Sinfónica Nacional: una gran orquesta en tierra de nadie

Entrevista a Ciro Ciliberto


A casi setenta años de su creación, la principal orquesta del país todavía no ha resuelto problemas básicos. Sinfónica Nacional: una gran orquesta en tierra de nadie
A pesar de su revitalizada temporada 2017, que incluye una gira de conciertos en China y Corea del Sur (ver aparte), la Sinfónica Nacional continúa siendo siendo una especie de orquesta clase B. No en términos de su jerarquía artística, sino de sus condiciones de existencia. La orquesta clase A vendría a ser la Filarmónica de Buenos Aires (“sinfónica” y “filarmónica” son dos modos distintos de nombrar lo mismo), que tiene su sede y su estructura de funcionamiento en el Teatro Colón.
La Orquesta fue creada en 1948, sin una sede propia, y hasta hoy, a sólo un año de cumplir su 70°Aniversario, sigue siendo un organismo paria. Con la inauguración del CCK parecía que al fin había encontrado su morada. Hubo motivos para pensarlo así, ya que en las bases del Concurso Internacional de Anteproyectos para el Centro Cultural del Bicentenario, como se iba a llamar el Palacio de Correo en 2006, antes del enloquecido bautismo de último momento, en el rubro “Programa de necesidades” quedaba claro que el Palacio de Correo alojaría los 5 organismos nacionales que funcionaban en el Cervantes, con sus respectivas dependencias administrativas: orquestas Sinfónica Nacional y Filiberto, coros Polifónico Nacional, de Jóvenes y de Niños.
La Sinfónica tiene efectivamente su sala principal en la Ballena Azul, pero su sede administrativa todavía funciona en una oficina del piso 11 del Teatro Cervantes. Hernán Lombardi todavía no le ha cedido una oficina en el gigantesco Palacio; da la impresión de que a la Sinfónica el Auditorio se lo prestan, y da también la impresión de que la división de lo que tradicionalmente era Cultura de la Nación entre el pomposo Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos y el Ministerio ha sido fatal para la Orquesta, que quedó en una nueva tierra de nadie: en cierto modo pertenece al Ministerio y en cierto modo al Sistema de Medios, o sea que no pertenece a nadie.
“En un momento estaba perfectamente claro que el CCK sería la sede la Sinfónica -explica a Clarín Ciro Ciliberto, director de programación de la Sinfónica y, desde el retiro de Pedro Calderón como titular, la cabeza ejecutiva más visible del organismo-, pero al fin de la gestión anterior no se estableció ni se firmó una documentación en tal sentido. Al no contar con una documentación que lo avalase, y al quedar Cultura dividida entre el Ministerio y el Sistema de Medios, nos quedamos sin sede. Más allá de la buena acogida que nos dio el director Gustavo Mozzi, que además es un colega, lo que tenemos es una suerte de residencia de conciertos, no de sede. La orquesta es visitante, huésped, llega y se va. Tiene una sala de ensayos, pero todavía no se ha podido definir un área operativa, de dirección y de producción. Desde luego que nosotros no pretendemos que la Ballena Azul sea el auditorio exclusivo de la Orquesta. Pensamos en una programación de largo plazo que tenga sus espacios para la música de cámara, la música popular, las orquestas o conjuntos visitantes, como pasa en la Philarmonie de París.
-¿No es un absurdo que un edificio de 110 mil metros cuadrados no cuenten con una oficina propia?
-Espacio no falta. El problema es la consideración que se tenga de la Orquesta. En cualquier lugar del mundo, cuando se piensa en una orquesta se piensa en un organismo con su sede. Esto es básico. Tras el retiro dePedro Calderón como director titular, para la Sinfónica sería fundamental contar en este momento con un director principal invitado. Pero cuando llamás a un director le tenés que ofrecer un proyecto, y ese proyecto tiene que tener un lugar de localización, un lugar donde va a poder preparar sus temporadas, sus ensayos, donde va a poder recibir a colegas y músicos, un lugar que no sea un bar, como ocurre hoy. La orquesta no tiene página propia en la Web. ¿Cómo habría de tenerla si no tiene una sede? Todas las orquestas del mundo tienen una página, y en esa página lo primero que aparece es una sede.
-¿Cuáles son sus expectativas con relación a esto?
-Las temporadas fueron exitosas, o sea que tanto Medios como Cultura han tenido su nivel de aprovechamiento positivo de lo que fue el funcionamiento de la Orquesta. Pero la Orquesta no es un asunto de los ministerios sino un asunto del Estado, que debería ser pensado en profundidad en el más alto nivel.
-Pero la idea del más alto nivel del Estado puede resultar una abstracción. No me imagino a un Presidente de la República pensando en un proyecto para la Sinfónica Nacional. Alguien o un grupo de personas tiene que elaborarlo y presentárselo, por ejemplo, al Ministro de Cultura.
-Es necesario, en principio, llamar a una discusión amplia. La Orquesta tiene sus visiones y hay otras que se deben consultar. Es parte de una profunda discusión, que involucre a músicos, musicólogos, críticos, asociaciones musicales y, por qué no, filósofos. Porque si ves el decreto de fundación de 1948 te das cuenta de que ahí hay otra pluma, no la de un mero funcionario del Estado. El decreto dice que se funda la Orquesta para el apoyo, el desarrollo y la promoción de músicos, solistas, directores y compositores argentinos, pero “sin descuidar el diapasón internacional”.
-Linda metáfora la del “diapasón internacional”.
-Sí, y muy importante, porque define un horizonte amplio, no cerrado. Tiene el valor de que, en una época en la que el Estado estaba muy fuertemente volcado a lo nacional, alguien tuvo la audacia de plantear algo que puede estar vigente hasta ahora.
-En ciertos aspectos la orquesta está bastante por fuera del “diapasón internacional”. No sólo debe ser la única sinfónica del mundo sin sede propia, sino que debe ser la única que da gratis absolutamente todos su conciertos, como viene ocurriendo desde hace unos diez años.
-Esto tiene que ser parte de la discusión. En algunos momentos los conciertos han sido gratuitos, en otros no. Se han hecho conciertos pagos para asociaciones, ciclos pagos en el Gran Rex, ciclos pagos en el Auditorio de Belgrano, ciclos gratuitos en la Facultad de Derecho. Hace unos años había una Asociación de Amigos de la Sinfónica que cobraba y eso podía redundar en algún beneficio para el funcionamiento de la orquesta, como por ejemplo el adelanto de pagos para las editoriales por el alquiler del material. En un momento, la Asociación de Amigos dejó de funcionar. Y en la gestión anterior no se discutió el tema. No creas que hay un concepto detrás de esto; simplemente, no se lo pensó. Es como si toda la actividad de la orquesta fuese un gran acto de difusión. Pero esto debería replantearse. La orquesta debería realmente profesionalizarse, pero para esto falta una decisión y un concepto de política cultural.
¿Podría pensarse en una refundación de la Sinfónica?
Absolutamente. A setenta años de su creación, habría que crear las condiciones para una refundación. Para eso necesitaríamos pensar qué orquesta queremos. Definir una orquesta no es sólo definir una temporada de conciertos. Hay una cantidad roles. Está el aspecto académico, los proyectos con las universidades, las pasantías, los directores jóvenes, los compositores en residencia, los conciertos gratuitos pero también un ciclo de abono que no lo sea. El tema de la gratuidad o no gratuidad debe ser pensado dentro de una totalidad.
Mientras tanto, sin directores titulares ni principales directores invitados a la vista, ¿cómo se toman las decisiones artísticas?
La Orquesta tiene una comisión artística. En su momento la integraban los solistas. Después la Orquesta decidió votar. Y en las votaciones aparecen los músicos de más alto nivel profesional: Andrés Spiller, Marcelo Balat, José Araujo, Pablo Fenoglio, María Eugenia Castro Tarquini, además de los concertinos Xavier Inchausti y Luis Roggero. Ahora se sumó Gustavo Rosso en la producción general. Entre todos estamos tratando de definir la temporada del 70°Aniversario. El problema es cómo. La Filarmónica tiene un sistema de precontrato dentro de las pautas de las orquestas del mundo. La Sinfónica tiene un sistema de contratación dentro del conjunto de locaciones de obras para todo el estado. Como los contratos para cualquier proveedor, de modo que Martha Argerich es tratada como si fuera una imprenta. Hay otros modelos para tomar, incluso de organismos provinciales.

