"Tenés que nadar y no pensar en nada", dicen los bañeros del rescate que se hizo viral
“Para saber entrar, hay que saber salir”, decía el Flaco Menotti, en los ‘80, por TV. El domingo pasado, tres bañistas comprobaron que, precisamente, en la inmensidad del mar también rige aquella regla futbolera. Con la diferencia de que al enfrentar a las olas, uno no corre el riesgo de perder el balón, sino que puede poner en juego su propia vida. Y quienes están ahí para advertirlo -a veces sin ser escuchados- y para actuar cuando ya no queda otra son los guardavidas.
Carolina Uriarte (26), Nicolás Acuña (24) y Sebastián Belloni (37) se alternan en esa tarea en el puesto fijo de la bajada más céntrica de Monte Hermoso. Los dos primeros estaban de turno aquel día, pasadas las 14, cuando, pese a la bandera rojinegra de mar peligroso, dos personas igual se metieron. “Entraron nadando, muy confiados y no tuvimos tiempo de prevenirlos para que no fueran tan lejos. Cuando quisieron pegar la vuelta, no pudieron”, describe ella. Cuando gritaron ¡rescate! el mar estaba revuelto, con un oleaje intenso y tiraba tanto para adentro que un tercer hombre que quiso socorrer a sus amigos, dos hermanos, también quedó atrapado por la corriente de retorno. “A veces por querer ayudar, complican”, acota Carolina, la primera en asistir a los bañistas. Nicolás vio la escena con binoculares y envió el mensaje por Handy, antes de salir corriendo hacia el sitio. “Lo primero fue que mantuvieran la cabeza fuera del agua. Le di el torpedo (elemento de flotación) a uno de ellos y me quedé agarrando al tercero, el más robusto, que no colaboraba porque estaba acalambrado y muy nervioso”, cuenta el más joven del grupo. “A veces uno se confía en que el agua le llega a la cintura, pero una ola se la deja en el cuello. Como les pasó a estos bañistas que se sienten cómodos porque la corriente va para adentro y piensan que también va a ser igual para salir”, acota. Sebastián volvía al puesto a las 16 y estaba almorzando en una carpa cercana. “Mi mujer me dijo ‘los chicos están en un rescate’ y vi que un ladero (un guardavidas del puesto más próximo, a 300 metros) pasa corriendo. Me saqué la ropa y salí”, cuenta. Al aproximarse al mar, solo veía un torpedo y se guiaba por las indicaciones desde el mangrullo.
Guardavidas de Monte Hermoso, rescate. FOTO JOSE LOPEZ
Después de más de 8 minutos de dura porfía y con la ayuda de otros bañeros y personas llegó el alivio. “Formamos una cadena humana, nos abrimos, hicimos una filita india y salimos. Pero nos costó mucho llegar al punto en el que pudimos sacarlos”, reconoce Nicolás, que nunca había pasado tanto tiempo dentro del agua en un rescate. “Fue lo más fuerte de las cinco temporadas que llevo en Monte”, reconoce Carolina, la kinesióloga y triatleta tandilense, que publicó la filmación del rescate en su Facebook y llevó la hazaña a miles y miles de internautas. “Cualquiera en mi situación, hubiera hecho lo mismo”, aporta, sobre su rápida reacción estampada en video, Sebastián, a quien le tomará un tiempo volver a probar el mismo plato que no alcanzó a digerir, cuando debió internarse en el mar.
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Como a los bomberos, a los guardavidas, el reconocimiento les suele llegar después de horas dramáticas y muy esforzadas. Y con una paga que, pese a que los convenios de Utedyc y Sugara ubican los sueldos básicos entre $15.000 y $17.000 y los brutos por encima de los $20.000, en el bolsillo, la cifra suele ser bastante menor.
Para muchos, su imagen sigue asociada a las que vemos en los spots veraniegos: diversión, chicas bronceadas, música, tragos… “Hay gente que nos valora mucho y otros que dicen que nos la pasamos tomando sol… No lo tomo como un trabajo, sino como algo que hago con muchas ganas. Trabajo y estudio todo el año y para mí, estas son mis vacaciones” describe Nicolás. “No nos pagan por las 8 horas que estamos acá, sino por ese minuto o esos 8 minutos que nos necesitaron esa vez. El tema es que no sabés cuando pueden llegar esos minutos y hay que estar preparados para responder bien” agrega.
En esa respuesta, también juegan un rol decisivo los elementos con los que cuentan para trabajar. Amén de los salvavidas que hay en cada puesto, solo el central cuenta con una soga para internarla en el mar.
Clarín pudo saber también que los rescatistas de Monte Hermoso no cuentan con moto de agua, pero sí con un gomón con el que recorren a diario el extenso tramo de la costa donde hay servicio de guardavidas y miles de bañistas. En Mar del Plata, pese a que hay 4 motos de agua y 3 semirrígidos, los patrullajes no son constantes, sino solo cuando ocurre una emergencia. “Siempre hace falta más, pero de a poco, cada año, nos vamos equipando mejor” dice el coordinador del operativo de seguridad en las playas marplatenses, Daniel Mestralet.
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