Laura Terán, la africana. Tercera parte: Postales africanas, realidades tucumanas


12 Abr 2017
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Mamá Lucrecia y los sobrinos Aráoz Terán
LA VUELTA AL PAGO Y REENCUENTRO CON MÁMA MOSES
¿Cómo fue la vuelta?
Hice una exposición de fotos  en el Centro Cultural Flavio Eugenio Virla. La Gaceta y en particular Guillermo García Hamilton colaboraron muchísimo con la difusión. Recuerdo que me hizo una nota de una carilla. Vendí casi todo y lo recaudado lo envié al Obispo Colin y su Diócesis.  
 En el principio de los tiempos África estaba unida al resto de los continentes. Recuerdo estas palabras inevitables. Al año siguiente, en el 95, el Obispo Colin, el mismo que había  trastocado el corazón de Laura venía de viaje a Argentina, aquel país paréntesis de la infancia entre dos guerras, donde había vivido 12 años entre su niñez y adolescencia .La trama africana se cerraba sobre ella misma.
Conocí entonces a unos músicos salteños que tenían un grupo  llamado “A Nuestra Manera”. El espectáculo se llamaba Pasaporte Dos y consistía en hacerte viajar desde la música y las imágenes a diferentes países.  Sus beneficios iban destinados a diferentes fundaciones. Había un tramo muy lindo sobre África. Aceptaron venir y tocar en el Teatro San Martín durante la estancia del Obispo en Tucumán.  
Tuvimos un saldo más que positivo: recaudamos 5000 dólares para la Diócesis y mi hermano Rafael conoció a su mujer que formaba parte de la agrupación.
A partir de esa primera experiencia,  África y Argentina se volvieron para Laura espacios reversibles de su existencia.  Una vida en Tucumán donde su carrera de promotora de seguros florecía alternada por largas temporadas africanas trabajando en las misiones del Obispo y  viviendo el sueño de ser entre sus adorados animales como Daktari, Rodríguez de la Fuente y Dian Fossey  y para los Maasai una mano extendida hacia el futuro. Esos mundos paralelos que habitaba de un lado y otro del Océano, borraban las fronteras de su identidad y le devolvían una cara de contornos imprecisos  hecha de cerros tucumanos y de colinas y sabanas africanas. Y  de pronto ya no se sabía si era  una africana viviendo en Tucumán, o una tucumana de safari en África.
Desde el primer año volví cada dos años en promedio y nunca me desconecté de mis amigos Keniatas.
Pero ya está visto que por este puente tendido en el océano no solo ella pasó, sino poco a poco  los Terán. Y esto gracias a la grandiosa Lucrecia Luna, la madre de Laura, que  como matriarca elefanta fue guiando al resto de la manada en su travesía  hacia Kenia. Mi mamá se convirtió en una gran difusora de África y además  fue invitando  a hijos y a nietos en tandasElla hizo su primer viaje en el 96.  Fueron con los años sus hermanos Rody, Esteban, Rafael y María Soledad y sus sobrinos Joaquina, Sarah, Mariano, Nicolás, Azul, Esteban (h), Lucrecia, Agustín y Rodolfo. Y ya no solo fue un puente el que se extendió sino muchos formados por manos enlazadas de un lado y otro del mar.
Las exposiciones en Buenos Aires y Tucumán (“África, mi pensamiento” “Un vuelo por África”, “África desaparece”) se alternaban a medida que las estadías africanas se sucedían y con ellas, el millar de postales materializadas en fotografías donde Laura nos contaba el continente con imágenes y palabras.
“Amanecí arrullada por el canto de los pájaros y el de mi adorada paloma, su canto me transporta en un vuelo por África ¡cuántos recuerdos! Ese vuelo me llevaría a recorrer mi amada África por seis meses, en búsqueda de mis huellas, su esencia, del colorido de su gente invocando mi nombre. A volver a sentir la brisa cálida del viento acariciando mi rostro. A sentir el rugido de los leones acunándome en una noche de safari. África, una pequeña palabra y ¡cuánta vida viene a mi mente! Cada rincón que recorría era como estar en casa, donde la sonrisa de un niño o la mirada dulce de una jirafa, me invitaban a vivir ese mundo tan exquisito, tan salvaje, lleno de pasión y misterio”
 La segunda misión fue entre el año 96 y 97, me quedé seis meses. En esta ocasión asistí al Obispo, especialmente en tareas ligadas a la Educación: como el Bishop había creado jardines de infante, ayudaba a las maestras, que por lo general son niñas que solo tienen la Primaria hecha, a reforzar ciertos conocimientos en los talleres que daba. En ese entonces en Kenia, la educación no era ni obligatoria ni gratuita y comenzaba desde Primer Grado, así que los jardines de infantes eran manejados por las misiones. Como tenía vehículo en épocas de examen llevaba a las niñas Maasai a rendir en la primera Escuela Secundaria para Mujeres Maasai creada por el Obispo. Estaba en otra Misión al sur de Kenia, lindando con Tanzania, a 4 horas de Lenkisem la Misión donde yo trabajaba.

