Nanosatélites en órbita: el nuevo concepto de los buenos negocios
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Es la tendencia del “New Space” y está captando el interés de varias empresas privadas: lanzan al espacio satélites de menos de 50 kg para comercializar servicios a partir de la observación terrestre. Desde el monitoreo de cultivos y oleoductos hasta alertar sobre amenazas al medio ambiente.
Los nanosatélites Fresco y Batata, de Satellogic. Junto a ellos orbitarían antes de fin de año los nuevos Ada y Maryam.
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de Clarín
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Tal vez sea pronto para pensar en pisar Marte o tener una colonia humana en la Luna, pero los nuevos emprendedores que están mirando el espacio exterior no lo ven muy lejano. Quienes piensan que esto es posible ven a los nanosatélites como herramientas clave para concretar distintas actividades: observar la Luna en detalle, alargar la vida de los grandes satélites o conocer mejor la Tierra. En esa escalada, la Argentina dará en pocos días otro pequeño paso, con el lanzamiento de dos nuevos nanosatélites de la empresa Satellogic.
“Es el inicio de una nueva etapa en el uso de los recursos en el espacio y de la relación de la humanidad con esos recursos. Se democratiza el acceso a la tecnología espacial y empieza a estar en el dominio de pequeñas y medianas empresas, y no sólo de las agencias espaciales”. Así alude a la revolución de la industria espacial Emiliano Kargieman, creador de Satellogic, primera empresa privada argentina que produce pequeños satélites.
En Invap, el satélite SAC-C.
Satélites "made in Argentina", un sello internacional
Kargieman comenzó con su emprendimiento en 2010, y en 2013 lanzó los dos primeros prototipos correspondientes a la categoría de nanosatélites: “Capitán Beto” y “Manolito”. Un año después, “Tita”, y se espera que antes de fin de año pongan en órbita dos más, que se sumarán a una constelación en la que ya orbitan “Fresco”, “Batata” y “Milanesat”.
Los nanosatélites Ada y Maryam embalados para salir hacia China, donde serían lanzados antes de fin de año (Satellogic).
“Son dos satélites que irán a la constelación Aleph. Más allá de algunos cambios incrementales, son el mismo modelo de ‘Milanesat’, de ‘Fresco’ y ‘Batata’ que lanzamos el año pasado”, contó a Clarín el CEO de Satellogic. “Serán ‘Ada’ y ‘Maryam’, en homenaje a Ada Lovelace, vinculada al desarrollo de la primera computadora mecánica, y a Maryam Mirzakhani, primera ganadora de la medalla Fields, el Nobel de las matemáticas, y que falleció recientemente”.
“Con el lanzamiento de estos dos satélites pasamos de los proyectos piloto a dar a nuestros clientes un servicio de datos de manera constante”, explicó Kargieman. Remarcó que “es un año especial para la compañía porque empezamos de alguna manera a cristalizar muchos años de trabajo”.
Sus clientes vienen de las industrias del petróleo, gas y agro. Los satélites monitorean oleoductos y pozos petroleros para prevenir amenazas al medio ambiente y alertar sobre la integridad de los conductos. En agricultura, se monitorean los cultivos, tanto a productores individuales como para las tomas de decisión en materia de agricultura de precisión.
Emiliano Kargieman, CEO y fundador de Satellogic (Bernardo Cornejo).
El caso de Satellogic se encuadra dentro de una corriente global de exploración espacial: el New Space (Nuevo Espacio), término que nació para diferenciar el desarrollo científico de las agencias espaciales del que surge desde una mirada empresarial. Si bien en un principio el término se utilizó en referencia a proyectos ambiciosos que buscaban abrir al hombre la frontera espacial, el New Space se refiere hoy a los nuevos emprendimientos privados.
Y en este rubro emergente, los pequeños satélites ocupan un rol central. En su intervención en la industria espacial, las empresas buscan minimizar costos, y con los dispositivos de pequeña escala la inversión es menor, incluso a la hora de lanzarlos al espacio.
“Los nanosatélites cuestan entre US$ 50.000 y US$ 100.000”, explicó a Clarín Gabriel Absi, gerente de Proyectos Espaciales de Invap. “Hoy te podés comprar en Amazon un kit de nanosatélite y lo armás. Por eso hay muchas universidades y empresas chicas que montan servicios con nanosatélites; son accesibles en precio”, dijo. Detalló que el costo de lanzamiento de un satélite se calcula por peso: el kilo de satélite va de US$ 20.000 a US$ 50.000. “Cuando tenés un satélite muy chico, el costo de lanzamiento es mucho menor”, explicó.
Una imagen del famoso Arsat 1, de Invap.
Invap es la empresa estatal argentina que fabricó los satélites geoestacionarios de telecomunicaciones para Arsat y que ahora desarrolla satélites de observación de última generación para la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). Fue allí donde se incubó Satellogic. “Emiliano vino con la idea de hacer una constelación de nanosatélites y no tenía el conocimiento”, recordó Absi.
El interés por el desarrollo de pequeños satélites también llegó a la CONAE. Conrado Varotto, director Ejecutivo de la Comisión, explicó que la aparición de empresas interesadas en el sector “demuestra que la actividad espacial está madurando y se encuentran más servicios”. En su opinión, el organismo busca avanzar en las arquitecturas segmentadas. “En vez de tener el ‘monstruo’, lanzarlo y listo”, desarrollar pequeños satélites que “permitan, en caso de necesidad, sumar o reemplazar partes a los satélites para que sigan funcionando”.
