Enfermedades, mafia de remedios y carencias en la Venezuela de la crisis

El régimen de Maduro


La ausencia de medicamentos dispara epidemias. La malaria pasó de 120 casos a 241.000 en un año. El sistema de vacunas está desmantelado, dicen expertos.
Enfermedades, mafia de remedios y carencias en la Venezuela de la crisis
Escasez. Los estantes, casi vacíos, en una farmacia de Caracas. Faltan medicamentos esenciales para una cantidad de enfermedades. /AFP
Con el celular en la mano Sonia llama una y otra vez para conseguir eutirox, sus pastillas para la presión. “Hace una semana que no las tomo”, dice con los ojos hundidos. El marido de María Teresa es diabético, “pero no se la puedo dar porque ya no queda insulina en el mercado”. Zuleika necesita vacunar a su hijo contra el sarampión, y hace una semana que la provisión desapareció de los hospitales. Para ellas hay un sólo camino: “el bachaqueo”, el mercado negro donde tienen que pagar 20, 50, 70 dólares, una fortuna para el venezolano medio.
El país caribeño vive una profunda y peligrosa catástrofe sanitaria. Muy lejos del explotado relato ideológico, la realidad demuestra que la espesa telaraña de corrupción, ineptitud y desidia fueron las causantes de la crisis, que ya emerge como un iceberg, incontrolable.
“Solamente dos países en el mundo han retrocedido en el combate a la malaria. Uno es Ruanda, y el otro Venezuela. Un retroceso a una velocidad alarmante”, dice el doctor Julio Castro. En un gráfico animado lo ejemplifica: “En 2015 hubo sólo 120 casos de malaria, y en el 2016 subió a 241.000”.
Indignado con la situación, el infectólogo recuerda que “Venezuela estuvo entre los primeros países de la tasa de vacunación en los años 80 y 90”, ahora, remarca, “estamos en el puesto antepenúltimo”. “Por ejemplo, para estar bien en la tasa de vacunación del sarampión tenés que estar por encima del 80% de la población, y nosotros no llegamos al 40%. Y estos son datos oficiales”, aclara. “Entonces, qué pasa, reaparece el sarampión, vuelves a tener difteria, malaria, todas enfermedades que estaban bajo control. Eso es porque el sistema de vacunas está desmantelado”.
Eduardo Mata, médico pediatra intensivista, advierte que el peligro no se circunscribe a la frontera venezolana: “Es peligroso para nosotros, pero también para toda América Latina porque estas enfermedades se pueden extender a varios países fronterizos. Incluso puede reaperecer la polio”. “Nosotros tenemos una bomba de tiempo en Venezuela”, enfatiza.
Los especialistas explican que el país tiene una deuda de tres años con los principales laboratorios por el tema vacunas, y que por lo tanto dejaron de proveer los insumos. Pero el otro tema grave es el oscuro destino de los fondos oficiales.
“Detrás del tema medicamentos hay un tema de corrupción. El gobierno no le da los dólares a la industria farmacéutica, pero le asigna dólares a unos personeros, especialmente militares, que compran con coimas medicamentos directamente en otros países, entre ellos Argentina”, denuncia Castro. “Mirá lo que es el negocio: el dólar oficial está a 10 bolívares y en el paralelo a 4.000 bolívares. No hay negocio más lucrativo en el mundo, ni con la droga se logra esa ganancia. Entonces ese dinero se pierde en la especulación y nunca llegan los medicamentos. Es un sistema perverso”, lanza con desprecio.
Victoria es bióloga y trabaja en una clínica de Altamira. “Hay una escasez general, independientemente del área de salud en la que trabajes. Es tan sencillo como que no encuentras gasas, ni los medicamentos más elementales. Es un horror poder conseguir los antibióticos. No hay pastillas anticonceptivas. La única manera es caer en el bachaqueo. Un antibiótico que en una farmacia debería estar a 400, 500 o 1.000 bolívares, tu lo consigues a 8.000 o 10.000. La otra alternativa es que familiares o amigos que viajen al exterior te lo traigan, pero claro a precio de dólar”.
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Aracelis tiene la mirada cansada, pero su voz resuena fuerte. “Yo perdí un tío por la escasez de medicamentos. Era diabético y no conseguimos insulina ni las pastillas para la presión que tomaba. Le vino una insuficiencia renal y murió”, cuenta.
Mata da un dato aún más escalofriante en el ámbito pediátrico: “Yo estoy viendo una disminución de 2 a 3 kilos de peso en los niños, pese a que no presentan una enfermedad concreta. Y eso es por la carencia de alimentos. No ingieren las proteínas y las vitaminas necesarias. Sólo se alimentan con carbohidratos. La nutrición balanceada desapareció en Venezuela”.
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En este circuito de carencias, los chicos son los más afectados. “Los antibiticos de uso corriente como la amoxicilina, penicilina, cefalosporinas es un lío conseguirlo. Lo mismo los bronco dilatadores o los nebulizadores. Tampoco hay leches especiales para niños que salen de la lactancia. Con la diarrea volvimos a los métodos de 40 o 50 años atrás, porque ante una emergencia terminamos preparando soluciones caseras con azúcar y sal”.
Castro señala que “esto viene desde hace diez años, pero en el 2014 empezó a profundizarse la falta de medicamentos e insumos”. “Te doy un dato: en esta clínica privada nuestra paleta de antibióticos está por el orden de los 22 productos, y nosotros sólo tenemos cuatro. Tenemos pacientes con bacterias para los cuales no tenemos antibióticos”, dice.
El infectólogo explica que una red de médicos de los principales hospitales del país llevan adelante un programa, llamado “Encuesta Nacional de Hospitales” (ENH), donde detallan las carencias. “Tomamos como base la lista de medicamentos esenciales de la Organización Mundial de la Salud, que son 134, y descubrimos que un 71% de esos fármacos no se consiguen”, puntualiza.
El problema, explica, “es que tienen precio controlado y la industria farmacéutica no tiene interés en traerlos. Un medicamento que cuesta 6 dólares en otras partes del mundo, aquí sale 20 centavos de dólar, entonces las farmacéuticas no lo traen”.
De acuerdo al informe ENH de este año, están inoperantes o intermitentes entre el 89 y el 97 de los servicios de diagnósticos. “Esto a causa de falta de insumo y repuestos. En radiología lo más problemáticos con los reactivos. Todo eso se paga en dólares, por lo tanto cada vez hay más restricciones de las compañías para traerlo”, relata. Y se pregunta: “¿De qué me sirve ver a un paciente si no le puedo hacer una placa, un estudio de sangre y orina?” La crisis es devastadora para los pacientes, pero también para el ánimo de los médicos. “Es desesperante. Al principio tenías alternativas, pero ahora no. Llegué al punto de tener que hospitalizar pacientes porque no hay antibióticos en la calle, entonces no lo puedo dejar ir. Acabo de tener un paciente tres semanas hospitalizados porque en la calle no hay antibióticos y aquí algo conseguimos”, dice, aferrándose a una voluntad endeble.
En la calle, Zuleika sigue buscando la vacuna contra el sarampión para su hijo, y Sonia las pastillas para la presión. Los caribeños perdieron hasta la alegría..

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