarnos la vida? Pasó el temblor y a los postres, ya más tranquilo, pide muy suelto de cuerpo un café en pocillo y una magdalena de esas que lucen apetecibles bajo una campana de vidrio. “No tenemos magdalenas señor” le responde el mozo instante en que usted le señala con el dedo dónde están diciéndole“¿cómo que no hay? si las estoy viendo señor?”
  El tipo lo mira a usted y mira a la barra. “Ah, ya sé. Usted dice los muffins. ¿De qué sabor?” Ya le pasaron las ganas. Está confundido. Y le encantaría tener el bolsillo repleto, pletórico de liras turcas para dejarle una pila de monedas de propina, pero no tiene. Incluso así no se dé por vencido. Y no se le ocurra renunciar a la posibilidad de seguir saliendo aunque sea a comerse un sánguche de milanesa completo o un par de empanadas.  

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