DÍA DEL NIÑO ... Viaje al corazón de la infancia
Abrimos el arcón de los juguetes de algunas personalidades para saber cuáles fueron sus entretenimientos preferidos y qué cosas conservan de su niñez. De paso, nos ofrecieron un recorrido por sus mágicos primeros años de vida.
¿Cómo olvidar ese juego de tacitas de té que un Día del Niño su vecina le regaló? Ese obsequio le sacudió la infancia a Gladys “La Bomba” Tucumana. De la misma forma, la enrulada muñeca Shirley Temple que una vez le compraron a la actriz Rosita Ávila quedó grabada a fuego en su memoria. El autito eléctrico que no se caía de la mesa fue lo mejor que alguna vez tuvo el corredor Lucas Mohamed.
¿Quién no recuerda cuáles eran sus juguetes favoritos? Hay quienes van más allá y no solo lo han conservado en su memoria. Ahí están, en algún rincón de un armario, un trencito, un peluche, un playmóbil, una bebota... listos para llevar a sus dueños de viaje al corazón de su infancia, a lo que quizás fueron los días más felices de sus vidas.
Dos de cada dos de cada diez adultos conservan chiches de su niñez, según un estudio de la consultora D’Alessio IROL en todo el país. Para los hombres, la diversión más memoriable gira entorno a la pelota. En cambio, para las mujeres los patines son los objetos inolvidables de sus primeros años de vida.
Y, ¿por qué guardar juguetes? Para mostrárselos a los hijos, de puro nostálgicos y -¿por qué no?- para sacarlos de vez en cuando y jugar sin preocupaciones.
El psicólogo Javier Kirschbaum, un coleccionista de objetos del pasado e ideólogo del museo interactivo “La Juntada” nos da algunas pistas para entender por qué el hombre siempre trata de acudir al juego, de rescartar algo de su infancia ya dormida, como una forma tal vez de buscar esa libertad perdida. O algo más...
“Teóricamente, Sigmund Freud lo explica con estas palabras: a través del juego el niño consigue dominar los acontecimientos, pasando de una actitud pasiva a intentar controlar la realidad. Al igual que sucede en el sueño, el juego manifiesta fundamentalmente dos procesos: la realización de deseos inconscientes reprimidos y la angustia que producen las experiencias de la vida misma”, explica el psicólogo, que de niño era fanático de los muñecos de Playmóbil.
“Durante el exilio de mi familia en Berlín desde 1976 hasta 1980 y aún a mi regreso a Tucumán, era mi mi entretenimiento preferido. Con el tiempo puedo intentar buscar las causas de esta afición. No tiene reglas ni instrucciones, cada uno decide como jugar y con qué personajes y crea solo o con otros un escenario de juego que te conecta por un tiempo con ese mundo imaginario y te olvidas de la realidad. Hoy a mis 44 años, esos mismos muñecos son una de las principales atracciones de las muestras interactivas del museo y yo me sumo a jugar cómo un niño más”, confiesa.
Hay muchas anécdotas de adultos que les encanta sentirse niños. Aquí algunas caras conocidas comparten los más emotivos recuerdos de infancia con sus juguetes.
Y VOS, ¿TENÉS UN JUGUETE FAVORITO?
Los playmobil de Diego “El Mocho” Viruel (HUMORISTA, 37 años)
“Mi juguete favorito eran y siguen siendo los Playmóbil. Tenía un montón y demoraba más en armar las ciudades y armar todo que jugando. ¡Me fascinaba! Una vez con un gran amigo de la infancia, Harold, juntamos los Playmóbil que los dos teníamos y armamos una ciudad gigante. ¡Fue genial! Yo usé juguetes hasta grande, no me importaba si se reían de mí, siempre me divertía. Los quiero tanto a los juguetes que tengo muchos. En general, todos me los regalaba mi mamá. ¿Me preguntan si hay que conservar el niño interior? Obvio que sí, es eso lo que nos mantiene felices”.
