La historia del niño asesinado por denunciar a sus explotadores


Sábado, 16 de Abril de 2016 15:43
Iqbal Masih


El 16 de abril de 1995, Iqbal Masih, un niño pakistaní de 12 años, había participado de la ceremonia del domingo de Pascua porque por propia elección quiso ser católico en tierra musulmana. Mientras pedaleaba de regreso a su aldea, unos disparos mortales lo derribaron de su bicicleta. Dos años antes había escapado de una fábrica de alfombras en la que vivió como esclavo durante seis años. No lo dejaron ser niño: a los 4 años fue esclavizado por el dueño de la fábrica que lo lo obligaba a trabajar más de 12 horas diarias, a veces encadenado. Su vida fue cedida como parte de pago de una transacción económica. Los tratantes lo consideraron "libertario" y desobediente. Escapó del maltrato y de la desnutrición y formó parte de una organización de liberación de esclavos desde la que contó al mundo la cruda realidad que padecían miles de niños como él. Un disparo terminó con su corta y valiente vida tras celebrar la Resurrección de Jesús. En ese momento nació su legado.

Iqbal nació en 1982 en el seno de una familia muy pobre de Pakistán. Cuando cumplió 4 años su padre lo cedió como esclavo a un fabricante de alfombras para saldar una deuda de 600 rupias, contraída para pagar la boda de su hijo mayor (según la costumbre, de sacrificar a los hermanos menores para colaborar con el matrimonio del más grande). Desde el momento en que ingresó a la fábrica, Iqbal fue obligado a trabajar entre 12 y 16 horas diarias por una rupia y una única ración de comida. La mayor parte del tiempo estaba encadenado a un telar y lo sometían a fuertes golpizas. La posición incómoda en la que debía estar (de rodillas sentado sobre sus pies) durante tanto tiempo le provocó serias lesiones en las articulaciones, y la constante labor en alfombras e hilados le ocasionó artrosis y deformación en los dedos y muñecas.

Así vivió 6 largos y duros años, hasta que a los 10 logró escapar. La casualidad jugó a su favor y cambió el destino al que parecía condenado: conoció a Ehsan Ullah Khan, un joven militante de los derechos de los esclavos y creador del Bhatta Mazdoor Mahaz (BMM) o Frente de los trabajadores de los ladrillos (otro foco de esclavitud que sometía a familias enteras que trabajaban de sol a sol) mientras encabezaba una reunión en la que hablaba de los derechos de las personas esclavizadas. Era un destacado estudiante de abogacía en Lahore y junto a su movimiento libertario hicieron una reunión en el pueblo donde Iqbal era esclavo. No está claro cómo el niño supo que esa asamblea se realizaría, pero junto a otros compañeros participó del encuentro y no dudó en tomar el micrófono para contar la manera en la que los explotaban y obligaban a vivir.

Khan se sintió conmovido por la crudeza del relato del niño y decidió pagar la deuda que la familia Misah tenía y, de ese modo, liberar a Iqbal y a los demás pequeños. Luego los llevó a Lahore para que fuesen tratados dignamente y comenzaran a recibir educación. Iqbal ya se perfilaba como líder infantil: hizo conocer públicamente lo que sucedía en varios telares de alfombras delante de distintas organizaciones y al poco tiempo fue muy bien reconocido en su pueblo, pero el propio Gobierno de Pakistán, que en 1992 había firmado una convención que prohibía la esclavitud de menores por deudas familiares, hacía caso omiso de sus quejas y denuncias. Su voz firme comenzó a ser escuchada más allá de las fronteras de su país y eso generó malestar entre los tratantes que se beneficiaban del trabajo infantil.

Luego de escaparse de la fábrica de alfombras, Iqbal participó de una asamblea organizada por la BBM. Al día siguiente, un diario publicó un articulo contando sobre ese niño y escribió un textual: Tengo que sentarme en la misma posición durante muchas horas. No me permiten moverme durante mis doce horas de trabajo diario. No nos conceden días libres. Incluso los niños enfermos no pueden descansar, cuelgan a algunos de mis pequeños compañeros cabeza abajo hasta que enferman mucho más. Nos pegan latigazos en la espalda o en la cabeza cuando dormimos o trabajamos más lento, o nos dejan sin comer. Si intentamos escapar, nos amenazan con echarnos aceite hirviendo. Tenemos tanto miedo, que no nos atrevemos a ayudarnos los unos a los otros.

Para 1993, Iqbal ya era indiscutido símbolo de la oposición al trabajo esclavo, especialmente el desarrollado por adolescentes y niños trabajadores (NT) de los telares de Pakistán. En ese mismo año, la cadena de televisión sueca hizo un documental (Kaleen) que tuvo al joven líder como protagonista. Una vez más, realizó denuncias detalladas de las inhumanas condiciones a la que eran sometidos los NT y cerró con una de las frases por las que luego sería recordado: "Ahora no tengo miedo, es mi patrón quien me teme". Al mismo tiempo que esas imágenes comenzaron a recorrer el mundo, la OIT iniciaba su primera campaña contra la explotación infantil. Meses después fue invitado a Suiza, Suecia y a los Estados Unidos, desde donde se afianzaba en su lucha en contra de los telares que empleaban a menores y sus objetivos comenzaban a tomar luz: logró hacer un boicot internacional al negocio de los telares, que logró que se cerraran varias fabricas en su tierra y que muchos otros niños fueran liberados.

