La PC cumple hoy 35 años
Fue presentada por IBM en Nueva York y Boca Ratón simultáneamente; esperaban vender 241.000 equipos en el curso de 5 años, pero muy pronto estaban cubriendo esa cuota por mes; cómo era el mundo entonces y por qué aquella plataforma se convirtió en el estándar del mercado
VIERNES 12 DE AGOSTO DE 2016 • 00:08
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El 12 de agosto de 1981, en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York y en su sede de Boca Ratón, Florida, IBM presentó en sociedad el modelo 5150, mejor conocido como IBM/PC. En 2011, entrevistado por LA NACION en ocasión del trigésimo aniversario, Dave Bradley, uno de los 12 ingenieros que crearon la PC, mostró una foto del clima de la época. "Nos habían anticipado que venderíamos 241.000 computadoras en el curso de 5 años. Pero para 1987 ya habíamos despachado 3 millones de equipos". Traducido: el departamento de finanzas de una de las compañías más grandes del mundo -tenía medio millón de empleados en esa época- y que concentraba buena parte del poder de cómputo disponible, fue incapaz de ver la revolución que se venía. Es lógico. El mundo en el que el gigante azul presentó su computadora personal era tan diferente del actual que no parecen haber pasado 35 años. Parece haber pasado un siglo.
Es raro, porque los datos históricos coinciden con nuestra percepción del pasado. En 1981 nacen MTV y Metallica, una de las bandas que más se opondrá a los sitios para compartir música por Internet. Se detectan los primeros casos de SIDA y Estados Unidos estrena el transbordador espacial. En el Vaticano, Alí Agca balea al papa Juan Pablo II y, en Washington DC, John Hinckley atenta contra la vida de Ronald Reagan. Sale de fábrica el primer De Lorean, que en 1985 protagonizará, convertido en máquina del tiempo, la película Volver al Futuro. Muhammad Alí pelea su último combate -es derrotado- y Gabriel García Márquez publica Crónica de una muerte anunciada. En la Argentina, todavía bajo la dictadura, asume Roberto Viola como presidente; antes de que termine el año será reemplazado por Leopoldo Galtieri. Este es el año en el que mueren Ricardo Balbín, Antonio Berni y Bob Marley. En 1981 nacen Jessica Alba, Natalie Portman, Beyoncé, Serena Williams, Elijah Wood, Justin Timberlake, Maxi Rodríguez y Roger Federer, entre otras figuras de hoy. Mark Zuckerberg, que fundará Facebook, todavía no llega al mundo.
En términos de tecnología, sin embargo, el de 1981 parece un ambiente prehistórico. Las personas tienen en sus casas solamente un teléfono -en el caso de la Argentina lleva años obtener una línea- y el resto del tiempo no hay modo de comunicarse con familiares, colegas y amigos; los celulares, raros, carísimos y pesados, llegarán este año a los países nórdicos, luego de su debut en Japón en 1979. Para Movicom faltan todavía 8 años.
En un mundo sin smartphones ni GPS
El de 1981 es por lo tanto un mundo sin smartphones ni computadoras; tampoco hay GPS para uso civil (eso llegará en 1989) ni pantallas táctiles. La televisión a color acaba de aterrizar en la Argentina (en 1978), pero los televisores son (y seguirán siendo durante mucho tiempo) pesados y de baja definición. Las películas se ven en el cine o en VHS. La música se oye en la radio, en casete o en discos de vinilo; algunos han adoptado un dispositivo revolucionario, el Walkman, lanzado por Sony dos años atrás. Los vehículos contaminan como si no hubiera un mañana y llamar por teléfono al extranjero cuesta tiempo y dinero. Todavía no ha nacido Internet, así que hay que arreglárselas sin Google, Facebook, Wikipedia, Twitter, Netflix y WhatsApp. En las oficinas, el timbre de los teléfonos, el repiqueteo de las máquinas de escribir y el humo de los cigarrillos crean un clima que horrorizaría al más corajudo de los Millennials.
Sacar fotos implica revelar un rollo e imprimir copias, proceso que demanda entre una y dos semanas. Filmar es todavía más arduo y sólo a mediados de la década lograrán cierto éxito, en los países industrializados, las cámaras de video analógico portátiles. Lo de grabar o sacar fotos con el celular todavía habita en el terreno de la ciencia ficción.