El robot de Alexis Ferrero (jugador de San Martín, 37 años)
“Nuestros juguetes de chicos eran la pelota, las bolitas y un auto de carrera. Nos juntábamos los chicos del barrio a jugar con los autos, que estaban rellenos de masilla, y hacíamos carreras. La pista era el cordón de la vereda. Todos los días armábamos partidos de fútbol. Aún conservo un regalo que me hicieron mis padres y que fue uno de mis chiches favoritos: un robot que se transformaba”.
Los autitos de Lucas Mohamed (corredor, 41 años)
“Mi entretenimiento preferido eran las pastillas de válvulas que había en el taller de mi papá; solía hacer torres con ellas todos los días. Además, tenía muchos autitos. El que más recuerdo es un BMW blanco que me había regalado mi papá. Estaba buenísimo porque era eléctrico y llegaba hasta el borde de la mesa pero no se caía nunca porque tenía una palanca que lo hacía volver. También me acuerdo de una bici a la que le cambiaba de color todos los días. Hacía enchastres porque la pintaba con los dedos. Tuve una infancia muy feliz, tanto que mi niño interno sigue más despierto que nunca. Me encanta divertirme, hacer bromas todo el tiempo. Mis amigos me dicen que soy el único que sigo jugando con los autitos. Y tengo varios que conservo de mi niñez”.
El juego de tacitas de te de Gladys “La Bomba” Tucumana (cantante, 50 años)
“Vengo de una familia humilde, con seis hermanos, así que nosotros no teníamos muchos juguetes. Mi papá había fallecido y mi mamá hacía lo que podía. En Reyes Magos dejábamos todos los zapatos y el pastito preparados y al día siguiente encontrábamos un paquete de galletitas criollitas y una moneda. Una vecina que tenía un gran corazón para un Día del Niño me regaló un juego de tacitas de té. Yo lo amé tanto, jugaba todos los días, me sentaba en el piso y hacía tortitas de barro para la ocasión. Las velas eran pajitas de escoba. Para todo nos la teníamos que ingeniar en esa época. Era muy feliz. Desde chica me gustó la música. Con mi hermana, le cantábamos a los vecinos del barrio Los Cuarteles y ellos nos daban monedas. Siento que siempre seré muy niña. Hay una parte en mí que no madura: soy ingenua, sensible, me encantan las películas infantiles y amo hacer chocolateadas”.
Los muñequitos de Gabriel Carreras (actor,33 años)
“Siempre fui fanático de los Simpson y me encantaba coleccionar muñequitos de la serie. Jugaba muchísimo con los Playmóbil y con los Pinypon. Tenía bolsas llenas de estos muñecos. Con mi hermana Valeria transformábamos el cuarto en una ciudad enorme para estas miniaturas. Después se sumó mi hermano Ignacio que es más chico. Nos encantaba inventar programas de radio y hacíamos skechs”.
Los chupetines de Alfredo Fénik (85 años) actor
“Uno de los papeles más importantes de mi vida fue cuando me tocó ponerme en la piel de un niño de siete años. Recién ahí descubrí las bondades de la ingenuidad y la capacidad de sorpresa que nos da la infancia y que ojalá no la perdiéramos nunca. Lo que más recuerdo de mi niñez son los chupetines y jugar a la pelota en la calle. En esos tiempos no se festejaba el Día del Niño; las cosas eran más sencillas. Igual no creo que todo tiempo pasado fue mejor. Los chicos de ahora son muy despiertos e inteligentes, y está bien. Ellos están más guiados, saben lo que quieren de la vida. Aplaudo a los padres de ahora”.
La muñeca de trapo de Cecilia Paliza (cantante, 44 años)
“Mi juguete favorito era una bicicleta que me regalaron a los 12 años. Fue lo único que pedí a mis padres en mi vida. Era muy callada y jamás pedía nada. Otro de mis juegos preferidos era hacer recitales de Los Parchis con mis vecinos, poníamos el disco de este grupo español de moda y hacíamos fono mímica y bailábamos las coreografías para los chicos de la cuadra que iban a vernos. Les dábamos caramelos y jugo. Conservo conmigo mi primer muñeca, es una muñeca de trapo que me regalo mi papá cuando nacimos mi hermano Ángel José y yo (somos mellizos), 8 de febrero del 72. A él le obsequió un perrito de peluche. Ambos juguetes tienen su canción que obviamente les escribió mi papa. Y la letra dice: “La muñeca de trapo para Cecilia, el perrito celeste para José, hay un mundo de dicha en sus miradas...”.
