Controles en los viajes en ómnibus de larga distancia
Informamos detalladamente, en esta edición, respecto al gravísimo accidente de tránsito que protagonizó un ómnibus que conducía pasajeros de Mendoza a Chile, a la altura de la localidad de Horcones. Costó una cantidad de víctimas estimada en 19 muertos y una veintena de heridos.
Trascendió que algunos testigos han aportado alguna explicación sobre esta tragedia, que no tiene precedentes en la historia de la provincia andina. Los mismos habrían afirmado que el chófer del vehículo conducía, en el momento del percance, a excesiva velocidad. El tema merece un comentario. Bien se sabe que los viaje de larga distancia en ómnibus tienen extraordinaria difusión en la actualidad, hacia todos los rumbos del país.
Parece obvio apuntar, en primer término, que además de los recaudos dictados por la elemental prudencia, existen reglamentaciones concretas sobre los límites de velocidad que deben observar los referidos vehículos cargados de pasajeros. Y que corresponde a las empresas, tanto como a los policías viales, hacer cumplir con rigor ese tipo de prescripciones, cuya trascendencia en orden a la seguridad de los viajeros resultaría más que obvio ponderar. Ninguna exigencia de cumplimiento de horarios, puede estar por encima de tales precauciones.
Por otro lado, pareciera que no siempre las empresas han verificado debidamente la psicología de los conductores que emplean; como tampoco tienen el hábito de realizar periódicas verificaciones sobre su real comportamiento en las rutas. No pueden confiarse esas funciones, a gente que carezca de las condiciones de serenidad y de respeto a las normas que resultan imprescindibles para tan delicadas tareas. Sucede a menudo que, en los viajes que se prolongan durante toda la noche, el pasajero que quedó dormido y de pronto se despierta, advierte que el automotor va circulando a una velocidad mucho mayor a la que tenía cuando se inició el viaje. Como si el conductor confiara en que los durmientes no se apercibirán del peligroso cambio, que es generalmente un recurso para ganar tiempo.
Es conocido también que, muchas veces, los choferes no han tenido la cantidad de horas de sueño que son imprescindibles después de manejar durante tantas horas. Y que vuelven a ponerse al volante, sin haber descansado el tiempo que correspondía. Esto crea terribles riesgos en la ruta: ellos van desde la posibilidad de dormirse mientras se conduce, hasta la de ejecutar maniobras imprudentes, producto del cansancio y de la tensión acumulados.
En suma, el penoso suceso de Mendoza debiera ser, en primer lugar, rigurosamente investigado por la Justicia, a fin de establecer las debidas responsabilidades. Pero es también ocasión para que se reexamine todo el complejo universo constituido por los ómnibus que transportan pasajeros a lo largo de tramos extensos, dentro del país o con rumbo a países vecinos. Hablamos de estudiar los nuevos recaudos que la experiencia y la tecnología aconsejen incorporar al sistema, de manera que la tripulación y los pasajeros puedan sentirse más seguros cuando recorren tan extendidos trayectos.
Por cierto que las autoridades con jurisdicción en esa temática, tienen que actualizar y aceitar las formas de controlar la observancia de los reglamentos. Esto para que sucesos que enlutan dolorosamente a tantas familias, como ha ocurrido en Mendoza, no vuelvan a repetirse.
Trascendió que algunos testigos han aportado alguna explicación sobre esta tragedia, que no tiene precedentes en la historia de la provincia andina. Los mismos habrían afirmado que el chófer del vehículo conducía, en el momento del percance, a excesiva velocidad. El tema merece un comentario. Bien se sabe que los viaje de larga distancia en ómnibus tienen extraordinaria difusión en la actualidad, hacia todos los rumbos del país.
Parece obvio apuntar, en primer término, que además de los recaudos dictados por la elemental prudencia, existen reglamentaciones concretas sobre los límites de velocidad que deben observar los referidos vehículos cargados de pasajeros. Y que corresponde a las empresas, tanto como a los policías viales, hacer cumplir con rigor ese tipo de prescripciones, cuya trascendencia en orden a la seguridad de los viajeros resultaría más que obvio ponderar. Ninguna exigencia de cumplimiento de horarios, puede estar por encima de tales precauciones.
Por otro lado, pareciera que no siempre las empresas han verificado debidamente la psicología de los conductores que emplean; como tampoco tienen el hábito de realizar periódicas verificaciones sobre su real comportamiento en las rutas. No pueden confiarse esas funciones, a gente que carezca de las condiciones de serenidad y de respeto a las normas que resultan imprescindibles para tan delicadas tareas. Sucede a menudo que, en los viajes que se prolongan durante toda la noche, el pasajero que quedó dormido y de pronto se despierta, advierte que el automotor va circulando a una velocidad mucho mayor a la que tenía cuando se inició el viaje. Como si el conductor confiara en que los durmientes no se apercibirán del peligroso cambio, que es generalmente un recurso para ganar tiempo.
Es conocido también que, muchas veces, los choferes no han tenido la cantidad de horas de sueño que son imprescindibles después de manejar durante tantas horas. Y que vuelven a ponerse al volante, sin haber descansado el tiempo que correspondía. Esto crea terribles riesgos en la ruta: ellos van desde la posibilidad de dormirse mientras se conduce, hasta la de ejecutar maniobras imprudentes, producto del cansancio y de la tensión acumulados.
En suma, el penoso suceso de Mendoza debiera ser, en primer lugar, rigurosamente investigado por la Justicia, a fin de establecer las debidas responsabilidades. Pero es también ocasión para que se reexamine todo el complejo universo constituido por los ómnibus que transportan pasajeros a lo largo de tramos extensos, dentro del país o con rumbo a países vecinos. Hablamos de estudiar los nuevos recaudos que la experiencia y la tecnología aconsejen incorporar al sistema, de manera que la tripulación y los pasajeros puedan sentirse más seguros cuando recorren tan extendidos trayectos.
Por cierto que las autoridades con jurisdicción en esa temática, tienen que actualizar y aceitar las formas de controlar la observancia de los reglamentos. Esto para que sucesos que enlutan dolorosamente a tantas familias, como ha ocurrido en Mendoza, no vuelvan a repetirse.
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