La crisis de la escuela pública


VIERNES 28 DE OCTUBRE DE 2016
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Se ha ido extendiendo en los años de este siglo la creencia de que conviene más inscribir a los alumnos de los niveles primario y secundario en la escuela privada que en la pública. La razón que mueve a las familias a tomar esa decisión se vincula en buena medida con el hecho de que los paros docentes perjudican el aprendizaje de los alumnos, lo cual no ocurre en los establecimientos de enseñanza privada, puesto que su personal no adhiere con frecuencia a las medidas de fuerza que deciden los sindicatos. Esto ha contribuido a modificar las conductas que imperaron décadas atrás, cuando las preferencias de los padres se inclinaban por las escuelas públicas.
A diferencia también del pasado, los comportamientos del magisterio y del profesorado oficial pasaron a responder a las decisiones de los gremios, que acudieron al recurso de las huelgas para el logro de sus reclamos. Esa línea de conducta, que se observa en la escuela oficial, ha producido no sólo una reducción del tiempo que se dedica a las clases, sino también un deterioro de la organización de la vida familiar, que es otra dimensión de los inconvenientes.
Se gestaron así problemas que han llevado a muchos padres a inscribir a sus hijos en las escuelas privadas, parroquiales y evangélicas. Se modificaron así conductas que fueron tradicionales y, en ese sentido, los datos estadísticos muestran claramente cómo se va invirtiendo la situación vigente en el siglo pasado. En efecto, entre 2015 y 2016, el éxodo de los colegios estatales fue de 20.069 alumnos y la incorporación a los establecimientos privados alcanzó a 19.500 chicos del nivel primario.
Si se considera el período que va entre 2003 y 2015, la merma de inscriptos en la escuela oficial ha sido de 433.549 alumnos, es decir, el 11,5% de la matrícula. En cambio, en los colegios privados hubo un aumento del 27%. Asimismo, en las provincias llama la atención el número de alumnos que deja la escuela oficial. En Jujuy se ha reducido la matrícula en un 30% en los años de este siglo; en Catamarca, Chaco, Neuquén y Tucumán la reducción fue del 22%, aproximadamente, en el mismo lapso.
Los padres que deciden el cambio de inscripción de sus hijos indican que la razón que los mueve es que desean que cursen en establecimientos donde no haya paros, condición indispensable para una mejor enseñanza.
El mismo comportamiento familiar se advierte en cuanto a los niveles inicial y medio, de manera que, mientras la inscripción en los jardines estatales, en el lapso que va de 2003 a 2015, creció en un 27%, en la privada el aumento fue del 64%. En el secundario, en un período semejante, el crecimiento de la escuela oficial fue el 14% y en la privada, del 23%.
El gobierno anterior ocultó la verdad del cambio mediante una falsa estimación: el crecimiento de preferencia por la enseñanza privada era una consecuencia del mejor nivel económico, conclusión ajena a toda verdad.
Para comprender con mayor precisión las causas de la decadencia de la escuela oficial, es necesario reiterar algo que hemos comentado recientemente en estas columnas: la falta de un número suficiente de docentes en los niveles primario y medio, por jubilación de los titulares, y la carencia de graduados en número suficiente para sustituirlos.
Esto es muy notorio en numerosas escuelas de la ciudad de Buenos Aires, donde se ha recurrido a soluciones precarias: habilitar a estudiantes del magisterio o reunir en un aula a miembros de dos cursos. La crisis que esta realidad refleja es la declinación de las vocaciones docentes de otrora. Se hace indispensable abrir nuevas perspectivas a las carreras de magisterio que incentiven a la juventud a asumir tan noble profesión.

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