La ruta de las revelaciones
El viaje a Tafí del Valle constituye una experiencia en sí mismo. La ruta serpentea por la Reserva Natural Los Sosa, descubriendo la belleza de la quebrada y acompañada por el murmullo del río. Los miradores y playones invitan a detenerse, sacar fotos y admirar el verde de las yungas. ¿Qué mejor que manejar despacio y disfrutar el paisaje?
Una belleza de paisajes inesperados sorprende al viajero que sube por primera vez a Tafí del Valle por la ruta provincial 307. Pasando la localidad de Santa Lucía, en el kilómetro 20, el escenario cambia de color. Una densa y espesa vegetación envuelve el camino. Como si una enorme puerta se abriese, ingresamos al Valle de Tafí, mientras en el horizonte se dibujan, imponentes, las siluetas de las montañas. De esta manera comenzamos a transitar por la Reserva Natural Los Sosa, un área protegida provincial de más de 800 hectáreas donde habitan decenas de mamíferos y aves. Desde aquí empieza una subida sinuosa, rodeada de árboles como el laurel, la tipa, el horco molle, el nogal, el lapacho, el cebil, el cedro, el tarco y el timbó.
Por la quebrada, a la par de la ruta, corre el río Los Sosa, que trae desde Tafí un agua fría y cristalina, sobre un lecho de enormes rocas. A la altura de Pasada Honda encontramos “El Mirador del Río”, el primer parador que permite al turista disfrutar del contacto con las yungas. Sobre una plataforma de madera, los visitantes pueden sacarse fotos a orillas del río Los Sosa.
En dos camionetas llegan dos familias conformadas por 11 integrantes. Vienen de los barrios Tradición y Mariano Moreno, de la capital de Santiago del Estero. Claudio Mou cuenta que el año pasado hicieron una visita fugaz durante la nevada que cayó en la zona de los Valles. Entusiasmados, este año vinieron con más tiempo, dispuestos a pasar un fin de semana en la villa y disfrutar los paisajes que ofrece a su paso la ruta 307. El mirador también es el lugar elegido por los pescadores de truchas para internarse en el río.
La próxima foto para los visitantes es en el Monumento al Indio. Junto a la escultura, obra de Enrique de Prat Gay, queda la posibilidad de retratar el imponente panorama de los cerros y las quebradas. Marcelo Fernández y Verónica Gorena conforman una pareja tucumana que está de vacaciones. Aprovechan la presencia del periodista de LA GACETA para pedirle una foto junto al monumento. Fernández cuenta que están subiendo a Tafí por primera vez, parando para sacarse fotos al costado de la ruta. “En una hora y media o dos llegamos a la villa, pero no disfrutamos del camino y de los paisajes que tenemos en Tucumán”, sostiene Fernández.
Pasando el Indio se acentúa el camino sinuoso, que bordea grandes precipicios y exige al conductor la mayor concentración. En épocas de lluvia puede sorprenderlo una intensa neblina. A la altura de “La Heladera” la temperatura baja. Algunas cascadas pueden resultar tentadoras para sacarse fotos, pero es necesario encontrar un punto con la suficiente banquina para estacionar bien y no provocar un accidente.
El Mirador de la Cruz y la ermita de la Virgen de Las Flores son dos puntos muy visitados por los turistas, con un amplio playón para estacionar. Hay que subir unas empinadas escaleras, pasar primero por la ermita, y luego de unas decenas de metros se llega hasta al mirador. Allí está enclavada una gran cruz de madera.
Desde este mirador pueden verse la sinuosa silueta de la ruta 307 y la quebrada Los Sosa en todo su esplendor. Sólo se escucha el sonido del viento y el murmullo del río que surca su propio camino. La tranquilidad apenas se interrumpe por una bandadas de loros que miran desde los frondosos árboles. Considerada una de las mejores rutas, la 307 invita al placer de manejar y embeberse de un paisaje único.
Por la quebrada, a la par de la ruta, corre el río Los Sosa, que trae desde Tafí un agua fría y cristalina, sobre un lecho de enormes rocas. A la altura de Pasada Honda encontramos “El Mirador del Río”, el primer parador que permite al turista disfrutar del contacto con las yungas. Sobre una plataforma de madera, los visitantes pueden sacarse fotos a orillas del río Los Sosa.
En dos camionetas llegan dos familias conformadas por 11 integrantes. Vienen de los barrios Tradición y Mariano Moreno, de la capital de Santiago del Estero. Claudio Mou cuenta que el año pasado hicieron una visita fugaz durante la nevada que cayó en la zona de los Valles. Entusiasmados, este año vinieron con más tiempo, dispuestos a pasar un fin de semana en la villa y disfrutar los paisajes que ofrece a su paso la ruta 307. El mirador también es el lugar elegido por los pescadores de truchas para internarse en el río.
La próxima foto para los visitantes es en el Monumento al Indio. Junto a la escultura, obra de Enrique de Prat Gay, queda la posibilidad de retratar el imponente panorama de los cerros y las quebradas. Marcelo Fernández y Verónica Gorena conforman una pareja tucumana que está de vacaciones. Aprovechan la presencia del periodista de LA GACETA para pedirle una foto junto al monumento. Fernández cuenta que están subiendo a Tafí por primera vez, parando para sacarse fotos al costado de la ruta. “En una hora y media o dos llegamos a la villa, pero no disfrutamos del camino y de los paisajes que tenemos en Tucumán”, sostiene Fernández.
Pasando el Indio se acentúa el camino sinuoso, que bordea grandes precipicios y exige al conductor la mayor concentración. En épocas de lluvia puede sorprenderlo una intensa neblina. A la altura de “La Heladera” la temperatura baja. Algunas cascadas pueden resultar tentadoras para sacarse fotos, pero es necesario encontrar un punto con la suficiente banquina para estacionar bien y no provocar un accidente.
El Mirador de la Cruz y la ermita de la Virgen de Las Flores son dos puntos muy visitados por los turistas, con un amplio playón para estacionar. Hay que subir unas empinadas escaleras, pasar primero por la ermita, y luego de unas decenas de metros se llega hasta al mirador. Allí está enclavada una gran cruz de madera.
Desde este mirador pueden verse la sinuosa silueta de la ruta 307 y la quebrada Los Sosa en todo su esplendor. Sólo se escucha el sonido del viento y el murmullo del río que surca su propio camino. La tranquilidad apenas se interrumpe por una bandadas de loros que miran desde los frondosos árboles. Considerada una de las mejores rutas, la 307 invita al placer de manejar y embeberse de un paisaje único.
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