Las computadoras de la época
Por supuesto, ya hay algunas computadoras en los hogares, como las ZX80 de Sinclair, las TRS-80 de Tandy y la Apple II, pero en ese contexto no dejan de ser todavía un hobby. En las oficinas, sin embargo, la historia es muy diferente. La Apple II, obra maestra de Steve Wozniak, se está ganando un espacio en los departamentos de finanzas de las empresas pequeñas y medianas, gracias a un tipo de aplicación que sería clave en la popularización de la plataforma: la hoja de cálculo. La tatarabuela del Excelse llama VisiCalc y es muy posiblemente la piedra angular que transformará el hobby nerd en herramienta de trabajo seria. Cuando tal cosa ocurre, la Apple II parece en el radar de una IBM que no pasa por su mejor momento y que está llegando tarde a un mercado que buena parte del directorio desprecia, pero en el que ya están participando Data General, Hewlett-Packard, Texas Instrument y Wang.
Pese a la sensación generalizada de que el campeón de los centros de datos no podría competir en el mercado de micro computadoras, un grupo reducido, experimental, al margen de los grandes negocios de la compañía, emprende la odisea de crear una computadora personal en sólo un año. Lo llaman Proyecto Chess. Profético, porque será un jaque mate. Incluso contra la propia IBM.
Una arquitectura abierta
Para lograrlo, echarán mano de algunos proveedores externos. Crearán, con esto, imperios. Intel, que ya tenía lazos con IBM, le suministrará el cerebro electrónico. Una Microsoft de sólo 30 empleados se ocupará del sistema operativo. El astuto Bill Gates es consciente de que no puede desarrollar tal cosa en un año, pero sabe dónde adquirir un sistema y adaptarlo; será una movida genial que en menos de 20 años habrá colocado su compañía en el primer puesto de las mejor valuadas del mercado.
Para persuadir a los fabricantes de hardware de lanzar periféricos compatibles con la PC, IBM registra el software básico del equipo bajo una licencia de copyright convencional, y de esa manera da origen a los clones, que se multiplicarán sin cesar. Gracias a esta masa crítica, la PC se transforma muy pronto en el estándar del mercado, y será el centro de la revolución digital durante 26 años, hasta el lanzamiento del iPhone. Fue clave en la popularización de Internet, que no habría tenido sentido sin computadoras personales pequeñas y accesibles, y llevó al gran público el poder de cómputo, hasta entonces confinado en grandes empresas, universidades y organismos de gobierno.
De arquitectura abierta, compatible con el software y el hardware de cualquier compañía que quisiera participar, la PC creó un ecosistema que impulsó los avances técnicos como nunca antes se había visto. La primera PC tenía 64.000 caracteres (o bytes) de memoria RAM. Una máquina actual tiene 6000 millones; es decir, en 35 años creció más de 90.000 veces. El modelo 5150 no venía con disco rígido, pero la siguiente generación (llamada XT) ofrecía unidades de 5 millones de bytes. Un equipo de hoy está en el orden del billón de bytes; 200.000 veces más. El costo del poder de cómputo es tal vez uno de los datos más impresionantes de esta historia. En 1984, mil millones de operaciones aritméticas por segundo -una de las formas de evaluar el poder de cómputo- costaba más de 50 millones de dólares (actuales). Hoy su precio es de menos de 5 centavos. En términos más sencillos, no sólo ahora cualquiera puede comprarse una Ferrari, sino que además cuesta monedas.
Durante los últimos 3 años, las ventas de PC no ha hecho sino caer. Es lógico. Con la aparición de los smartphones, que son en rigor computadoras de bolsillo, el mercado encontró la primera oportunidad verdadera para sincerarse. Tenía mucho más sentido leer el mail en el subte o mirar las redes sociales usando un dispositivo portátil que una notebook o una gruesa estación de trabajo. Luego de más de un cuarto de siglo de concentrar todo lo digital, la reina de la informática dejó el centro de la escena. Pero son sus descendientes, de diverso estilo y formato, los que mueven el mundo. La razón es simple. Si le diéramos a un smartphone un microprocesador tan potente como el de una computadora personal, su batería duraría unos pocos minutos y si se lo forzara a trabajar al máximo durante mucho tiempo, la temperatura aniquilaría sus circuitos.
Por eso, las PC siguen siendo la herramienta del que escribe, programa, lleva hojas de cálculo o edita fotos y video. Esa Internet a la accedemos desde los móviles como si fuera intangible, es cualquier cosa menos una nube; millones de servidores están tras las bambalinas de Facebook, Google y Twitter, detrás de Netflix y Spotify, detrás de MercadoLibre, Amazon y Dropbox. Los efectos especiales del cine y las simpáticas películas de animación dependen de estaciones de trabajo y más granjas de servidores.
Un día, claro está, lograremos reducir estas máquinas de enorme potencia (de hecho, en términos absolutos, ya lo hemos hecho) al tamaño de un dedal y no está lejos el día en que podamos controlar las interfaces usando nuestras mentes. Por ahora, sin embargo, 35 años después del histórico lanzamiento de IBM, las desktop, las notebooks, las estaciones de trabajo y los servidores siguen siendo haciendo latir el corazón de la revolución digital.
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