Otro hecho capital sucedió en la vida de Laura durante esta estadía: Agip-Italia se había hecho cargo de la construcción de una Casa para los padres y un hospital. Ese día había un gran ágape en la Misión. 1000 maasais estaban convidados y el Presidente de la empresa llegaba en helicóptero con gran pompa. Uno puedo imaginarse una fiesta a la altura de la tribu: un despliegue de colores y música, de tum tum de bongos y de cantos festivos. En medio de alboroto  Laura, iba y venía retratándolo todo con su Canon. En la parte de la bendición fue impresionante ver el sincretismo: el sacerdote bendecía las instalaciones con agua bendita y un hisopo y por detrás un jefe de tribu bendiciendo con leche.  El día pasó en medio de una bacanal de postales africanas. Clic clic. De repente una imagen se salió de cuadro y le trajo un ligero déjà vu: en medio de la multitud vi una cara que me resultó conocida.  Se trataba de la mujer del agua que durante años colgaba de mi pared como una fotografía. Bueno, ahora era real y estaba adelante mío. Se le acercó: se llamaba Máma Moses.
Desde entonces hemos sido amigas. Ella es mi mejor amiga africana. La admiro muchísimo.
 ¿Qué cosas admiras de ella?
Admiro su capacidad de trabajo. Trabaja en un hospital pero por sobre todo su entrega a los hijos. Es muy religiosa. Practica la religión católica. Tiene cuatro hijos: Moses, Rita, Charity y Samy.
¿En qué lengua hablan entre ustedes?
Un poco en inglés otro poco en maasai pero fundamentalmente hablamos la lengua del amor.
Lo curioso es que esa misma noche, en la casa de las monjas donde paraba, vino una niñita a comer con nosotros, las hermanas le pidieron que bendijese la mesa y ella dijo una lindísima bendición en maasai. Después descubrí que esa niña era Rita, una de las hijas de mi nueva amiga. Con el tiempo pude asistir al bautismo de Rita y de Máma Moses.
Hoy Rita estudia gracias a una amiga mía. Como una inmensa cadena de favores uniendo los dos continentes.
Y las historias se multiplican y se abren en otras historias que atraviesan el océano y vuelven transformadas en frutos.
EL ELEFANTITO IGNACIO, LA MATRIARCA LUCRECIA, EL NIÑO DE LAS MOSCAS Y OTRAS HISTORIAS MÁS.

De regreso del otro lado de su vida y del océano, en Argentina, un hecho trágico sacudió a la vida de la familia Terán.  El sobrino de Laura, Ignacio (mi ahijado), hijo de su hermano Esteban que trabajaba como Guardaparques en el Parque Nacional Iguazú, murió atacado a los dos años por un puma cebado que circulaba por el Parque. La historia inexplicable y dolorosísima quedó en el imaginario del Parque como un episodio de pesadilla. Me la contaron a mí incluso cuando fui a conocer las cataratas en el 2000 sin saber que conocía ya por entonces a la familia.
“Ignacio, la naturaleza quiso llevarte de nuestro lado de forma brusca y repentina. Hoy ¡como duele tu ausencia! Y me pregunto ¿Dónde estás ángel mío? Aquí, junto a nosotros o quizás estarás en África sobrevolando con las alas de tu alma las praderas del Maasai Mara, contemplando maravillado la gran migración de Ñus y de cebras, o estarás en la Misión de Lenkisem jugando con los niños maasai alrededor del ganado que regresa con la caída del sol, a mis oídos llega tu risa, esa era la hora mágica en la vida de la tribu que yo tanto disfrutaba presenciar”.
Tristes y bellas palabras escritas por una  Laura desgarrada, en ocasión de su segunda exposición en el Centro Cultural Eugenio Flavio Virla.

