¿Cómo llevar a los chicos a 1816?


Algunos de los autores y editores más destacados de la literatura infantil de nuestro país enfocan el Bicentenario a partir de obras y propuestas que buscan captar el interés de los pequeños lectores. “Un libro de Historia que sólo repite fechas, nombres, hechos, puede tornarse frío, pero la literatura nos hace conocer épocas que no vivimos, nos hace viajar a sitios que no conocemos, nos emociona”, dice Liliana Cinetto, autora de Un misterio en Tucumán.


Por Hernán Carbonel
PARA LA GACETA - SALTO (PROVINCIA DE BUENOS AIRES)
Tucumán será local el próximo 9 de Julio, en uno de los dos aniversarios más relevantes del año (el otro, el pasado 24 de marzo), cuando se cumplan 200 años de la Declaración de la Independencia.

Entre tantos otros desafíos editoriales que referencian esta conmemoración, la literatura infantil y juvenil también ha hecho su apuesta, con títulos especialmente proyectados que buscan pensar y repensar la Historia desde esa perspectiva. Y, si bien las efemérides sirven como punto de partida para que desde la ficción se muestre a adolescentes y niños cuánto ha cambiado el mundo en estos dos siglos, la idea es que no queden en una mera crónica de almanaque.

Para ello, se sirven de argumentos históricos (o lo que podríamos llamar Historia desde la ficción, para no confundir con cierta tendencia de moda), de aventuras o de ciencia ficción, jugando con las rupturas espacio-temporales.

“Mi nombre es Emanuel Rizzo. Tengo 18 años y me preparo para mi tercer viaje al pasado. La experiencia me ha demostrado que estos registros son inútiles para convencer a nadie de que mis aventuras han sido reales. Pero tal vez sean importantes en el futuro, adonde mi máquina del tiempo no llega”. Así comienza Emanuel y Margarita. Un viaje inesperado, de Ana María Shua y Lucía Laragione, continuación de dos novelas anteriores, Diario de un viaje imposible y Diario de un amor a destiempo.

“Trabajar los procesos históricos desde la literatura permite recrear el clima de la época, reviviendo los momentos de tensión, ansiedad, temor o alegría de los protagonistas. Desde ese punto de vista, abordar el tema a partir de textos literarios facilitará un acercamiento a los protagonistas desde un costado más humano, abriendo a los chicos un espacio para animarse a imaginar los sentimientos de aquellos que participaron de esos momentos que recordamos como hechos articulares de la construcción de nuestra patria”, dice María Fernanda Maquieira, directora editorial del sello Loqueleo, a cargo del área de libros para niños y jóvenes en Santillana Argentina.

Con el objetivo de llegar a los pequeños lectores desde el aula, pero también desde otros espacios tradicionales de consumo cultural (librerías, ferias, etc), el acento puede estar puesto en el lugar a partir del cual pensar una colección y con qué procesos cumplir, cómo seleccionar a los autores, si este tipo de ediciones soportan el paso del tiempo y se sostienen en la venta, y cómo se configuran a través de la escritura los hechos de la historia argentina. En fin: en “cómo llevar a los chicos a 1816”, un lugar fundacional y necesario del pasado nacional, desde la literatura.

Un misterio en Tucumán
Liliana Cinetto es profesora de Enseñanza Primaria, profesora de Letras y autora de más de un centenar de libros para niños. Cinetto cree que la mejor forma de llevar a los chicos a 1816 es “justamente a través de la literatura”, y que “un libro de Historia que sólo repite fechas, nombres, hechos, puede tornarse frío, pero la literatura nos hace conocer épocas que no vivimos, nos hace viajar a sitios que no conocemos, nos hace sentir, emocionarnos”. Acaba de publicar Un misterio en Tucumán, su primera novela histórica, pero no su primer libro histórico. “Cuando uno escribe un texto histórico, primero debe investigar mucho para tener datos que permitan crear el contexto en el que se va a desarrollar la ficción. Ese es el límite, la frontera que uno no puede atravesar. Pero dentro de este marco se puede crear, imaginar, inventar... En este caso tuve que ser muy estricta. Porque en Un misterio en Tucumán hay personajes reales, fechas ciertas, sucesos que ocurrieron y eso no puedo modificarlo. Fue como armar un rompecabezas. Las piezas reales las tenía al investigar. Las de la ficción, las inventé”, cuenta.