El satélite SAC-C (Invap).
El proyecto de arquitecturas segmentadas prevé la creación de satélites pequeños, que pueden llevar al espacio recursos adicionales para complementarse con satélites ya en órbita. Según Fernando Hisas, gerente de Proyectos de la CONAE, las arquitecturas segmentadas permiten que si uno de los pequeños satélites “falla, se repone, y ya se piensa como una línea de producción; un concepto diferente al de una misión grande”.
Hisas explicó que, a nivel global hay unos diez proyectos importantes de constelaciones de pequeños satélites, “para brindar un servicio de Internet a un sector muy importante de la población, al cual muy difícilmente se le llega con la tecnología actual”. Señaló que “cerca de 3.000 millones de personas en el mundo no pueden acceder a Internet por las redes de distribución tradicionales”. Ahí es donde los pequeños satélites serían una solución.
Expertos en producción electrónica en la empresa Invap.
Una de esas empresas es “Other 3 billon” (O3b, “Otros 3 mil millones”, en inglés), fundada en 2007 por el estadounidense Greg Wyler. Sus primeros satélites fueron lanzados en 2013, cuando Satellogic hacía sus primeras incursiones en el espacio. Pero O3b lanzó satélites medianos, de unos 700 kilos, y en lugar de volar por la órbita terrestre baja -como los de Satellogic-, lo hacen en la parte media, a 8.000 kilómetros de distancia para dar servicio de Internet.
Hay que mencionar a Space X, la empresa de Elon Musk que nació con la meta de bajar el costo de los lanzamientos y cuyo proyecto más ambicioso es llevar humanos a Marte. Según Hisas, “están llevando a cabo una constelación de 4.000 satélites para dar servicios de comunicación ”.
Producción electrónica en Invap, que trabaja en conjunto con la CONAE.
El Instituto Colomb depende de la Universidad Nacional de San Martín y es un centro de investigación sobre temáticas espaciales. Livio Gratton, su director, contó a Clarín que la industria de los pequeños satélites está en franco crecimiento: “La NASA y la Agencia Espacial Europea tienen áreas que se dedican a esto”. También enfatizó su valor en distintas misiones: “Para probar un sistema de navegación o una cámara hiperespectral, en vez de desarrollar una misión de cientos de millones de dólares, las de los pequeños satélites son más rápidas y tienen un menor costo”.
La vigilancia de glaciares, la detección de rayos, la medición de la vegetación y la humedad de suelo son algunas aplicaciones que surgieron en el marco del 1° Simposio de Pequeños Satélites de América Latina, que el Instituto Colomb organizó en marzo.
Gratton compartió la experiencia de la Universidad de Surrey, que con la empresa Surrey Satellite Technology Ltd, está avanzando en “un programa que vende la colocación de nanosatélites en órbita lunar. Sale US$ 1,5 millones por kilo y provee la comunicación con el satélite por seis meses”.
El gigante Arsat 1.
Según un estudio del italiano Giovanni Facchinetti (Universidad se Luigi Bocconi, Milán), se espera que unos 3.000 pequeños satélites surquen el espacio para 2022. El número es abrumador si se tiene en cuenta que desde que comenzó la era espacial, en 1957, más de 4.000 satélites fueron lanzados con éxito.
¿Será un problema en el futuro? En la Organización de las Naciones Unidas estiman que sí. En diálogo con Clarín, Félix Menicocci, secretario general de la CONAE, admitió que “el desarrollo de nuevos satélites con diferentes aplicaciones y calidades hace que se esté congestionando el espacio”. Aseguró que “en la ONU se están discutiendo directrices para hacer sustentable la actividad y poner orden a esta especie de anarquía en el aumento de nanosatélites”.
“Los satélites de observación de la Tierra están a entre 600 y 700 kilómetros de altura, y es donde tenemos un problema por la proliferación de desechos espaciales”, explicó Menicocci. “Si saturamos las órbitas se puede ocasionar tanto riesgo para los otros satélites como posibles accidentes con la chatarra espacial”.
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El economista Andrés López consideró que “todavía en Argentina no se ve un boom del mercado”. En su opinión, la “lógica es abaratar costos y tiempo, incluso usando componentes de uso comercial”. Pero remarcó que “la carga y la altura a la que llegan es limitada, lo que apareja consecuencias en el servicio que proveen”.
López es uno de los autores de “Al infinito y más allá. Una Exploración sobre la Economía Espacial en Argentina”, trabajo realizado para el Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la UBA. El experto sostiene que “las constelaciones de nanosatélites apuntarían a tratar de reducir algunas de esas limitaciones, pero el problema es si hay o no un mercado para eso. Todo el mundo dice que sí”.
En la mente de Kargieman, Satellogic será “un motor al que los clientes le podrán hacer preguntas sobre lo que está pasando en el mundo. Hay mucha expectativa sobre lo que pasará en los próximos años: desde entender mejor la Tierra hasta mejoras en el rubro de las comunicaciones”.
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Además, espera que haya una “ocupación activa del espacio con colonias semipermanentes o permanentes, y que se desarrolle la explotación de recursos espaciales como minería de materiales. Y a más largo plazo, la fabricación en órbita o en algunos otros cuerpos. Es parte de un camino que estamos empezando a andar. Van a ser unos 20 o 30 años súper interesantes en el desarrollo de la industria espacial”.
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