“Sigue vivo el entusiasmo de nuestros jóvenes por hacer ciencias”
TUCUMANOS EN EL MUNDO
La doctora Rita Raisman Vozari se ha destacado en Francia por su investigaciones desde fines de los '70.
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Desde su laboratorio en el Instituto del Cerebro y de la Médula Espinal (ICM), en el hospital de la Salpetriére, en una París tan bella como fría, la doctora Rita Raisman Vozari hace un esfuerzo de síntesis para recorrer una biografía que, aunque se consolidó en Francia en los años 70, sigue tendiendo puentes con su Tucumán natal del siglo XXI. Directora de investigaciones en el ICM, Raisman Vozari dirige en la actualidad a un grupo interesado en el estudio de las causas y de las consecuencias de la pérdida de neuronas en el cerebro, especialmente en Parkinson.
“Mis investigaciones -le cuenta a LA GACETA vía mail desde París- están dedicadas también a encontrar nuevas terapéuticas para esta enfermedad para la cual no existe hoy un tratamiento que impida su avance”.
- Usted se fue del país en los años 70 ¿Le costó adaptarse al ritmo de vida parisino y a ese ritmo universitario?
- Yo me fui en enero de 1977 con una beca, para trabajar en un tema cercano al que ya estaba trabajando bajo la dirección del doctor Alfredo Coviello. Y en cuanto a la adaptación, me llevó el tiempo necesario para adquirir la lengua y poder conocer los códigos de esta sociedad, que son bastante diferentes a los de nuestro país.
- Con respecto a sus investigaciones en el área de las Neurociencias, ¿hubiera tenido los recursos y herramientas necesarias para su desarrollo acá?
- La neurociencia hoy en el país está en pleno desarrollo; en aquellos años no. No sé si hubiera tenido las herramientas para hacerlo en mi país. Esa época era muy difícil, la gente moría en atentados, Tucumán era una hoguera y hacer investigación no era ninguna prioridad nacional ni provincial. Yo ya era becaria del Conicet y había comenzado mi tesis con el doctor Coviello, con quien habíamos creado un pequeño laboratorio de bioquímica en una casita en el parque, dentro de la antigua Facultad de Medicina. No teníamos muchos recursos, pero sí un gran entusiasmo para desarrollar nuestros estudios y formar gente. Hay cosas que lamentablemente no cambiaron en 40 años; lo que sí sigue vivo es el entusiasmo de nuestros jóvenes para hacer ciencia en un país y en una provincia que no piensan mucho en ellos.
- Usted ha manifestado en reiteradas oportunidades su necesidad de tender puentes entre Europa y la UNT. Entiendo que hoy lo está haciendo ¿En qué consiste esa tarea?
- Gracias al entusiasmo del equipo de la doctora Roxana Chehin en el Insibio y también gracias a algunas herramientas del Conicet y del Ministerio de Ciencia y Tecnología (que por ahora desaparecieron) dos post doctorantes obtuvieron la famosa beca Houssay para formarse en el extranjero. Y así estuvieron un año cada uno en mi laboratorio y ahora están de vuelta para aplicar lo que aprendieron. Tengo el orgullo de decir que gracias a nuestra colaboración (Chehin-Raisman-Vozari) Tucumán y la UNT pudieron enviar por primera vez a París tanta gente a formarse. También obtuvimos una beca para Florencia González Lizárraga, la primera beca “Becar” en neurociencia en Tucumán, y la segunda en el país. Y por ahora la única, ya que no existe más. Ella pasó nueve meses y pudo terminar un importante trabajo de su tesis, que viene de ser publicado en una famosa revista. Además pasaron por mi laboratorio y por el de una colega Roxana Chehin, Cesar Avila, Natalia Corbalán y espero que no sean los únicos.
- ¿ Qué le dio la Universidad Pierre y Marie Curie a usted, qué le dio la UNT y qué le dio Tucumán?
- Tucumán es mi ciudad natal y allí, gracias a la escuela y a la Universidad pública, adquirí las armas que me ayudaron a construir mi futuro aquí. Fue una formación excelente la de aquellos años. Soy egresada de la facultad de Bioquímica de la UNT, que fue excelente con pocos recursos y en épocas difíciles. Pude asistir gracias al Conicet a un curso excelente de bioquímica que se dictaba en Buenos Aires en el Instituto Leloir. Y pienso que mi amor por las ciencias nació en esos tiempos en los que trabajé bajo las dirección de los doctores Torres y Mirtha Flawiá. Fue una época de oro. Sólo debía estudiar y hacer experimentos. En cuanto al ICM, es un instituto de Neurociencias de la Universidad Pierre y Marie Curie (varias universidades se reunieron bajo una misma marca, Sorbona Université, que es distinta a la Sorbona que se conoce popularmente en todo el mundo). Me permitió acceder a mi tesis y el CNRS (Consejo Nacional de Investigaciones, equivalente al Conicet) me dio un puesto luego de haber pasado por concursos muy difíciles. Desde 1983 pertenezco a su plantel y desde hace cuatro años, gracias a mi trayectoria, soy Directora Emérita y continúo en el ICM, que está afiliado a la Universidad y al CNRS.