A esta altura,  acá o allá, eran como dos caras de una misma moneda por lo que cada hecho por pequeño o grande que fuese provocaba un estertor del otro lado del mundo.   Durante sus largas estancias en Kenia, Laura había creado vínculos. Con la ambientalista Cynthia Moss por ejemplo. Comíamos a la luz de las velas junto a otros investigadores escuchando historias de África. Todos a nuestra  manera  la amábamos. Yo solía acompañar a sus asistentes a monitorear los elefantes, una experiencia fascinante porque las manadas estaban tan acostumbradas al Land Rover que podíamos acercarnos y ver como interactuaban y jugaban.
Fue así como Cynthia Moss, la gran madre putativa de los elefantes, le puso Ignacio, en recuerdo al sobrino fallecido,  a un elefantito de la manada de Iona la matriarca.
Cynthia lo hizo por nuestra familia. Para identificar a las manadas ella bautiza con una letra a la matriarca y luego con la misma letra al resto de los miembros.
Volví al año siguiente y me llevó tres días de recorrer el Parque encontrar a Ignacio pero lo conocí.
Ignacio en África y África en los Terán como una trama imbricada de querencias.
La vida  siguió inevitable y silenciosa y llegaron episodios felices también.
Se sabe que la mortalidad infantil es altísima y hay un gran número de niños que no llegan a los cinco años por lo que no es obvio ver crecer a alguien. Uno puede ir una vez conocer a un niño y en el próximo viaje preguntar por él y descubrir que simplemente no está más, que el niño ha muerto. Lo que en nuestro país es corriente en África es un triunfo.  Sobrevivir es un triunfo. La vida adulta es un triunfo. La educación también.
En el segundo viaje también fui acompañada de una enfermera a una aldea donde había malaria. Las aldeas se llaman Manyattas y las casa bomas. Están rodeadas de espinos y cada una tiene un corral. Bajo una Acacia africana había una señora sentada bordando mostacillas, un niño corre y me busca un banquito y lo trae en la cabeza. Le sacó una foto, y cuando voy a rebelarla, a la vuelta de mi viaje, me doy cuenta que era el mismo niño de las moscas. ¡Qué alegría saber que estaba vivo! ¡Que no había muerto!.
Cuando vuelvo entonces en el 99 le pido a la hermana de la Misión que me lleve de vuelta  y entonces hago una foto de perfil de los niños en fila y por altura y ahí estaba el niño de las moscas con la niña-mujer de la boda maasai.
¿Y los leones? Viste leones? La pregunta es atávica. Es que yo también en mi infancia vi Daktari será por eso que todo lo que me escalofría de la sabana sean los leones. El poder de la ficción.

Y hablando de ficciones,  en 1996 una película llamada Garras, protagonizada por Val Kilmer y Michael Douglas contaba la historia real de dos leones que durante la construcción del ferrocarril que unía Kenia y Uganda, a fines del siglo XIX, se hicieron de la vida de 140  obreros hindús en el plazo de cinco meses en Tsavo, Kilmer y Douglas en la piel del ingeniero John Henry Patterson y el cazador Charles Remington encarnaban a los dos bravos que en la vida real dieron caza a estas bestias desmadradas. Hasta aquí la ficción basada en una realidad. Lo cierto es que estos poderosos animales desmelenados que se alimentan de búfalos, crean conflictos con la población y fue a contribuir en la restitución de este fino equilibrio natural que Laura en el 2006. Me eligieron para trabajar en proyectos de conservación en Kenia por el HSBC , donde trabajo desde el 98, en un programa gerenciado por Earthwatch . Éramos  ayudantes de los investigadores para monitorear toda la fauna tanto de día como de noche. Las tareas eran rotativas y consistían desde manejar un GPS donde quedaban guardadas las coordenadas donde estaba cada animal o manadas de animales que veíamos a describir su actividad, su número, etc. Teníamos radio con antenas para rastrear manadas de leones y saber por dónde andaban y así prevenir cuando estaban cerca de asentamientos humanos (maasai) y evitar conflictos entre ellos. Manejábamos el reflector cuando monitoreamos de noche, trabajábamos 10 horas  en total, 6 de noche y 4 de día. Bien sacrificado pero muy lindo. Un sueño cumplido para mí: trabajar para la conservación de la naturaleza. Los leones que monitoreábamos  son los descendientes de los famosos leones que mataron a más de 100 trabajadores hindúes en 8 meses cuando construyeron el ferrocarril Kenia- Uganda.

Para colaborar con las diferentes acciones solidarias que lleva adelante Laura Terán, ligadas a la educación y la naturaleza, pueden escribir a Kenyaafrica@hotmail.com o comunicarse al +54 9 381 500 0307

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