La shirley Temple de Rosa Ávila (actriz, 82 años)
“Amaba jugar a las muñecas y a la cocinita. En esa época, cuando iba al campo, hacía todo tipo de platos y pociones mágicas con barro, pasto y, si mis padres me donaban algo, los mezclaba con azúcar, arroz o yerba. Mi muñeca favorita era una Shirley Temple que me había regalado mi papá; siempre fui muy creativa, armaba de todo para entretenerme”.
Las figuritas de Tony Molteni (cantante de karma sudaca, 48 años)
“Vivía en la Banda del Río Salí. Cuando volvía de la escuela, cada tarde, me sacaba el uniforme y a jugar a la pelota con toda la muchachada. Los fines de semana lo mejor era salir explorar todo en bicicleta. De mi infancia conservo un autito que me trajo mi hermana cuando se fue de gira y las figuritas de jugadores de fútbol. ¡Cómo me gustaba coleccionarlas! Además, me gustaba mucho sentarme al lado de mi papá cuando el tocaba el piano y cantar. O poner discos y jugar a que era yo el que cantaba”.
Las aventuras de Miguel Martin (humorista, 37 años)
“Mi juguete favorito era la pelota de fútbol. Jugaba todo el día con los changos. Una vez rompí un vidrio y me acuerdo que no terminó de caer el vidrio al suelo y ya no había nadie. Todos mis amigos habían desaparecido. Cuando sale el dueño me pregunta:‘¿Quien lo rompió?’ Y yo le dije: ‘El Turco’. Ya de chiquito era mentiroso y botón. No conservo ningún juguete mío. No tuve muchos tampoco. Me juntaba con el millonario de la cuadra y me divertía con los juguetes de él”.
La pepona pelirroja de Soledad Valenzuela (actriz, 44 años)
“Mi juguete preferido era una pepona pelirroja de profundos ojos celestes y cuerpo blandito. Yo tenía adoración por ella, me la había traído mi tía Bibí de un viaje a Europa. No me cansaba de mirarla. En aquella época no era común tener una muñeca pelirroja. Eso me generaba la sensación de tener un objeto preciado, algo “especial”, tal vez por eso la tuve muchísimo tiempo. Con ella jugaba sola, muchas veces frente al espejo, otro gran compañero de juegos en mi infancia. A medida que crecí los juegos se hicieron grupales, se sumaron hermanos y primos, que vivían en frente de casa. Nos pasábamos horas, planeando, ensayando, construyendo utileria y vestuario para nuestras presentaciones teatrales.
Las historietas de Leonardo Valoy (sacerdote, 44 años)
“De mi niñez recuerdo los partidos de fútbol en la calle o las carreras de autitos sobre una pista trazada en tiza en el piso. También me pasaba horas jugando solo: inventando historias con soldaditos y figuras de plástico o leyendo historietas y libros. Leer no era una obligación o carga, de hecho desde chico aprendí a leer rápido para poder saber que decían las viñetas de las historietas de Editorial Columbia que tanto me gustaban. Conservo todavía el gusto por los libros y las historietas. ¿Por qué es importante mantener vivo nuestro niño interior: para no tomarnos tan en serio a nosotros mismos y saber disfrutar de las cosas que Dios nos regala”.
“Mi juguete favorito eran y siguen siendo los Playmóbil. Tenía un montón y demoraba más en armar las ciudades y armar todo que jugando. ¡Me fascinaba! Una vez con un gran amigo de la infancia, Harold, juntamos los Playmóbil que los dos teníamos y armamos una ciudad gigante. ¡Fue genial! Yo usé juguetes hasta grande, no me importaba si se reían de mí, siempre me divertía. Los quiero tanto a los juguetes que tengo muchos. En general, todos me los regalaba mi mamá. ¿Me preguntan si hay que conservar el niño interior? Obvio que sí, es eso lo que nos mantiene felices”.