María Fernanda Maquieira cuenta que en Santillana se inició un proyecto en 2010 que llega hasta hoy y recorre todo ese proceso histórico. “Para celebrar la Independencia de 1816, proponemos cuatro libros que pueden ser leídos por chicos de siete a doce años, y que, a través de personajes y aventuras, acercan a los lectores aquellos sucesos que, hace 200 años, llevaron a la independencia de nuestra Nación”, explica Maquieira. Su editorial tiene vasta experiencia en el rubro. En estos últimos cinco años vendieron más de 300.000 ejemplares de los libros editados para el Bicentenario de 1810.

Personajes haciendo
Laura Ávila es novelista y cineasta. Ha sabido retratar en sus cortos de cine y sus libros para niños la vida cotidiana de la historia argentina. La novela histórica es el género con el que más trabaja, aunque prefiere decir que escribe ficción. “Me gusta enmarcarla en contextos del pasado, porque esto me induce a investigar y me produce mucho placer. Me fascina conocer lo que pasó antes, más que nada para tratar de entender el hoy. No sé si llevaré a alguien a 1816, o a algún lado. Tampoco sé si el Congreso de Tucumán fue fundacional. Sé que intento recrear el pasado a través de mis novelas, para tratar de contar cosas que me impresionan del presente”, afirma. “Traté que fuera entretenido -dice sobre Moreno, un guion de cine que se puede leer como novela-; del cine me viene la tradición de espectáculo fluido, de que para que algo funcione tiene que tener una estructura que se sostenga y un lenguaje accesible. Lo mío, por el momento, no son historias de gente pensando, sino de personajes haciendo. Todo bien dinámico, para que nadie se duerma en la butaca”.

Caminos

Adela Basch, una de las más notables autoras de literatura infantil argentina -multipremiada, editora, traductora, tallerista y directora de Ediciones Abran Cancha-, retrata en Juana, la intrépida capitana, la vida de Juana Azurduy. “Creo que a los chicos se los puede llevar a 1816 del mismo modo en que se los puede llevar a cualquier lugar que nos propongamos llegar con la literatura. Por poner algunos ejemplos, a los tiempos del virreinato, a los del Rey Arturo, al país de las maravillas, a otro planeta, al futuro”, remarca.

Cecilia Repetti, gerente de literatura infantil y juvenil de SM Argentina, opina que este tipo de ediciones soportan el paso del tiempo “en tanto se trata de literatura; si bien hay un contexto histórico, que genera mayores ventas en una época específica, las obras, si son de calidad, permanecen en el catálogo por muchos años”.

Cuando le preguntamos cómo puede llevarse a los chicos a 1816 dice que “si bien puede ser complejo explicar la realidad de la historia argentina, la literatura se permite evocar libremente y convocar como sabe hacerlo, contando una buena historia más o menos cercana a los hechos. Aquel baile del 10 de julio de 1816, de Ricardo Lesser, por ejemplo, recrea un hecho festivo que efectivamente sucedió al día siguiente de la Declaración, y para ello se convoca a protagonistas de la época, como el general Manuel Belgrano o el niño Juan Bautista Alberdi”.

La mejor manera de llevar a los chicos a 1816 es, según Mario Méndez, “con imaginación: la mía propia, y la de los lectores”.

Méndez es autor de alrededor de 50 libros para niños y adolescentes, editor, docente y tallerista. Acaba de publicar El fantasma de Francisca, en referencia a Francisca Bazán de Laguna, quien cedió su casa para que allí se desarrollara el Congreso de Tucumán. El fantasma de Francisca le sirvió como recurso para contar la batalla de Tucumán, el Congreso, la demolición, la reconstrucción y además historias ficcionales. Le preguntamos qué opina de las ediciones que se preparan especialmente para determinadas fechas patrias o hechos históricos relevantes: “Me parece un muy buen recurso editorial. Es sabido que muchos de los libros para chicos que se publican llegan a los lectores gracias a la escuela. Y es válido, porque las malas novelas, aunque sean oportunas en cuanto a las efemérides, no sobreviven. Sólo siguen su ruta las que, más allá de las fechas, conquistan a los lectores”.

© LA GACETA
Hernán Carbonel - 
Periodista, escritor y librero.

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