Yerba Buena: un potencial turístico sin explotar


Vecinos coinciden en que la ciudad podría convertirse en un punto de atracción. Imaginan un teleférico, una remozada Primera Confitería y una avenida Perón que se asemeje a una costanera. Pero antes, piden que las cloacas dejen de rebasar y que se construyan veredas. Las autoridades apuntan que faltan hotelería y obras de infraestructura.

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INCOMPARABLES. Desde los cerros las vistas hacia la ciudad forman parte de los principales atractivos paisajísticos que ofrece Yerba Buena. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ.-
Hay una persona que cree que Yerba Buena podría ser el vivero de la Argentina; se llama Leandro Mleziva. Hay otra que dice que la ciudad tiene un potencial turístico único; se llama Martín Merino. Y hay quien imagina a la avenida Perón como una costanera, aunque sin río; se llama Martín Ramos. Los tres, vecinos, piensan que el municipio podría convertirse en un destino turístico. No están solos: ciudadanos, gobernantes y empresarios coinciden en que la veta está; falta explotarla.
Y es que, si el tiempo acompaña, los fines de semana son una demostración de cómo ha crecido Yerba Buena como foco recreativo. Las colas de vehículos estacionados en los restaurantes de las avenidas Aconquija y Perón; la invasión de caminantes y ciclistas en las sendas de Horco Molle y el hormiguero humano en el que se convierten los shoppings son datos de la realidad.
Ante eso surgen preguntas: ¿qué hace que una ciudad sea o no turística? ¿Yerba Buena tiene una veta turística? De ser así, ¿entonces hay que favorecerla? ¿Cómo se garantiza la sostenibilidad social, cultural y ambiental? ¿Alguien ha asumido el ‘lobby’ del sector? ¿Qué es un turista? ¿Cómo influyen en el paisaje urbano quienes, desde localidades cercanas y de a cientos, invaden el distrito?
Tenemos un plan
La primera definición de Agustina Simón Padrós -directora de Turismo municipal- es la siguiente: “entendemos que Yerba Buena es un polo turístico, pero no se encuentra explotado”. Trascartón, proporciona cifras que acreditan sus dichos: el hotel Howard Johnson; la posada Arcadia y las hosterías Aconquija y El Corte son los únicos establecimientos habilitados para ofrecer camas. Entre los cuatro, suman unas 340 plazas. Así las cosas, entre sus deberes anota que debe conseguir inversiones en hotelería. A vuelo de pájaro, sostiene que se necesitan dos hoteles y un hostel más, al menos. Hoy, bastan un campeonato de parapente o de mountain bike -añade- para que en esas camas no quepa ni la mitad de los participantes.
¿Acaso es la actividad deportiva el motor de la turística?, se le pregunta. Contesta que sí; que el deporte aventura es parte de la identidad de la ciudad. Menciona también el mérito de la gastronomía, y opina que las avenidas Perón y Aconquija funcionan como corredores gastronómicos. A propósito, Dino Alfieri -secretario de Relaciones Institucionales- cuenta que franquicias de comida mexicana y de sushi preparan su desembarco.
Compromiso
Semanas atrás, Yerba Buena le entregó al Ente Tucumán Turismo un boceto de lo que podría madurar en su plan estratégico, con el objetivo de que la ciudad sea declarada turística. De ese modo, accedería a beneficios y debería reunir competencias. En ese documento se lee que, cuando un municipio elige ser turístico, debe asumir ese compromiso como una alternativa económica. La decisión implica un acuerdo de las partes: gobiernos, residentes y empresarios.
A juzgar por lo leído, esa conversión podría abrir la puerta de las oportunidades. Así lo cree Sebastián Giobellina -presidente del Ente-. Lo cree cuando dice que hay que fortalecer las ferias artesanales. Lo cree cuando habla del desarrollo del sendero de largo recorrido entre Yerba Buena y Tafí de Valle. Y lo cree cuando menciona la conformación de un corredor hacia San Javier.
Es decir, lo que Giobellina pretende es transformar en producto aquello que no lo es. Su narración sigue con el avistaje de aves en la Reserva Experimental de Horco Molle. Entonces se le pregunta si podría pensarse en Yerba Buena como un diamante en bruto: ¿cuenta con atractivos naturales, pero carece de equipamiento y de marketing? “Yo no diría que carece -responde-, sino que sus ofertas son incipientes. Le falta calidad, infraestructura y promoción”.
-¿Cuáles son las perspectivas?
- La ciudad todavía no ha explotado turísticamente. Nos encontramos en los albores de empezar a trabajar en serio.
- ¿Hay alguna propuesta para la Primera Confitería?
- Estamos pidiendo, fervientemente, que saquen al inmueble de la Ley de Patrimonio Cultural. Cada vez que aparece un inversor, acaba desistiendo porque el Estado le prohíbe que voltee esas paredes. Pero la realidad es que lo que ha quedado en pie ya no sirve.
La confitería de la que habla se encuentra situada en el camino a San Javier. Fue inaugurada el 22 de mayo de 1938. Le pusieron de nombre Parque Aconquija, pero la gente la llamaba primera confitería, puesto que era la escala inicial hacia la Hostería de San Javier. Formó parte del programa de obras públicas de los gobiernos de Miguel Campero y de Miguel Critto. El objetivo -en aquellos tiempos- era la conquista de la montaña. Cuando las preferencias del público declinaron, la construcción se deterioró. En 1990 decidieron clausurarla. Hoy, el edificio se encuentra abandonado y bajo el amparo de la ley de patrimonio (7.535).
La propuesta de Giobellina trae aparejada otra idea: quiere que se construya, junto a una remozada confitería, la base de un teleférico, un sistema de transporte aéreo constituido por cabinas colgadas de una serie de cables. En unos días -revela- recibirá un presupuesto. “Hoy, ese edificio es tierra de nadie. En el ránking de reclamos, ocupa el primer puesto. Me encantaría echarle mano. Pero no puedo tocar ni un ladrillo”.
Calidad y marca
Como principio, Bernardo Racedo Aragón -actual gerente comercial de una aerolínea y ex titular de Turismo de Tucumán y de Salta- aclara que un turista es aquel que transcurre más de 24 horas fuera de su domicilio y a 50 kilómetros de distancia, de mínima. Tras la definición, lo que queda claro -opina él- es que en Yerba Buena confluyen muchas personas de esa ciudad, y de ciudades linderas, que, sin ser consideradas turistas, hacen uso de sus ofertas.
Para atender los requerimientos de esos visitantes -reflexiona- faltan productos de calidad. Calidad, porque en el imaginario social -prosigue- esa es la impresión que causa Yerba Buena. “Todo lo que se preste, debe ser de calidad. Si la Perón es considerada una avenida deportiva, la gente tiene que tener lugares donde dejar su bicicleta”, ejemplifica.
A eso habría que agregarle -completa- el desarrollo de la marca. Racedo Aragón considera que, actualmente, sólo el Estado municipal tracciona la marca Yerba Buena. En vez, tendrían que adoptarla, también, el sector privado y los ciudadanos.
Seguridad y servicios
Dice Andrés Battig, gerente del Howard Johnson, que esa cadena hotelera confía en las características de la ciudad para convertirse en un destino turístico. De hecho, por eso desembarcaron allí. Y entre esas cualidades menciona la cercanía con el cerro, los corredores gastronómicos, el movimiento comercial y, finalmente, el golf. “Son muy pocos los lugares del país con cuatro campos del nivel de los que se encuentran aquí. Condiciones, tenemos. Nos está faltando desarrollarlas como producto turístico y salir a venderlas de modo coordinado”, destaca.
Toca escuchar a Juan Pablo Juliá, el director de la reserva de Horco Molle. Y toca oírlo porque, en los últimos tiempos, ese parque -uno de los principales atractivos de la ciudad, a decir de las autoridades- ha sido noticia... pero en las páginas policiales. Primero, ocurrió cuando la comunidad de bikers viralizó un video en el que se veía, ahí dentro, unos pinchos clavados en la tierra y ocultos debajo de ramas: habían sido puestos para que los ciclistas pasen por encima, rompan sus ruedas, caigan y sean atacados. Después, se robaron $ 80.000 y un pájaro de las oficinas administrativas.
Lo que Juliá dice es que ya no sabe a quién recurrir para frenar la inseguridad en las sendas. Que ha hablado con el intendente, Mariano Campero, y con las autoridades policiales. Y que, pese a los pedidos y a las denuncias, no hay presencia policial en los caminos del cerro. “La seguridad provista por el Estado es insuficiente. Considerando el potencial turístico de la zona, hace falta un poco más de atención”, piensa. Se calcula que entre 2.000 y 3.000 personas ingresan en esos predios, a caminar o a pedalear, cada fin de semana.
Aire soñador
Hay una persona que se subyuga con el verde, intenso y perpetuo; se llama Leandro Mleziva. Hay otra que habla de Yerba Buena como la puerta de acceso al cerro San Javier; se llama Martín Merino. Y hay quien piensa que con paredes de countries no habrá turismo, e imagina a los inversores donando metros de espacios públicos; se llama Martín Ramos. Los tres creen que el municipio podría convertirse en un destino turístico. No están solos en su inquietud. La veta está; falta explotarla.

