“Los padres, por miedo, se pusieron estrictos”


Pocos chicos se reunieron en la esquina de 25 de Mayo y Santiago del Estero

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LA ESQUINA. Así estuvo la intersección de 25 de Mayo y Santiago, ayer. Había más policías que de costumbre. la gaceta / foto de analía jaramillo
Una semana después del asesinato de Matías Albornoz Piccinetti, la convocatoria de adolescentes cayó estrepitosamente en la esquina de 25 de Mayo y Santiago. Los pocos que se dieron cita en esa zona ayer, reconocieron que, tras el crimen, los adultos se volvieron más estrictos a la hora de controlar lo que hacían sus hijos a la salida del colegio.
“Sé de muchos chicos a los que los padres los obligaron a volver a la salida. Hay una especie de paranoia después de lo que pasó”, admitió J., un joven de 17 años del Colegio Nacional.
Tras el crimen, que se dio en un enfrentamiento entre adolescentes, los vecinos y comerciantes de la zona habían explicado que los jóvenes siempre se reúnen allí los viernes para comer en un local de comida rápida -que tuvo muchos menos clientes que de costumbre- y que las peleas eran moneda corriente. Ayer, no hubo ni rastro de esas convocatorias de cientos de alumnos. En esa esquina que suele estar abarrotada de delantales y uniformes, sólo resaltaban cinco policías que se apostaron allí temprano, mientras otros tres efectivos caminaban por el lugar. Todos ellos estaban alertas ante una posible movilización al lugar para un homenaje a Albornoz Piccinetti que finalmente no se realizó. De hecho, no se vieron alumnos del Gymnasium allí.
“Los padres, por miedo, se pusieron más estrictos. De todos modos, creo que las prohibiciones fueron más para los varones que para nosotras, por el tema de las peleas. También estimo que tuvo que ver un poco el día frío y la lluvia”, opinó M., una muchacha del Instituto San Martín. Gran parte de los adolescentes que estaban en la zona eran de este establecimiento.
“Jamás había visto tan poca cantidad de jóvenes en la Santiago un viernes a esta hora”, se asombró Pablo Álvarez, un estudiante universitario que esperaba el colectivo. “Al menos, se pudo caminar”, aportó Rosa Medina, vecina de la calle Laprida.
Sobre Santiago del Estero al 400, lugar en que el joven recibió la puñalada fatal, la presencia de jóvenes fue aún menor. Los únicos movimientos que se veían eran los de las personas que esperaban el colectivo y las que hacían una larga fila para pagar impuestos en un drugstore.
“Creo que en todas las casas se habló del tema y los adultos comenzaron a preguntar algunas cosas. A mí no me dijeron nada porque no suelo quedarme en esta esquina, pero creo que todos los padres están con miedo”, afirmó M., un chico de 14 que no dijo a qué escuela asiste pero que llevaba un delantal blanco, y que pasaba por el lugar donde fue atacado el alumno del Gymnasium.
“Ahora no va a pasar nada. Todo el mundo está mirando para acá. Además, los chicos también tienen miedo, calculo. Nadie se quiere morir. La que importa es que no se olvide lo que pasó, porque, si no, van a volver las peleas”, cerró A., una muchacha de 17 años.
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