Obras contemporáneas, grandes solistas y una gira por Oriente
Más que a la manera de un ciclo único y continuo de conciertos, la temporada de la Sinfónica Nacional está concebida en función de distintos “espacios” o núcleos temáticos.
Así, el núcleo Sinfónica Contemporánea presentará obras (algunas en estreno mundial) de Guillo Espelñ, Daniel Sprinz, Osías Wilensky y Martín Matalón, además de la obra ganadora del Concurso Nacional de Composición OSN 2016; mientras que el programa Sinfónica Contemporánea Internacional (en coproducción con el ciclo de Música contemporánea del Teatro San Martín) presentará obras de Ksalevi Aho, Dai Fujikura y Marcos Franciosi.
La obra del argentino Franciosi, un Concierto para órgano, percusión y orquesta, fue especialmente concebida para el gran órgano de la Ballena Azul, instrumento que tendrá además su propio ciclo con la Misa Glagolítica de Janacek, la Primera sinfonía para órgano y orquesta de Alexandre Guilmant y Sueños de verano de Daniel Doura.
Habrá un ciclo de Solistas Internacionales: el chelista Mischa Maisky (10 de noviembre), el violinista Shlomo Mitz (6 de octubre) y el pianista Nelson Goerner (28 y 30 de junio).
Del 1 al 15 de septiembre tendrá lugar la gira por China y Corea, con los directores Günter Neuhold y Mariano Chicchiarini y con los solistas Nelson Goerner y Marcelo Nisinmann (bandoneón). En Corea, las actuaciones serán en el marco del Maru International Music Festival de Busan, mientras que la escala china incluye presentaciones en Beijing, Shangai y QuinDao.

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