IN MEMORIAM. CARLOS NINE FUE UN CREADOR COMPULSIVO DE HISTORIAS


 
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Los múltiples oficios terrestres que desempeñó el ilustrador, pintor y escultorCarlos Nine, que falleció el sábado a los 72 años, lo convirtieron en una figura icónica de la cultura argentina, a la que dotó de un corpus de obras como “Fantagas”, “Keko el mago” o “El patito Saubón” que combinan la destreza técnica con una poética ligeramente nostálgica y al mismo tiempo reveladora de la naturaleza humana, analiza la agencia Telam.

Tan venerado en la Argentina como en Francia -donde publicó una veintena de libros y su nombre equivale al de un prócer indiscutido-, Nine fue el más plástico de los historietistas pero lejos de abastecer un imaginario elitista, siempre reivindicó su condición de autor popular, de ahí que sus filiaciones conduzcan a la historieta antes que a la pintura de caballete.

Creador compulsivo de historias, escritor, autor de varias obras teatrales, caricaturista e ilustrador de clásicos literarios, este hombre nacido en Haedo -la misma localidad que su admirado Alberto Breccia- moldeó su imaginería observando meticulosamente las obras de artistas como Francisco Goya, Odilio Redon y Max Ernst.

Acaso su vocación diletante sea una herencia de su padre, violinista y zapatero al mismo tiempo. Durante su infancia, el ilustrador solía pasar las tardes ayudando en la zapatería de la calle Juan B. Justo, pero también solía acompañarlo los sábados cuando tomaba su violín y se reunía con sus compañeros de la orquesta de tango que animaba bailes multitudinarios en los suburbios de Buenos Aires.

“Mi afición por el dibujo era inocua, casi una gracia infantil, hasta que mi viejo tomó la decisión, un día cualquiera, de quitar los zapatos de la vidriera del negocio y exponer para el barrio mis dibujitos. Esa mañana de sábado, pasando casualmente por ahí, no podía creer lo que veía. Dos o tres vecinos ponderaban mi ‘obra’ desde la vereda. Me puse colorado y seguí mi camino, pero ya era otra persona”, evocó alguna vez.

El ilustrador templó su mano de artista en las escuelas nacionales Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón y desplegó un derrotero profesional que abarca medios nacionales y del extranjero, como El Periodista, Clarín, Le Monde o The New York Times.

En los 80, integró el equipo de la mítica revista “Fierro”: para sus páginas creó personajes como Keko el Mago y el pato Saubon. También por esos años fue artífice de algunas de las tapas más logradas de la revista “Humor”, donde leyó en clave satírica el clima enrarecido que marcó la transición de la dictadura a la democracia recuperada en 1983.

El ilustrador también escribió e ilustró sus propios libros, entre los que figuran “Crímenes y Castigos” (1991), “Fantagas” (1995), “Gesta Dei”, y “¡Oh merde, les lapins!”, celebrados por la crítica.

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