Luciano Pereyra: "Las cicatrices forman parte de mi vida"
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En terapia.En diálogo con el doctor Abadi, el cantante habla de los problemas de salud que sufrió: "Estuve al borde de irme".
¿Cómo llegaste a la música?
Entré en la música sin saber. Viene por mi papá, toca la guitarra y canta.
¿Profesionalmente?
Quiso, pero las circunstancias no lo dejaron. El es de Concordia. Vino con mucha gente a pelearla a Buenos Aires. Después se quedó en Luján y conoció a mi madre, que es de Misiones.
¿El te transmitió esa pasión por la música, esa sensibilidad y ese amor?
Sí, tengo un hermano mayor al que quiso hacer músico y no... ese trabaja (risas). El había dejado un tiempo la guitarra. Un día vino del trabajo y encontró su guitarra desacomodada, con los dedos marcados. Me preguntó si había sido yo y le respondí que no, obviamente. A los cuatro años ya estaba haciendo los primeros acordes.
Notable.
Sí, pero de verlo a él tocando y cantando todo el día. De ahí en más, mi papá se entusiasmó para enseñarme y motivarme aún más, por eso me mandó a un profesor que me divertía muchísimo.
¿Desde los 4 años?
A los 5. El profesor no me quería enseñar porque decía que a esa edad no sabía leer ni escribir. Me cuenta mi papá que le contesté al profesor: "Usted es profesor, enséñeme". Y arranqué: cantaba en los actos escolares, en las peñas.
Tu padre se dio cuenta de que no se trataba de hacer músico a otro por cuenta de uno, sino de que el músico naciera y uno pudiera verlo.
Así fue. Mi padre fue una gran influencia para recrear mi oído. No sólo folclore: Dyango, Roberto Carlos, Mercedes Sosa, Horacio Guarany, Gardel, Beatles, mariachis. Yo tenía en una mano la guitarra y en la otra, la pelota. No me dio para jugar a los soldaditos o a los autitos. Me divertía irme a los campos con mi pelota o con mi perro a jugar.
¿Sos solitario?
Bastante. Me gusta mucho el hecho de la reunion familiar y de los amigos, pero me llevo bien con la soledad, no la paso mal.
Si sos amigo tuyo algunas veces te tenés que pelear con vos.
El hecho de la exigencia también. Cuando sobreexijo de un lado, mi amigo interior me pide que baje un cambio.
Un técnico y un jugador adentro, que se escuchan y se respetan.
Es el laburo que hago a diario para que se respeten y se escuchen lo mejor posible. Hay un momento en que disfruto de estar solo conmigo. Mi profesión tiene que ver con mucha gente.
Sos un armonizador...
Con lo que voy aprendiendo, me gusta más hacerme cargo de lo que hago y de lo que me pasa. Y para que la mayoría de las decisiones sean buenas tengo un buen equipo de laburo, en el que confío.
Quiere decir que aceptás la crítica. Permitís esa mirada para crecer.
Tengo gente de confianza en el equipo. Me lo van a decir con la mejor onda para que pueda crecer. Lo mismo hago yo.
¿Tu madre gravitó como tu papá en el desarrollo de tu carrera?
Es la suma de ellos dos. A mi padre le gusta hablar con todo el mundo. El es muy conocido en Luján porque es pintor de casas y porque está en todos los festivales que hay en la ciudad. Mi madre es mucho más reservada, más pensante.
Tu padre permite que el principio de realidad de tu madre no sea tan real, y tu madre permite que el soñar de tu padre se despierte a veces. Con eso armás tu propio argumento.
Tengo dos lugares para caer: con mi papá sé caer por el lado de la música y con mi mamá, cuando tengo que organizar. ¡Me encanta!
¿Sabés pedir?
No podía hasta hace un par de años. Ser tan solitario y desde joven tan independiente me impedía pedir. Se me dificultaba porque me había visto en la hermosa posibilidad de dar. ¡Y me sentí tan contento de poder dar! Cuando alguien necesita me gusta estar y en un momento me di cuenta de que yo también necesitaba. Ahí empecé a probar. Cuando le dije a mi hermano y a un amigo si me ayudaban, ellos aceptaron y fue lindo.
Que lo que podemos brindar nutre: eso hace bien.
Porque no estamos solos acá. Uno suele ser medio egoísta, pero me hace muy bien dar. A veces no me cuesta nada.
Cuando salís a escena y te está recibiendo tanta gente, debe haber una experiencia ritual en la que das y recibís mucho.
Es muy fuerte. Siempre me pregunto cómo explicarla. Es muy difícil.
¿Esto se desvanece al entrar en situación de relación con tu público?
Cantar es, para mí, un grito afinado. Un grito entonando la melodía.
Decís: "Canto porque quiero decir, para comunicar y ser escuchado".
Me resulta mucho más fácil cantar lo que me pasa que contar lo que me pasa. La música tiene eso de poder resumir una vida en los tres minutos y medio que tiene una canción. Esa capacidad de que, en tres minutos, te reíste, lloraste y bailaste. La música te pasa por un millón de estados y es maravilloso. Yo hablo mucho de esto con Horacio Guarany.
¿Cómo fue cantar para el Papa?
Ese día no fue tan significativo para mí, ¿sabés? Tenía 18 años -ahora tengo 33- y fui a Roma con mi hermano, a cantarle a un Papa y con dos millones y medio de personas celebrando. Canté Sólo le pido a Dios. La noche anterior no dormí porque venía con la adrenalina de los ensayos y era todo muy loco.
¿En qué año fue?
