Celina Bermejo: enseñar en una escuela vandalizada


PARA LA NACION
DOMINGO 11 DE SEPTIEMBRE DE 2016
Foto: Ignacio Sánchez
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Dos personas marcaron la vocación docente de Celina Bermejo. Primero, la impulsó su madre, una profesora de matemáticas que eligió dar clases particulares para estar cerca de ella y su hermana. "¿8 por 7?", las sorprendía en la fila de un supermercado. "Capitales de países", soltaba en una sobremesa.
Cuando cumplió 15 años, un profesor joven la enamoró de la materia Lengua y literatura. La hizo leer a Cortázar y Quiroga. Así, se volvió adicta a las palabras. Cuando terminó el secundario, ingresó en el profesorado de Lengua y Literatura. Y en 2004, comenzó a trabajar como profesora en el colegio Esteban Echeverría de Hurlingham, la primera secundaria pública del partido donde nació y vive con su esposo y sus dos hijos, de 8 y 10 años.
"A veces entran y roban. A veces entran y rompen. A veces entran y grafitean. A veces entran y queman." Así explica la vulnerabilidad de la escuela. El 11 de agosto pasado llegó para dar clases y había un patrullero en la puerta. No se imaginó lo peor, sino lo de siempre: "Me di cuenta que habían vuelto a entrar. Otra vez el vandalismo". Dice que debe ser la décima vez desde que ella es profesora. Además de la sala de profesores y el quiosco de la cooperadora, habían quemado el salón de 2° año donde da clases. A Celina le duele. Son heridas que tardan en cicatrizar. Más en los chicos. La mayoría proviene de familias en situación de vulnerabilidad social.
Hasta que no refaccionen el aula, debe dar clases en la biblioteca y el olor a quemado "es espantoso". A veces, se mudan al laboratorio y trabajan entre tubos de ensayo y bateas. Dice que lo más terrible para los 21 alumnos de su curso es ese deambular y "no tener un lugar propio". Apenas señala que son 21, se corrige y cuenta que tres abandonaron. No dice que haya sido el incendio. Lo más probable es que la causa se deba a los problemas en los hogares.
Por estos días, leen Prohibido suicidarse en primavera. Una obra de Alejandro Casona que, según Celina, "ayuda a reflexionar sobre la tristeza y cómo salir adelante en un tono risueño". A sus 36 años, está segura de que "muchos descubren que disfrutan de la lectura", "entienden que lo que hacen en clase los ayudará a vivir mejor" y que "pensar los hará vivir con mayor libertad".

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