> PUNTO DE VISTA
Antes que con el turista, la ciudad necesita ser amable consigo misma
SOLEDAD NUCCI | LA GACETA
Yerba Buena podría ser una marca poderosa. Su vocación como ciudad verde, deportiva, recreativa y turística debiera convertirse en una de sus mayores fuentes de empleo genuino. Pero no ha habido, en esta última década, acciones integradas en esa dirección.
Hoy, residentes, empresarios y gobernantes coinciden en que el municipio cuenta con las condiciones naturales para favorecer el desarrollo del turismo. Montarse a ese tren implica no sólo una inversión en aquello que guarde relación con la actividad, como hospedajes, recreación, comercios y gastronomía. Implica -sobre todo- mejoras en la infraestructura urbana y en el modo en que las personas se vinculan entre sí en los espacios públicos.
Lo que necesita un viajero es lo mismo que necesita un ciudadano: veredas que inviten a pasear; automovilistas que cedan el paso, en vez de acelerar; semáforos que ordenen las esquinas; calles que no escupan cloacas; senderos de montañas en los que no se roben bicicletas. Una ciudad amable con el turista lo es, primero, consigo misma. Alcanzar esa amabilidad no es una incumbencia del Estado, únicamente. La tarea les compete a todos los actores. Porque a fin de cuentas, el turismo también nos ayuda a madurar como sociedad.

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