La muñeca de trapo de Cecilia Paliza (cantante, 44 años)
“Mi juguete favorito era una bicicleta que me regalaron a los 12 años. Fue lo único que pedí a mis padres en mi vida. Era muy callada y jamás pedía nada. Otro de mis juegos preferidos era hacer recitales de Los Parchis con mis vecinos, poníamos el disco de este grupo español de moda y hacíamos fono mímica y bailábamos las coreografías para los chicos de la cuadra que iban a vernos. Les dábamos caramelos y jugo. Conservo conmigo mi primer muñeca, es una muñeca de trapo que me regalo mi papá cuando nacimos mi hermano Ángel José y yo (somos mellizos), 8 de febrero del 72. A él le obsequió un perrito de peluche. Ambos juguetes tienen su canción que obviamente les escribió mi papa. Y la letra dice: “La muñeca de trapo para Cecilia, el perrito celeste para José, hay un mundo de dicha en sus miradas...”.
El robot de Alexis Ferrero (jugador de San Martín, 37 años)
“Nuestros juguetes de chicos eran la pelota, las bolitas y un auto de carrera. Nos juntábamos los chicos del barrio a jugar con los autos, que estaban rellenos de masilla, y hacíamos carreras. La pista era el cordón de la vereda. Todos los días armábamos partidos de fútbol. Aún conservo un regalo que me hicieron mis padres y que fue uno de mis chiches favoritos: un robot que se transformaba”.
Los autitos de Lucas Mohamed (corredor, 41 años)
“Mi entretenimiento preferido eran las pastillas de válvulas que había en el taller de mi papá; solía hacer torres con ellas todos los días. Además, tenía muchos autitos. El que más recuerdo es un BMW blanco que me había regalado mi papá. Estaba buenísimo porque era eléctrico y llegaba hasta el borde de la mesa pero no se caía nunca porque tenía una palanca que lo hacía volver. También me acuerdo de una bici a la que le cambiaba de color todos los días. Hacía enchastres porque la pintaba con los dedos. Tuve una infancia muy feliz, tanto que mi niño interno sigue más despierto que nunca. Me encanta divertirme, hacer bromas todo el tiempo. Mis amigos me dicen que soy el único que sigo jugando con los autitos. Y tengo varios que conservo de mi niñez”.
El juego de tacitas de té de Gladys “La Bomba” Tucumana (cantante, 50 años)
“Vengo de una familia humilde, con seis hermanos, así que nosotros no teníamos muchos juguetes. Mi papá había fallecido y mi mamá hacía lo que podía. En Reyes Magos dejábamos todos los zapatos y el pastito preparados y al día siguiente encontrábamos un paquete de galletitas criollitas y una moneda. Una vecina que tenía un gran corazón para un Día del Niño me regaló un juego de tacitas de té. Yo lo amé tanto, jugaba todos los días, me sentaba en el piso y hacía tortitas de barro para la ocasión. Las velas eran pajitas de escoba. Para todo nos la teníamos que ingeniar en esa época. Era muy feliz. Desde chica me gustó la música. Con mi hermana, le cantábamos a los vecinos del barrio Los Cuarteles y ellos nos daban monedas. Siento que siempre seré muy niña. Hay una parte en mí que no madura: soy ingenua, sensible, me encantan las películas infantiles y amo hacer chocolateadas”.
Los muñequitos de Gabriel Carreras (actor,33 años)
“Siempre fui fanático de los Simpson y me encantaba coleccionar muñequitos de la serie. Jugaba muchísimo con los Playmóbil y con los Pinypon. Tenía bolsas llenas de estos muñecos. Con mi hermana Valeria transformábamos el cuarto en una ciudad enorme para estas miniaturas. Después se sumó mi hermano Ignacio que es más chico. Nos encantaba inventar programas de radio y hacíamos skechs”.