“Mis investigaciones -le cuenta a LA GACETA vía mail desde París- están dedicadas también a encontrar nuevas terapéuticas para esta enfermedad para la cual no existe hoy un tratamiento que impida su avance”.
- Usted se fue del país en los años 70 ¿Le costó adaptarse al ritmo de vida parisino y a ese ritmo universitario?
- Yo me fui en enero de 1977 con una beca, para trabajar en un tema cercano al que ya estaba trabajando bajo la dirección del doctor Alfredo Coviello. Y en cuanto a la adaptación, me llevó el tiempo necesario para adquirir la lengua y poder conocer los códigos de esta sociedad, que son bastante diferentes a los de nuestro país.
- Con respecto a sus investigaciones en el área de las Neurociencias, ¿hubiera tenido los recursos y herramientas necesarias para su desarrollo acá?
- La neurociencia hoy en el país está en pleno desarrollo; en aquellos años no. No sé si hubiera tenido las herramientas para hacerlo en mi país. Esa época era muy difícil, la gente moría en atentados, Tucumán era una hoguera y hacer investigación no era ninguna prioridad nacional ni provincial. Yo ya era becaria del Conicet y había comenzado mi tesis con el doctor Coviello, con quien habíamos creado un pequeño laboratorio de bioquímica en una casita en el parque, dentro de la antigua Facultad de Medicina. No teníamos muchos recursos, pero sí un gran entusiasmo para desarrollar nuestros estudios y formar gente. Hay cosas que lamentablemente no cambiaron en 40 años; lo que sí sigue vivo es el entusiasmo de nuestros jóvenes para hacer ciencia en un país y en una provincia que no piensan mucho en ellos.
- Usted ha manifestado en reiteradas oportunidades su necesidad de tender puentes entre Europa y la UNT. Entiendo que hoy lo está haciendo ¿En qué consiste esa tarea?
- Gracias al entusiasmo del equipo de la doctora Roxana Chehin en el Insibio y también gracias a algunas herramientas del Conicet y del Ministerio de Ciencia y Tecnología (que por ahora desaparecieron) dos post doctorantes obtuvieron la famosa beca Houssay para formarse en el extranjero. Y así estuvieron un año cada uno en mi laboratorio y ahora están de vuelta para aplicar lo que aprendieron. Tengo el orgullo de decir que gracias a nuestra colaboración (Chehin-Raisman-Vozari) Tucumán y la UNT pudieron enviar por primera vez a París tanta gente a formarse. También obtuvimos una beca para Florencia González Lizárraga, la primera beca “Becar” en neurociencia en Tucumán, y la segunda en el país. Y por ahora la única, ya que no existe más. Ella pasó nueve meses y pudo terminar un importante trabajo de su tesis, que viene de ser publicado en una famosa revista. Además pasaron por mi laboratorio y por el de una colega Roxana Chehin, Cesar Avila, Natalia Corbalán y espero que no sean los únicos.
- ¿ Qué le dio la Universidad Pierre y Marie Curie a usted, qué le dio la UNT y qué le dio Tucumán?
- Tucumán es mi ciudad natal y allí, gracias a la escuela y a la Universidad pública, adquirí las armas que me ayudaron a construir mi futuro aquí. Fue una formación excelente la de aquellos años. Soy egresada de la facultad de Bioquímica de la UNT, que fue excelente con pocos recursos y en épocas difíciles. Pude asistir gracias al Conicet a un curso excelente de bioquímica que se dictaba en Buenos Aires en el Instituto Leloir. Y pienso que mi amor por las ciencias nació en esos tiempos en los que trabajé bajo las dirección de los doctores Torres y Mirtha Flawiá. Fue una época de oro. Sólo debía estudiar y hacer experimentos. En cuanto al ICM, es un instituto de Neurociencias de la Universidad Pierre y Marie Curie (varias universidades se reunieron bajo una misma marca, Sorbona Université, que es distinta a la Sorbona que se conoce popularmente en todo el mundo). Me permitió acceder a mi tesis y el CNRS (Consejo Nacional de Investigaciones, equivalente al Conicet) me dio un puesto luego de haber pasado por concursos muy difíciles. Desde 1983 pertenezco a su plantel y desde hace cuatro años, gracias a mi trayectoria, soy Directora Emérita y continúo en el ICM, que está afiliado a la Universidad y al CNRS.
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