Iqbal Masih en una protesta publica en una de las calles de Pakistán. Reclamó por los derechos de los niños y denunció el trabajo infantil, lucha que le costó la vida.

En 1994, visitó escuelas de los Estados Unidos y allí contó que su sueño era ser abogado para defender a todos los niños forzados a trabajar. Participó de una conferencia en una escuela donde destacó que "las únicas herramientas de los niños debían ser los lápices y que en vez de amos explotadores debían tener maestros que los educasen". Ese año recibió el "Premio Reebok a la juventud en acción" en reconocimiento a su lucha por la infancia del mundo. Paradójicamente, al tiempo se conocía un informe de la cadena internacional de noticias CBS que denunciaba a esa multinacional porque también utilizaba mano de obra infantil para confeccionar sus mercaderías en Pakistán.

Entre sus actividades, Iqbal adoraba ir a escuelas para compartir charlas con los estudiantes y participar de reuniones con militantes de otras causas. Quienes lo escuchaban quedaban anonadados y admirados. Nunca dudó en continuar con sus denuncias, pese a las amenazas. Le ofrecieron permanecer en Boston, pero optó por volver a su tierra porque era allí donde él tenia mucho por hacer.

Luego se la muerte de Iqbal, en Pakistán se abrió la primera escuela en su homenaje. Fue construida gracias al aporte de miles de estudiantes estadounidenses tras la iniciativa de un grupo de alumnos a los que el líder visitó.

La figura menuda de Iqbal Masih se volvió inquietante para la mafia, molesta por sus denuncias que ya se habían convertido en boicot internacional: "No compres estas alfombras. Están hechas con la sangre de niños". Las amenazas contra su vida no tardaron en llegar.

Pese a ello, en 1995, Iqbal regresó a Pakistán negándose a vivir en Lahore y con seguridad. Antes de salir de los Estados Unidos, había dicho que en su tierra había aún mucho por hacer y que era allí donde tenía que estar.

El 16 de abril de 1995, Iqbal Masih paseaba en bicicleta junto a otros niños, cerca de Muridke (aldea vecina de Lahore). Luego de salir de un oficio religioso por el domingo de Pascua, fue emboscado por un aldeano que le disparó. Cayó herido y murió poco después. Llevaba un morral cruzado sobre su pecho en el que encontraron una Biblia y una estampita de Jesucristo. Su muerte no fue investigada. No hubo culpables, aunque eran de público conocimiento las amenazas que le habían hecho miembros de la mafia de las alfombras y del trabajo esclavo.

Al saber de su muerte, los estudiantes de la escuela secundaria Broad Meadows, en Quincy, Massachusetts, perplejos y conmovidos ante este crimen, iniciaron una campaña para que todos los estudiantes donaran 12 dólares, número símbolo por la edad a la Iqbal que fue asesinado. El objetivo era que uno de los sueños del líder fuera cumplido. Lo lograron: en 1997 se construyó en Pakistán la primera escuela con su nombre. Un año después, la ONU proclamó en todo el mundo el 16 de abril como el "Día Mundial contra la Esclavitud Infantil".

Iqbal Masih fue asesinado a los 12 años, luego de que denunciara la cruda realidad que escondía el trabajo esclavo de niños en Pakistán. Durante 6 años fue severamente golpeado y trabajó encadenado.

No hay fecha exacta y existe desacuerdo bibliográfico sobre su nacimiento, pero el día de su asesinato, el 16 de abril de 1995, se convirtió en el día de concientización sobre el trato a los niños y él se trasformó en el gran estandarte de la lucha contra el abuso infantil, contra de quienes los condenan a la esclavitud, robándoles la infancia. Actualmente, más de 250 millones de niños trabajan en todo el mundo, y al menos 150 millones lo hacen en condiciones peligrosas. Se estima que más de un millón de menores son víctimas del tráfico humano.

En Argentina,"aproximadamente el 7% de los niños con edades comprendidas entre los 5 y los 14 años trabaja para que sus familias satisfagan sus necesidades alimentarias y de salud", devela un informe de la ONG Humanium que además detalla sobre el resto del mundo:

-En el sudeste de Asia y en el Pacífico, las niñas son vendidas para abastecer las redes de prostitución o para trabajar como empleadas domésticas. Muchos niños son vendidos a fábricas textiles como trabajadores sin paga para cubrir las deudas de sus familias.

-En África, los padres venden a sus hijos, a menudo a cambio de ganado (por lo general, un niño se vende por una vaca). Estos menores son explotados en plantaciones o en minas, o se convierten en trabajadores domésticos.

-En América del Norte y América Latina, los niños son víctimas de la prostitución para satisfacer el apetito perverso de turistas y son explotados cada vez más por los narcotraficantes.

-En Europa, los niños son secuestrados, proporcionando mano de obra barata o abasteciendo a las redes de prostitución que proliferan en Europa del Este.

En tanto, el sitio de noticias español elmundo.es asegura que "más de nueve millones de niños, niñas y jóvenes de todo el mundo viven con su infancia rota porque están sometidos a alguna forma de esclavitud contemporánea, al ser obligados a trabajar (5,7 millones), explotados sexualmente (casi 2 millones), son víctimas de trata (más de un millón) o se convierten en niños soldado (unos 300.000)".



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