El dengue mató a su hermana y estuvo a punto de cobrarse también su vida
Miércoles, 29 de Abril de 2020 08:59
FOCO INFECCIOSO. Hay que erradicar los basurales para evitar la proliferación del mosquito Aedes aegypti. LA GACETA / ANTONIO FERRONI.
Terminó de almorzar y fue a recostarse. No se sentía bien. Tres días antes de aquel fatídico 2 de abril, cuando había comenzado a sentir una fiebre muy alta, el médico le había diagnosticado una infección urinaria. Mauricia Trejo nunca se enteró de que en realidad tenía dengue. Se desmayó mientras descansaba. Su hermana, Elizabeth, estuvo con ella en sus últimos instantes de escasa lucidez. Le hacía preguntas. De repente Mauricia, de 43 años, ya no podía responder. Su cuerpo simplemente colapsó.En la casa de los Trejo, en el barrio Crucero Belgrano, el mundo se detuvo por unos segundos. Elizabeth gritó que llamaran a la ambulancia. Y se inició así la historia de una odisea que tuvo el peor final. “Nos damos cuenta de que tenía el cuerpo repleto de sarpullido y un médico nos dice que podía ser dengue hemorrágico. Llamo al 107 y me dicen que la traslade a un sanatorio (mi hermana tenía una prepaga). Le pedí por favor llevarla a un hospital; no sabíamos cuánto nos iba a costar una internación privada y si podíamos afrontar el gasto. Acceden y vamos al Avellaneda. Al llegar, nos avisan que no había lugar, que la llevemos al Centro de Salud”, relata.
Sin poder manejar su enojo, Elizabeth decidió ir hasta ese hospital. “La reciben en la guardia. Unos 40 minutos después, me dicen que no hay cama, que había que llevarla al hospital del Este. Mi hermana seguía desmayada. Cuando llegamos a la Banda del Río Salí, adivinen... Nos dicen que no había médico de guardia”, recuerda con los ojos empapados.
Elizabeth, que presentía lo peor, hizo un escándalo. “Mágicamente apareció un médico y la internaron”, cuenta. Esa era la última vez que la iba a ver con vida. Al día siguiente, la trasladaron al hospital Padilla porque tenía un derrame cerebral. Le hicieron una cirugía. Unas horas después le avisaron a la familia que Mauricia no tenía prácticamente actividad cerebral. Ya no había nada que hacer. Como consecuencia del dengue, había sufrido un accidente cerebro vascular (ACV) hemorrágico.
La de Mauricia fue la primera muerte en la provincia por dengue. Generó dolor e impotencia entre sus familiares y amigos. Ella era catequista de la parroquia San Ramón Nonato, ubicada a pocas cuadras de la casa donde vivía con su hermana, su mamá y algunos sobrinos. La zona es hoy la más afectada por la epidemia de dengue.
Para Elizabeth la pesadilla no iba a terminar con la muerte de Mauricia. El mismo día que enterraban a su hermana, comenzó a sentir que le subía la temperatura y que su cabeza iba a estallar. “Era como si alguien me hubiera puesto ladrillos sobre el cráneo. Entré en pánico. Me di cuenta de que era dengue, fui a un sanatorio y pedí ayuda inmediatamente. No quería correr el mismo riesgo de mi hermana”, detalla la joven.
Dos días después su estado se agravó. Tenía un dolor insoportable en los huesos y no podía parar de vomitar, relata. Volvió a la clínica y quedó internada por cinco días, en estado de gravedad. “Me hacían análisis todos los días para ver cómo estaban las plaquetas y si estaba coagulando bien. La enfermedad me afectó el hígado. Es una patología que debemos tomar en serio porque es gravísima. Mató a mi hermana y pudo haberme matado a mí también. No entiendo que los médicos les den paracetamol y manden a los pacientes a la casa sin advertirles los riesgos”, reclama la joven de 28 años, que es estudiante universitaria y jugadora de voley.
Como si fuera poco, también una sobrina se vio afectada por la picadura del Aedes aegypti, el mosquito transmisor del virus.
Han pasado 10 días desde que no tiene síntomas. Sin embargo, Elizabeth aún siente que el virus está en su organismo y no se puede recuperar. “Le aconsejo a la gente que no se conforme con lo que le dicen en los CAPS, que saquen dinero de donde sea y se hagan estudios en la sangre para ver las plaquetas, cada 48 horas. Eso hace la diferencia. Nunca sabés cuándo se puede complicar todo”, resume.
El pánico también le ha quedado en el cuerpo. Sabe que si vuelve a contagiarse de dengue su situación podría más grave. Por eso, ya no sale ni a la puerta y ha decidido mudarse a la casa de otra hermana, hasta que la epidemia le dé un respiro al barrio.
Los casos dengue continúan aumentando en Tucumán y ya suman 1.227, informó el Siprosa. Entre el lunes y el martes se confirmaron 66 nuevos pacientes con la enfermedad. Las autoridades piden extremar los cuidados para prevenir los contagios: sacar los recipientes que puedan acumular agua y servir de criadero para el Aedes aegypti, usar repelentes y consultar ante cualquier síntoma (fiebre alta, dolor retroocular y muscular) al teléfono 0800-555 8478. /La Gaceta
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