En 2000. Esa tarde canté y llamé a mis padres, que lloraban y que habían estado haciendo entrevistas por ese tema. A la noche tampoco dormí bien porque tenía que volver enseguida a Buenos Aires y volar al toque hacia Salta por un concierto. Mis padres me esperaban allá. Toqué y todos lloraban emocionados. Hasta me habían ido a esperar al aeropuerto. Fue muy sorprendente todo.
¿Tomaste conciencia de lo que pasó?
Apenas llegué de Roma, antes de volar a Salta donde estaban mis viejos, pasé por casa. Llegué con la valija, con la guitarra y me quedé un ratito con mis perros... Sobre la mesa, un diario decía: "Luciano Pereyra, dos millones y medio de personas". Y ahí me bajó la ficha. Después pasé por la cocina, donde mi mamá tenía su mini santuario, porque yo soy muy creyente.
¿Cómo es tu historia con los perros? Te veo acompañado por el tuyo.
Me crié con perros, siempre fueron parte de la familia. Siento que es un amor muy puro el que te da el animal. Hace poquito tiempo se me fue uno, que tenía hace 14 años y era como parte de mi familia. Hemos compartido muchas cosas, pero uno aprende que son ciclos en la vida.
Rocky, el que trajiste a la entrevista, ¿se va con vos de viaje?
A veces, sí. Me gustan mucho los perros, me dan tranquilidad, paz.
¿Rocky se lo pusiste por la película?
Sí, me gusta el personaje porque simboliza el esfuerzo. Yo soy deportista, me gusta entrenar. Uno de los entrenamientos más completos es el boxeo y lo practiqué. Rocky es como muchos de los boxeadores que vienen del Interior, que se matan por tratar de llegar a un lugar que sea la gloria para ellos.
Te gustan el desafío y la lucha. Y para que haya lucha tiene que haber una resistencia y una oposición.
Exacto, para eso se sale a correr. Yo salgo a correr por el Golf de Palermo porque vivo por ahí. Es donde te encontrás con vos mismo. Me pasa con el ejercicio y con la pesca: me pongo a hablar mucho conmigo.
¿Tuviste grandes sufrimientos?
Sí. Tuve problemas muy graves de salud.La primera fue jodida; la segunda, peor. Estuve al borde de irme. Como dice un amigo: "Te revolotearon los cuervos".
¿Hace cuánto tiempo?
Hace tres años fue la última. Estuve internado durante treinta y cinco días por un divertículo en el esófago que había vuelto a salir. Me tuvieron diez días en coma farmacológico.
¿Queda registro traumático?
Ya no.
¿Lo tenés trabajado y elaborado?
Hace poco tiempo pude hablarlo en una mesa familiar de domingo. Después, me di cuenta de la libertad con la que lo conté. Eso quiere decir que ya está.
Forma parte de la historia y no del presente amenazante.
Pero el miedo siempre está. Soy bastante nostálgico, pero de esto no.
De esto, mejor no negarlo para que no se instale; sí, gastarlo para que integre una historia que te enriquezca.
La ampolla se está haciendo callo. Si me saco la remera, veo cicatrices por todos lados. Es inevitable, siempre las voy a ver. Lo importante es que sé que forma parte de mi historia y de mi vida.
En la Edad Media, los nobles que se dedicaban a la guerra estaban muy preocupados cuando algunas cicatrices no honraban su cuerpo.
Sí, y qué bueno. ¡Qué deshonra no tener ninguna cicatriz!
Las cicatrices como símbolo de honor.
Al principio me daban cosa. Un día, estábamos jugando un partido de fútbol y nos tocaba ponernos en cuero o quedar en remera para identificarnos. Entonces, me saco la camiseta para jugar y David Bisbal, mi gran amigo español, me dice: "Pareces un torero". No sabía si explicar toda la situación o no, y sólo le dije que había tenido un problema de salud. Hoy, gracias a Dios, puedo jugar al fútbol, puedo cantar.
Superando esa angustia de muerte que perturba.
Y ya pasé por el "¿por qué a mí?" Y después por el "¿por qué no a mí?". Hay gente que la pasa peor. Yo tengo la gracia de poder contarlo.
Cada uno tiene singularidad. Y todos tenemos una carretera de historias.
Fue chocante y me costó elaborar el por qué a mí. Fue a los 28 años. Pensé que eso le pasa a gente más grande. Al lado de mi habitación, en la clínica San Camilo, había una chica más joven, con una enfermedad embromada y me mandaba cartitas. No supe más nada de ella, me gustaría volver a saber. Me daba aliento, ¡Ella, que tenía una enfermedad, tal vez, peor!
¿Estás casado?
No, en este momento estoy soltero.
¿Tuviste una novia importante?
Sí, fue la persona que estuvo muy al pie del cañón, al lado mío. Como pareja no funcionó, pero es una excelente persona que estuvo ahí, bancandola. No fue fácil.
¿Estás muy agradecido, no?
Sí, muy. No sólo a ella, también a mucha gente que, viéndome caído, hacía cadenas de oraciones, mandaba cartas. Eso es parte de lo que uno recibe por haber dado, aun sin darse cuenta. Hay personas que me dicen: "Con tus canciones me casé y hoy tengo hijos". O viene una madre y me cuenta: "Mi hijo, con problemas, te escucha y baila". Es la posibilidad de que con la música se muevan tantas cosas. A veces me olvido de lo que produce la música en mí. Me pregunto: "¿A mí qué me hace la música?" Y caigo: la música me hace feliz, que no es poco.
¿Te hace cosquillas las ganas de la paternidad? Sí. Y nació un sobrinito. Mi hermano fue padre de nuevo y soy tío por tres.
¿Aparece la fantasía o lo ves lejos?
Lo veo, no sé si lejos o cerca. Primero hay que conseguir con quién.
Muchas gracias, Luciano.
Fue un gusto enorme. ¡Qué bueno charlar así! Me hizo mucho bien.
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