Los chupetines de Alfredo Fénik (85 años, actor)
“Uno de los papeles más importantes de mi vida fue cuando me tocó ponerme en la piel de un niño de siete años. Recién ahí descubrí las bondades de la ingenuidad y la capacidad de sorpresa que nos da la infancia y que ojalá no la perdiéramos nunca. Lo que más recuerdo de mi niñez son los chupetines y jugar a la pelota en la calle. En esos tiempos no se festejaba el Día del Niño; las cosas eran más sencillas. Igual no creo que todo tiempo pasado fue mejor. Los chicos de ahora son muy despiertos e inteligentes, y está bien. Ellos están más guiados, saben lo que quieren de la vida. Aplaudo a los padres de ahora”.
La shirley Temple de Rosa Ávila (actriz, 82 años)
“Amaba jugar a las muñecas y a la cocinita. En esa época, cuando iba al campo, hacía todo tipo de platos y pociones mágicas con barro, pasto y, si mis padres me donaban algo, los mezclaba con azúcar, arroz o yerba. Mi muñeca favorita era una Shirley Temple que me había regalado mi papá; siempre fui muy creativa, armaba de todo para entretenerme”.
Las figuritas de Tony Molteni (cantante de karma sudaca, 48 años)
“Vivía en la Banda del Río Salí. Cuando volvía de la escuela, cada tarde, me sacaba el uniforme y a jugar a la pelota con toda la muchachada. Los fines de semana lo mejor era salir explorar todo en bicicleta. De mi infancia conservo un autito que me trajo mi hermana cuando se fue de gira y las figuritas de jugadores de fútbol. ¡Cómo me gustaba coleccionarlas! Además, me gustaba mucho sentarme al lado de mi papá cuando el tocaba el piano y cantar. O poner discos y jugar a que era yo el que cantaba”.
Las aventuras de Miguel Martin (humorista, 37 años)
“Mi juguete favorito era la pelota de fútbol. Jugaba todo el día con los changos. Una vez rompí un vidrio y me acuerdo que no terminó de caer el vidrio al suelo y ya no había nadie. Todos mis amigos habían desaparecido. Cuando sale el dueño me pregunta:‘¿Quien lo rompió?’ Y yo le dije: ‘El Turco’. Ya de chiquito era mentiroso y botón. No conservo ningún juguete mío. No tuve muchos tampoco. Me juntaba con el millonario de la cuadra y me divertía con los juguetes de él”.
La pepona pelirroja de Soledad Valenzuela (actriz, 44 años)
“Mi juguete preferido era una pepona pelirroja de profundos ojos celestes y cuerpo blandito. Yo tenía adoración por ella, me la había traído mi tía Bibí de un viaje a Europa. No me cansaba de mirarla. En aquella época no era común tener una muñeca pelirroja. Eso me generaba la sensación de tener un objeto preciado, algo “especial”, tal vez por eso la tuve muchísimo tiempo. Con ella jugaba sola, muchas veces frente al espejo, otro gran compañero de juegos en mi infancia. A medida que crecí los juegos se hicieron grupales, se sumaron hermanos y primos, que vivían en frente de casa. Nos pasábamos horas, planeando, ensayando, construyendo utileria y vestuario para nuestras presentaciones teatrales.
Las historietas de Leonardo Valoy (sacerdote, 44 años)
“De mi niñez recuerdo los partidos de fútbol en la calle o las carreras de autitos sobre una pista trazada en tiza en el piso. También me pasaba horas jugando solo: inventando historias con soldaditos y figuras de plástico o leyendo historietas y libros. Leer no era una obligación o carga, de hecho desde chico aprendí a leer rápido para poder saber que decían las viñetas de las historietas de Editorial Columbia que tanto me gustaban. Conservo todavía el gusto por los libros y las historietas. ¿Por qué es importante mantener vivo nuestro niño interior: para no tomarnos tan en serio a nosotros mismos y saber disfrutar de las cosas que Dios nos regala”.
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